Hoy se cumplen 123 años del nacimiento de Julia Arévalo, primera senadora mujer del continente, dirigente sindical, luchadora por los derechos de las mujeres, comunista.
Recordar a Julia, y su vida, es un ejercicio imprescindible.
Hoy publicamos los fragmentos de la declaración del Comité Central del PCU hecha pública el 18 de agosto de 1985 ante el fallecimiento de Julia, y que Carlos Yaffé, en su libro “Julia Arévalo marcha con nosotros” recoge en su introducción.
Lo hacemos porque allí, sintéticamente, se traza una semblanza de la vida y la lucha de Julia.
Una vida de lucha
“Con dos años más que el siglo, pues nació el 1° de julio de 1898 en la pequeña localidad de Barriga Negra, en el departamento de Lavalleja, su vida encarna toda una etapa de la historia del Uruguay, y es símbolo del Partido de la clase obrera y el pueblo.
“Salud a ti hecha de miel y bronce”, escribió un poeta argentino cuando escuchó hablar a Julia Arévalo en la tribuna de un Congreso.
Julia Arévalo es ejemplo de una mujer proletaria, que al entregar toda su inteligencia y energía a la causa del Partido Comunista, se elevó a los máximos puestos, representando a su clase, dentro y fuera de fronteras.
Proletaria desde los 10 años, trabajó en una fábrica de fósforos y fue poco después obrera tabacalera, atravesando largas cuadras para no gastar en el viaje los pocos centésimos que le pagaban. Allí vivió su primera huelga, y conoció violencia policial y posterior despido. Con esa escuela, ya que no pudo estudiar pese a sus grandes dotes intelectuales, se afilió con 15 años al Partido Socialista. Ya entonces, sobre los clásicos cajones de queroseno, hizo sus primeros aprendizajes en una oratoria cálida, inflamada, que la haría famosa en todo el país.
Julia Arévalo pertenece a esa vieja guardia, esos cuadros de oro del Partido Comunista que en 1920 dieron su voto por la adhesión del entonces Partido Socialista a la Internacional Comunista, y a los principios encarnados por Lenin, al frente de la gran Revolución de Octubre que cambiaría el curso de la historia. Desde ese momento, puso pasión y cerebro en la defensa de los principios del marxismo leninismo y del internacionalismo proletario. La defensa de la Unión Soviética, su amor al primer estado donde triunfó el socialismo, fueron una constante de su labor, en todas las circunstancias.
Y con el mismo fervor que combatía por los derechos obreros en las viejas empresas tabacaleras, enfrentaba los desmanes policiales en San Javier –donde se realizó la primera lucha por la Reforma Agraria en 1933-, elevaba su voz inconfundible contra los atropellos en Minas, Fray Bentos o Paysandú, llamaba a la solidaridad con la España republicana, con la Unión Soviética agredida por los nazis, con la Cuba de Fidel y el Che Guevara y por Vietnam. (…)
Por eso, cuando la masacre costó la vida de Julia Scorino en San Javier, y fueron heridos numerosos trabajadores, Julia Arévalo recibió una herida cortante en el brazo izquierdo. Era el mes de enero de 1933, poco antes del golpe de estado de Gabriel Terra. Valiente entre los valientes prohibió a los compañeros que se hablara de su herida, y su única preocupación fue que avisaran a la capital del departamento, a la dirección del Partido. Cuando la policía arreciaba, Julia decía: “Yo me subo a un banco y le hablo a la gente”. ¡Cuántas veces fue llevada a las comisarías locales!
Madre de 5 hijos, que crió y educó con la ayuda de su esposo en las más difíciles circunstancias, era sin embargo una de las pocas mujeres que militaban entonces en el Partido Comunista. ¡Cuánto debió enfrentar en el cumplimiento de su misión!
Ya en Montevideo, fue fundadora y militante ejemplar del Movimiento de Solidaridad con la República Española y recorrió barrio por barrio, agrupó a mujeres de todas las clases sociales y de todos los partidos políticos, forjando uno de los movimientos más grandes de la historia del país.
