Las denuncias en el Parlamento, una investigación y fotos históricas de EL POPULAR, cuatro actos que marcaron la historia.
Un día como hoy, en la madrugada del 17 de abril de 1972, fue asaltado el local del Seccional 20º del Partido Comunista de Uruguay, ubicado en Agraciada y Valentín Gómez, participaron del operativo más de 500 efectivos militares, policiales y paramilitares fascistas: 8 obreros comunistas fueron asesinados. Fue uno de los asesinatos políticos más terribles de la historia nacional.
Luis Alberto Mendiola, José Abreu, Ricardo González, Ruben López, Elman Fernández, Justo Sena, Raúl Gancio y Héctor Cervelli, fueron los ocho obreros, sindicalistas, frenteamplistas y comunistas asesinados, sus nombres fueron inmortalizados por la memoria popular y por Alfredo Zitarrosa, en su conmovedora “La canción quiere”.
Fue un brutal asesinato político colectivo y un acto de terrorismo de Estado, aún impune.
Durante estos 51 años, sin faltar ninguno, aún en la noche negra del fascismo enfrentando la represión, las y los comunistas, el Frente Amplio y el movimiento popular han recordado a los 8 obreros asesinados.
Cada uno de estos actos ha sido importante. Por su mensaje triple de memoria, compromiso y perspectiva. Lo fueron sin dudas las rosas rojas, o claveles, arrojados cada 17 de abril, frente al local o en sus inmediaciones si la represión no dejaba llegar más cerca, que manos comprometidas y solidarias llevaron durante los 11 años del fascismo. Pero hubo cuatro actos que por diversas circunstancias adquirieron especial relevancia. En tres casos, por los momentos y el contenido, sin dudas irrepetibles. El primero, el realizado pocos días después del brutal asesinato, en el que una multitud que llenó varias cuadras condenó el asesinato y dio una respuesta de masas a la provocación y la violencia fascistas. El que se realizó en abril de 1985, el primero luego de recuperada la democracia, con miles reafirmando el compromiso y diciendo con su presencia que no hubo, ni habrá, olvido. El realizado en el 2014, cuando el Poder Ejecutivo declaró Monumento Histórico Nacional al Seccional 20° del PCU. Este hecho es en sí mismo una victoria de la lucha popular por memoria, verdad y justicia. El trámite fue iniciado por la Intendencia de Montevideo en mayo de 2009 y el 15 de enero de 2014 el Poder Ejecutivo, a través del Ministerio de Educación y Cultura, declaró a la 20° Monumento Histórico Nacional. El Correo Uruguayo emitió un sello para resaltar el hecho. El 24 de abril de 2014 se realizó un acto inolvidable, de reafirmación democrática, de reparación y de futuro. En este link de la página web del PCU se pueden ver todos los discursos de aquella noche (http://www.pcu.org.uy/component/k2/item/837-videos-todos-los-discursos-del-acto-del-seccional-20-26-4-14). El cuarto, fue el realizado en el 2020 en medio de la pandemia, con los discursos realizados en el histórico local y transmitidos por redes sociales a todo el país, seguido por miles, y con una versión de la canción de Zitarrosa en la voz solidaria de destacados y destacadas cantantes de nuestro Uruguay.
Cada año lo decimos, pero es necesario repetirlo, para que quede grabado en la memoria colectiva, la reparación es importante, la memoria histórica también, pero no descansaremos hasta que haya justicia.
Por eso, este 22 de abril, volvemos a estar convocados y convocadas a esa esquina heroica del Paso Molino, que Rodney Arismendi definiera, en aquel acto de 1985, como un lugar de “peregrinaje laico”.
En adhesión a este acto y como contribución a la memoria histórica EL POPULAR vuelve a reproducir, como lo hacemos cada año, fragmentos de una investigación especial publicada en este mismo semanario en 1987, con detalles de aquella noche y denuncias documentadas de lo sucedido.
Este año será, además, el primer acto sin la presencia física de José Machado, “Machadito”, que sobrevivió a la masacre, sobreponiéndose a las heridas recibidas y brindando su testimonio y su entereza en cada acto, sin faltar nunca. Es un motivo más de convocatoria y homenaje.
La larga noche del 72
“En abril de 1972 se libraba una intensa lucha en nuestro país, por alumbrar el cambio, el 13 de abril la CNT realiza el paro general más grande hasta ese momento. 107 sindicatos participan de la medida en todo el país, es por las libertades y contra el aumento de precios decretado por el gobierno de Juan María Bordaberry.
