De barriada, por todos los barrios. Foto EL POPULAR.

50 años del Frente Amplio

Por Juan Castillo (*)

El próximo 5 de febrero el Frente Amplio, expresión política de la unidad del pueblo en Uruguay, cumple 50 años. Medio siglo de vida es mucho tiempo, más para una experiencia unitaria de izquierda, plural y sin exclusiones. Este medio siglo se valora aún mucho más, si se tiene en cuenta que el Frente Amplio recién nacido, pasó clandestino 11 de esos 50 años, tras el golpe de Estado fascista de 1973, apenas dos años después de su fundación.

El FA es una creación singular, es la expresión de la unidad política de la izquierda, de sus partidos históricos y hoy centenarios – el Partido Comunista y el Partido Socialista – pero también de sectores de raíces anarquistas; del Partido Demócrata Cristiano; otras corrientes de izquierda nacionalistas; trotskistas; sectores democráticos y progresistas que se desprendieron de los partidos tradicionales; un importante grupo de militares democráticos y de izquierda y personalidades independientes de la ciencia, la cultura y el arte.

Pero no es solo eso, que ya sería mucho, además de una coalición de partidos y sectores de una enorme amplitud y diversidad, también es movimiento de base. Eso se expresa en la militancia cotidiana común, en el territorio, pero fundamentalmente en organismos de base donde participan todas y todos los militantes, sectorizados e independientes: los Comité de Base. La unidad de la izquierda y el progresismo, expresada en el Frente Amplio, tiene en esa doble condición, coalición y movimiento, su espacio de realización y su garantía.

La unidad en el Frente Amplio es resultado de una larga acumulación histórica y no fue solo acuerdo de dirigentes, que lo fue, sino confluencia de pueblo organizado. Es hija directa de la unidad de las y los trabajadores en una central única, (la CNT, hoy PIT-CNT) 5 años antes. También del influjo de las organizaciones sociales, el entramado popular, la solidaridad y lucha del movimiento sindical y el movimiento estudiantil, expresión de la unidad de la clase obrera con el sector más dinámico de las capas medias.

Es ese largo proceso de acumulación de fuerzas el que cimentó el nacimiento del Frente Amplio, que pretendió al nacer, y logró, ser algo mucho más profundo que una alianza o acuerdo electoral. Es la unidad en la diversidad.

El general Líber Seregni, en el primer Congreso de Comités de Base, lo definió así: “La razón de ser, el por qué y el para qué de nuestro Frente Amplio, está en realizar una tarea histórica, fundamental; cumplir el proceso revolucionario en nuestro país. En transformar las viejas estructuras económicas, políticas y sociales de nuestro país, hoy caducas, y crear las nuevas que corresponden a la instancia que nuestro pueblo debe vivir. Y es sí, un verdadero, un auténtico proceso revolucionario, porque lo que nuestro Frente se propone no es sólo el cambio profundo de las estructuras, sino la sustitución de las clases en el poder. Desplazar del poder a la oligarquía y llevar el pueblo a gobernar”.

Para llevar adelante esa tarea histórica, la de llevar el pueblo al poder, la unidad es la principal conquista estratégica. En este caso, la unidad no suma, multiplica.

Unidad basada en un programa común, que no es solo electoral, es la propuesta de transformación del Uruguay. Unidad construida en la militancia en común diaria, de cara al pueblo, con Comité de Base en los barrios, en las fábricas, en las facultades. Unidad basada en una definición que no escondía ni esconde nada: el FA es una fuerza política democrática, antioligárquica, antimperialista y antipatriarcal y se rige por un Estatuto común votado y reafirmado en sus distintos congresos. El FA es también cofundador del Foro de Sao Pablo.

En todos los organismos de dirección del FA, el Congreso, el Plenario Nacional y la Mesa Política, el 50% de los integrantes es de los sectores y el otro 50% representa a las bases. Es una característica singular que define el carácter unitario del FA.

El Frente Amplio nació como una respuesta a la crisis económica, política y social del Uruguay, como una salida de sentido popular, nació para disputarle la hegemonía a las clases dominantes.

En Uruguay esas clases dominantes montaron un sistema de hegemonía política basado en dos grandes partidos: el Partido Colorado y el Partido Nacional, que funcionó 175 años. De los casi 200 años de vida independiente de nuestro país, 175 años gobernaron esos dos partidos, por separado o en alianza en el último tiempo cuando el Frente Amplio, y la lucha de nuestro pueblo, lo pusieron en crisis.

Como decíamos el Frente Amplio, apenas nacido, tuvo que pasar la dura prueba del fascismo, la cárcel y la persecución para sus principales dirigentes, para miles de sus militantes, el exilio, la clandestinidad. El movimiento popular uruguayo fue la columna vertebral de la resistencia y de la reconquista democrática, el movimiento sindical, el estudiantil, el de las cooperativas de vivienda y el Frente Amplio.

Luego vino el enfrentamiento al neoliberalismo, los referéndums populares en defensa de las empresas públicas, que se ganaron, el que hicimos en contra de la Ley de Impunidad, que se perdió, y un despliegue enorme de luchas y de acumulación de fuerzas durante años. En 1989 el Frente Amplio logró ganar el gobierno departamental de Montevideo. Nunca más la perdió y llevamos 7 gobiernos departamentales seguidos en la capital.