Fue dirigente de seccionales partidarios, de departamentales, miembro del Comité Ejecutivo, del Secretariado, del Comité Central y presidenta de la Comisión de Control del P.C.
En 1958 fue electa edil en la Junta Departamental de Montevideo, y recorrió los más alejados barrios de la capital, recogiendo aspiraciones de los vecinos, impulsando los expendios de leche más barata, o mejoras comunales.
En 1942, Julia Arévalo fue electa diputada nacional. Y en 1946 ingresó por primera vez una mujer comunista en esa Cámara de Senadores hasta entonces cerrada a cal y canto para los trabajadores.
Con orgullo, podemos decir que Julia Arévalo fue la primera senadora en todo el continente latinoamericano.
Cuando el PCU salió de una profunda crisis y en el XVI Congreso cambió su orientación y su dirección máxima, pasando el camarada Rodney Arismendi a la secretaría general del Comité Central, Julia Arévalo estuvo entre los dirigentes que mostraron su firmeza ideológica y su adhesión a los principios. Fiel a esa vieja guardia de los fundadores del Partido, unió su pujanza y su pasión para transformar a ese Partido en “el problema cardinal de la revolución uruguaya”. (…)
Militante del movimiento femenino, estaba un día en el Bajo Valencia en el Cerro, y al otro, en un Congreso Internacional, fundando con otras preclaras figuras del mundo, la Federación Democrática Internacional de Mujeres, de la cual es vicepresidenta de honor.
Fundadora del Frente Izquierda, apasionada militante del Frente Amplio, enfrentó la dictadura y luchó denodadamente por quedarse en el país, regresando de Buenos Aires en los momentos más duros.
Las botas fascistas mancillaron su hogar, destrozaron sus libros y plantas, persiguieron a familiares suyos que tuvieron que exiliarse. Julia Arévalo, rodeada por sus hijos, por sus nietos, por toda una familia de la que es centro y guía, siguió en su puesto. En la hora de la reconquista de la democracia, pese a su salud quebrantada, la vimos en el Aeropuerto de Carrasco recibiendo al secretario general del P.C., para darle un abrazo de bienvenida. En la hora de júbilo y festejo, estuvo en algunos locales partidarios recién inaugurados luego de la década de lucha clandestina, y junto a los compañeros liberados.
“Leona de América”, dijera de ella el poeta Raúl González Tuñón conmovido por su vital y hermosa oratoria en un Congreso del Partido Comunista de Chile. Con esa misma pujanza, cultivaba sus plantas y aparecía cargada de regalos, o tejía y bordaba para sus nietos. Siempre discutió con los enemigos del Partido, sosteniendo que los comunistas son los mejores defensores de la familia. Y ella daba el ejemplo. Luchadora y madre, parlamentaria y abuela, patriota e internacionalista, proletaria y redactora de hermosos libros y folletos, oradora brillante, organizadora de obreros y campesinos, dirigente partidaria en los más diversos puestos, fiel a su clase solía afirmar: “Tengo un miedo terrible cuando me encomiendan una tarea, pero si el Partido lo pide, tengo que hacerlo”. (…)
Julia Arévalo seguirá viva. Como las mujeres de la patria vieja que siguieron a Artigas, como las heroínas de la resistencia antifascista. “Hecha de miel y bronce”, en el Uruguay que conquistará, indefectiblemente, esa sociedad por la que ella vivió, luchó y soñó.
Su memoria será eterna y ejemplar para todos nosotros. Su vida fue una página estelar en la gesta de la clase obrera y el pueblo. Su nombre pertenece a la gran historia del país.
En esta hora en que bregamos por la consolidación de la democracia y por su profundización y desarrollo, Julia marcha con nosotros, con todo el pueblo y con su glorioso Partido Comunista, partido de la resistencia, de los mártires de la democracia, partido uruguayo, frenteamplista y comunista”.