El 14 de abril en acciones del MLN son abatidos varios militares y policías vinculados al escuadrón de la muerte, entre ellos el ex ministro Acosta y Lara. Las Fuerzas Conjuntas responden allanando varios domicilios de militantes del MLN y son abatidos 8 militantes tupamaros.
Los hechos se encadenaron desde el viernes 14 de abril de 1972. Esa noche se intentó hacer lo que finalmente se concretó en el Seccional 20. Pero se frustró el operativo en el ex local central del Partido Comunista. Allí se realizaba un activo de la UJC y el local fue asaltado por grupos fascistas apoyados por la policía. El coraje y la disciplina de los militantes de la UJC y la valentía del presidente de la Cámara de Diputados, el legislador del Partido Nacional, Héctor Gutiérrez Ruiz y del diputado por la 1001 y el Partido Comunista, Jaime Pérez, que se hicieron presentes en el local impidieron la matanza.
El sábado 15 a la tarde, la Asamblea General culminó el debate iniciado el viernes aprobando el Estado de Guerra Interna.
En la madrugada del domingo 16 se suceden casi simultáneamente, entre las 4.00 y las 4.30, once atentados con explosivos y ametrallamientos. Fueron atacados los domicilios de los Dres. Juan José Crottogini, Carlos Quijano, Carlos Martínez Moreno y otras personalidades políticas y culturales, además de una iglesia y el local del Seccional 18 y 24 del PCU.
La tensión era general en víspera de la tragedia. Era el primer día de vigencia del estado de guerra interna. A media mañana había gran despliegue de tropas y vehículos en toda la zona de la manzana del Seccional 20 del Partido Comunista, situado en Agraciada 3715, en la zona del Paso del Molino, en Montevideo.
Falsa ratonera
Por la calle Valle Edén, en la parte trasera de la manzana del local de la 20, los efectivos ingresaron a un pequeño apartamento ubicado al Nº 3716. Dos modestas piecitas a los fondos, en realidad, de la finca lindera. Residía allí el joven matrimonio Toyos, sin ningún antecedente de militancia política ni gremial. Se sabrá después por boca de ellos mismos, que mientras su casa quedó ocupada por soldados ellos fueron retenidos en el Regimiento 9 de Caballería.
Fueron tratados amablemente y liberados. Se los vio en el barrio a la mañana siguiente, es decir, el lunes 17, aún antes de que se divulgara el comunicado 77 de las Fuerzas Conjuntas. Ese fue el parte que presentó la masacre como consecuencia de un “enfrentamiento”.
El comunicado partía de ese procedimiento sobre una presunta ratonera tupamara instalada en el apartamento: “…al presumirse que en la misma se realizaban actividades subversivas, lo que determinó que se procediese a una revisación minuciosa de la citada finca, encontrándose, efectivamente, documentación de este tipo”.
Como anotábamos, esto era tan falso que el matrimonio había sido liberado desde el 9º de Caballería sin imputación alguna y se les devolvió lo incautado. Empero, efectivos de esa unidad habían sido dejados en el apartamento, convertido en “ratonera” desde el domingo 16 al mediodía.
Primer allanamiento
Sobre la hora 10.00, los efectivos militares hicieron el primer allanamiento al local del Seccional 20. Desde hacía varios días, muchos militantes se turnaban para su cuidado, ante la ola de atentados y provocaciones.
El diputado Jaime Pérez, que llegó en el momento del operativo rastrillo, recordará en Cámara, dos semanas después, lo que dijo al oficial responsable: “Mientras íbamos recorriendo el local y mirándolo todo, expliqué cómo había sido el asalto vandálico el viernes de la reunión de la Asamblea General, al local central de nuestro Partido. Y cómo, si no hubiera sido por la enorme cantidad de gente que había y por la disciplina y serenidad que demostraron, pudo haberse transformado en muchos muertos. Yo le expresé que en estas circunstancias hay que tener la cabeza muy fría, porque los hombres pueden ser juguete de las situaciones fabricadas por grupos que están para eso, para desatar el caos en la República, para crear las condiciones del fascismo y de la represión más sañuda contra el pueblo. Al decir esto no tenía la menor idea de que unas pocas horas después nos íbamos a encontrar ante la consumación de estos hechos”.
Mendiola obligado a quedarse
Finalizado el operativo, sobre la hora 12.00, toda la zona seguía bajo control policíaco-militar. De la redacción de EL POPULAR habíamos enviado a uno de nuestros fotógrafos, Hermes Cuña. Se encontraba junto a una decena de militantes en el local, cuando próximo a las 13.00 horas se repite un allanamiento.