Diez años después, en 1999, el Frente Amplio logró el 40% de los votos, y se transformó desde entonces en la primera fuerza política del país, pero perdió el balotaje contra el Partido Colorado y el Partido Nacional unidos. En el 2004 con Tabaré Vázquez como candidato se logra la victoria en primera vuelta, y llegamos al gobierno nacional con mayoría absoluta en las dos cámaras del Parlamento. En el 2009 volvimos a ganar, pero en segunda vuelta, manteniendo la mayoría parlamentaria, con José Mujica como candidato. En ese período el FA logra ganar 8 intendencias y decenas de municipios en todo el país. En el 2014, nuevamente con Tabaré Vázquez, logramos el tercer gobierno nacional con mayoría parlamentaria, aunque con menos diferencia de votos.

Los gobiernos departamentales y nacionales del Frente Amplio transformaron el país para bien, especialmente para los sectores más sumergidos, más explotados y menos favorecidos por el neoliberalismo. Es notoria e incuestionable la mejora del nivel de vida de la inmensa mayoría de la población. En primer lugar, el FA demostró, en medio de una campaña feroz de la derecha y el poder, que la izquierda podía gobernar. Los avances fueron enormes: Negociación Colectiva para todas y todos los trabajadores por ley, incluyendo los funcionarios públicos, las trabajadoras domésticas y los trabajadores rurales por primera vez en la historia; entrada a los cuarteles para buscar y encontrar a 5 de nuestros desaparecidos, juicios y condenas para varios represores del Terrorismo de Estado.

Se produjo la reforma de la Salud y la creación del Sistema Nacional Integrado de Salud con cobertura universal; la Reforma Tributaria; crecimiento económico por 15 años, acompañado por el crecimiento del salario y las jubilaciones y la mejor distribución del ingreso de la historia; el presupuesto para la Educación y la Salud más grandes de la historia; desarrollo de las Empresas Públicas en particular de ANTEL, con cobertura casi universal de fibra óptica y el Plan Ceibal; una política exterior soberana, contribuyendo a la creación de UNASUR y de la CELAC, restablecimiento de relaciones diplomáticas con Cuba; la descentralización política hecha ley; los nuevos derechos, como la interrupción voluntaria del embarazo, el matrimonio igualitario, la legalización de la marihuana, etc., a modo de un pantallazo de cambios y de avances políticos y democráticos.

En las últimas elecciones nacionales se coaligaron seis partidos políticos de centro y de derecha, logrando ganar la elección nacional por 35 mil votos de diferencia (1,2% del electorado) en el balotaje. El Frente Amplio perdió el gobierno nacional. Y las cosas por su nombre: es una derrota política, un mazazo para el movimiento popular y un duro golpe para la perspectiva emancipadora. Aun así, el Frente Amplio se mantiene como la primera fuerza política del país, con el 40% de los votos y la bancada parlamentaria más grande. Mantuvo tres intendencias, en los 3 departamentos más importantes del país y 32 municipios.

Nuestro partido PCU, y su lista 1001 con una alianza amplia dentro del Frente Amplio, creció mucho. Tuvo la segunda votación más grande de la historia. Pero no alcanzó. Nada de esto quita importancia a la pérdida del gobierno nacional, pero sí establece las bases desde donde seguir acumulando fuerzas y revertirla.

El Frente Amplio llega a sus 50 años con grandes desafíos, en medio de un proceso de autocrítica y luchando contra la restauración neoliberal, en todos los terrenos. Hemos promovido que el necesario proceso autocrítico abarque, y lo está haciendo, no sólo la gestión de gobierno, sino que analice la campaña electoral, el papel de la fuerza política, el rol de su dirección, sus formas de relacionarse con el movimiento popular y con la sociedad. También dijimos que no se trata de abrir un proceso de debate como si fuera una gimnasia, ni para autobombos, ni auto flagelos, sino capaz de generar las prácticas políticas y sociales superadoras de lo criticado.

En gran parte uno de esos desafíos prácticos, lo constituye la tarea que nos encuentra a las y los frenteamplistas, junto a nuestro pueblo, enfrentando la restauración conservadora, con su ajuste neoliberal, el viraje impulsado por las clases dominantes desde el gobierno para concentrar el poder y la riqueza en Uruguay. Esto tiene múltiples expresiones, una de las centrales es la LUC (Ley de Urgente Consideración), privatizadora, concentradora de la riqueza y el poder, represiva, antidemocrática. El consenso logrado con las organizaciones sociales más representativas para impulsar la derogación de 135 artículos de esa ley es un paso importante, muy importante. Organizar el diálogo con nuestro pueblo, juntar las 700 mil firmas y ganar el referéndum es un objetivo político central, allí debemos concentrar hoy todos los esfuerzos.

En eso estamos los comunistas, compañeros y compañeras. Buscando y construyendo con otros – con todos y todas – caminos para luchar mejor y alcanzar una síntesis superadora unitaria. Porque hoy, como hace 50 años, la unidad es estratégica y sigue siendo la tarea fundamental para alumbrar una perspectiva revolucionaria, que, en Uruguay es con el Frente Amplio.

(*) Secretario general del PCU, ex vicepresidente del Frente Amplio, miembro de su Plenario Nacional.

 

 

 

 

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