Se aduce que se había recibido denuncia desde la finca lindera, que por encima del muro del jardín del fondo se había arrojado, envuelto en nylon, un revólver 38 sin guía. Un oficial pregunta quién es el responsable del local y esto es asumido por Luis Alberto Mendiola. Solo le retiran los documentos y se le indicó que no debía moverse del lugar. Se llevan detenidos a todos los restantes, unas 15 personas, incluido nuestro fotógrafo. Son cargados en un camión en el cual permanecerán, mientras estuvo estacionado (dos horas) frente a la Región Militar Nº 1, que tiene su comando a quinientos metros, por la misma avenida Agraciada. Luego son llevados a una celda de la muy próxima comisaría Seccional 18 (hoy 7ª), situada a cuadra y media del local, en la calle Félix Olmedo.
Merodeo de fascistas
Todo parecía haber vuelto a la normalidad. Sobre las 16.00 horas del domingo, se podía ver parado en la puerta del local al camarada Luis Mendiola, como habitualmente lo hacía. Empero, la tensión subsistía por la evidente movilización de personas extrañas al vecindario. Algunos eran reconocidos fascistas de la JUP, organización que entonces tenía presencia en la próxima zona de El Prado.
Oscurece en la zona
Sobre las 20.00 horas, un vendedor callejero de comestibles recibe una intimación significativa de parte de dos individuos de particular, que muestran carnets policiales. El comerciante trabajaba a unos cien metros expendiendo sus productos hasta la madrugada. Los de particular, al oír que el comerciante cerraba a la 1.00 o 2.00 de la madrugada, le conminan a hacerlo a las 23.00 horas de esa misma noche.
Vecinos recuerdan que esa noche estaba más oscuro que lo habitual, debido a que había menos luces encendidas. Ernesto Fernández uno de los dos sobrevivientes ilesos –que se encontraba en la azotea–, hoy recuerda que toda la calle estaba muy oscura cuando sobre las 23.00 horas del domingo 16 volvió por el local. Había cumplido sucesivas guardias nocturnas desde el miércoles anterior, y esa noche iba a descansar.
Caminar era peligroso
“Cuando llegué, Mendiola estaba en la puerta” –narra Ernesto Fernández. “Me dijo que no me detuviera, que siguiera. Pero yo, caminando, insistí en preguntarle qué pasaba. Él, luego de mirar hacia todos lados, me indicó que me acercara y me explicó todo el cuadro anormal en la zona, allanamientos reiterados y la detención de varios compañeros.
Efectivamente, en la zona pululaban personas de particular y no se sabía exactamente si eran policías o miembros de bandas fascistas. Los compañeros presentes en el local optaron por aconsejarme que no me fuera con esa oscuridad y me quedara, aunque yo debía irme a dormir. Lo que comencé a hacer en la gran mesa del equipo de propaganda”.
Primeros tiros
“Era media noche cuando me desperté al oír unos disparos de armas de fuego, espaciados, que se sentían de los fondos de la manzana, desde Valle Edén.
Mendiola me preguntó si podía subir a la azotea para que se bajaran los compañeros que se encontraban de vigilancia allí. Eran Héctor Cervelli y Enrique Rodríguez, ambos metalúrgicos. Era dificultoso el acceso a la azotea, no teníamos una escalera directa sino una escalera chica, de mano, que había quedado sobre el techo de la pieza que salía para los fondos. Servía solo para ese segundo tramo hacia la azotea. Me ayudaron a izarme.
Fue en ese momento, cuando recién comenzaba a descender Cervelli (en definitiva, el único que pudo bajar), que llegó por la avenida Agraciada el primer vehículo de las Fuerzas Conjuntas”.
Infantería sobre el puente
Una compañía de Infantería, testimonian vecinos, había sido apostada a doscientos metros, sobre Agraciada y Zufriategui. Se verá instalada una ametralladora en plena calle en la boca del puente de Paso Molino.
Desencadenan la trampa
Por el lado lateral de la manzana del Seccional 20, calle Valentín Gómez al Nº 875, casi a mitad de la cuadra entre Agraciada y Valle Edén, hay una entrada para cuatro apartamentos. Vecinos sienten que desconocidos trepan allí con sigilo hacia la azotea. Luego oyen algunos disparos. Se siente cuando uno o más individuos desandan el camino y se alejan con prisa.
Esos disparos fueron los que desencadenaron la gran trampa que abarcó no solo a los obreros comunistas sino a gran parte de los militares y policías que no sabían lo que allí estaba provocándose. Por eso todos estos detalles son trascendentes. El acceso a la azotea es relativamente fácil luego de ingresar al patio de los apartamentos, por la mitad de la calle Valentín Gómez. El bloque del edificio de los apartamentos sobresale notoriamente a los fondos del apartamentito allanado en la mañana, ubicado por la calle lateral, Valle Edén, al Nº 3716. El edificio de Valentín Gómez 875 es el primero de otros muchos que se interponen entre los fondos del apartamento de Valle Edén y los fondos del local del Seccional 20, en el lado opuesto de la manzana, a más de cien metros.
Única trayectoria para la provocación
Aún desde varios metros por encima de la azotea del local del Seccional 20, tampoco se podría tener visibilidad hacia la ventanita de los fondos del apartamento de Valle Edén 3716. En cambio, había una proyección directa desde la azotea del edificio de Valentín Gómez 875. Inclusive resguardado detrás de los tanques del agua corriente instalados allí, existía visibilidad directa. En ese lugar fueron recogidas algunas cápsulas, al igual que centenares de los proyectiles disparados después en toda la zona.
Todo hace suponer que desde esa azotea de Valentín Gómez 875 se hicieron los disparos sordos y espaciados que se oyeron a las 1:05 horas del lunes 17. Fueron dirigidos hacia la ventana de Valle Edén 3716. Allí permanecía una imaginaria militar, que es la que comunica el alerta al Regimiento 9 de Caballería.
Testigos en un cuartel
En el cuartel, alrededor de esa misma hora, según narró el matrimonio Toyos (que residía en dicho apartamento de Valle Edén), “en momentos en que atravesaban el patio del cuartel, pues iban a ser devueltos a su domicilio, oyeron voces que gritaron: Operación 52. De inmediato fueron dejados solos, dentro del patio, y vieron que todo el mundo se armó y corrió hacia los vehículos, quedando el cuartel prácticamente desierto. Ellos fueron llevados por otros funcionarios nuevamente al interior del mismo y allí les dijeron que las fuerzas se dirigían a la zona de sus casas. A las cuales retornaron ellos mismos pocas horas después”.
Acude el capitán Busconi
Pero esos pocos disparos misteriosos fueron hechos por alguien que sabía todo lo que podía provocar. Primero, la generalización de una alarma en todo tipo de unidades de las Fuerzas Conjuntas. Entre ellas, las del Regimiento 9 de Caballería, en donde revistaba el joven capitán Wilfredo Busconi.
No está claro si de particular o uniformado, si desde el cuartel o de su domicilio, pero lo cierto es que también acudió en su automóvil, por la Avenida Agraciada hacia afuera, fuertemente armado. Estacionó el vehículo a unos cincuenta metros del local del PCU.
“Copar Valle Edén”
Mientras, desde Valle Edén ya se habían sentido las primeras ráfagas de armas automáticas. La compañía de Infantería, apostada en Agraciada y Zufriategui se moviliza. Se oyó decir a un sargento o alférez: “Copar Valle Edén. Nos están atacando”. Los efectivos avanzan por Agraciada, arrastrando los zapatos, y toman por Raffo Arrosa hasta Valle Edén, por la cual se deslizan en dirección a Valentín Gómez. A esta altura la balacera se había generalizado. Primero se apagan los últimos focos de luz que subsistían. Aún hoy vecinos señalan lugares donde quedaron incrustados proyectiles de guerra en los árboles de la calle.
Cuatro horas con disparos
No habrían pasado más de cinco o seis minutos de los primeros disparos, cuando comenzó el ametrallamiento por Valle Edén, seguido del movimiento de vehículos y tropas, totalizando no menos de medio millar de hombres en torno a esa manzana. A la 1.10, los disparos y las ráfagas de ametralladoras se hacían desde la Avenida Agraciada, directamente contra el local partidario. A partir de entonces se hacen disparos desde los cuatro puntos cardinales. Los vecinos aterrados veían bengalas, caían órdenes y contraórdenes y disparos incesantes de muy variados tipos de armas, que se prolongaron durante más o menos media hora. Luego, disparos más o menos nutridos y ráfagas de ametralladoras se oyeron hasta las 3.15 horas y, aislados, hasta las 5.15 horas de la madrugada.
“No se metan”
“El primer vehículo que logré ver llegar desde la azotea –narra Ernesto Fernández–, creo que era uno de aquellos camiones ‘ropero’ de las fuerzas policiales de la Guardia Metropolitana. Estacionó medio chanfleado en la esquina de Valentín Gómez.
Pudimos ver que se acercan los dos agentes policiales, custodios del domicilio de Francisco Forteza, que entonces era Ministro de Economía y Finanzas. La mansión, actualmente ocupada por el CASMU, está situada en la esquina sobre Agraciada y Valentín Gómez. Ellos se aproximan al ‘ropero’ y vimos que le indicaban hacia abajo, por Valentín Gómez, hacia Valle Edén. Seguramente, le informaban de dónde se habían sentido disparos de armas de fuego. Oímos que el oficial les ordenó con brusquedad que volvieran a lo suyo en la finca del Ministro”.
Espantoso ametrallamiento
“Casi enseguida encendieron y enfocaron reflectores del camión de las Fuerzas Conjuntas hacia el local, y comenzaron a disparar con armas automáticas.
De ahí la balacera ya no paró. Después se fueron sumando otras armas de diferentes lugares. Nos tiramos sobre el techo contra el borde-esquina que daba hacia Agraciada y Valentín Gómez.
Era espantoso. No despegamos la cabeza del piso. Se sentía tabletear de ametralladoras, se veían ráfagas de balas trazadoras, bengalas, se oían explosiones raras, que no sabíamos definir bien si eran granadas u otras cosas.
Los proyectiles rebotaban y zumbaban muy cerca nuestro. No sé cómo salimos ilesos. Las balas picaban por todas partes. Parece que también tiraron del viejo edificio de ‘la Junta’, que tenía dos o tres plantas y estaba ubicado en la esquina de enfrente, en diagonal. Y de alguna otra azotea de la zona.
Después comprobé cuán cerca me rozó la muerte. Uno de los proyectiles de las armas de guerra que usaron había atravesado totalmente la parte de mampostería, detrás de la que me resguardaba. Ese proyectil pasó rasante sobre mi cadera.
Oímos en determinado momento insistentes gritos de ‘alto el fuego ¡No tiren!’, insultos, más gritos, órdenes de ¡alto el fuego! Los que estaban apostados más lejos seguían disparando. Siempre hacia el local, aunque también a la casa de los vecinos, principalmente hacia los pretiles. Era una verdadera acción terrorista, no sólo contra nosotros sino para atemorizar a todo el mundo”. (…)
Los crímenes que aún hoy permanecen impunes
Hasta allí los fragmentos centrales de la investigación periodística publicada por EL POPULAR en 1987. Hacemos este breve paréntesis para referirnos concretamente a los crímenes en sí cometidos hace 51 años en la Seccional 20º.
En la balacera cae herido mortalmente el capitán del Ejército, Busconi, la versión “oficial” acusó a los comunistas de haber disparado desde el local con un revólver. Tanto el juez militar, como se prueba más abajo, como todos los análisis técnicos mostraron que era imposible, que en realidad Busconi cayó víctima de una bala de un arma de guerra y en el local no había armas.
Nueve obreros comunistas son heridos, baleados cuando salieron con las manos en alto y desarmados del local, siete mueren instantáneamente o son dejados morir sin atención médica en la calle: Luis Alberto Mendiola, Raúl Gancio, Elman Fernández, Justo Sena, Ricardo González, José Abreu y Ruben López. Héctor Cervelli muere días después en el Hospital Militar y José Antonio Machado a pesar de ser herido en la cabeza sobrevive.
Continuamos con la crónica de la investigación publicada por EL POPULAR en 1987.
Comprobación forense: ejecutados o desangrados
(…) Las autopsias de los siete caídos frente al local, fue practicada por el Dr. Guaymirán Ríos, por entonces médico forense. El resultado del análisis del perito fue entregado al Dr. Daniel Echeverría, Juez Letrado de Instrucción de 3er Turno, y al Juez militar de Instrucción de 2º Turno, coronel Dr. Aníbal Macchitelli.
No se realizó posteriormente la autopsia de la octava víctima, Héctor José Cervelli, quien falleció a los 11 días y fue enterrado el 29 de abril, sin que se extendiera certificado de defunción. Cervelli y luego José Antonio Machado, fueron quienes salieron primero del local. Y, quizás por eso, los únicos que alcanzaron a ser recogidos heridos para conducirlos al Hospital Militar, casi junto con el capitán Wilfredo Busconi, quien fallecerá sin recobrar el conocimiento, 22 meses después. Machado salvó su vida, pero quedó con la constante amenaza de un proyectil alojado en la base de su cerebro.
La denuncia de Arismendi en el Parlamento
El entonces diputado, Rodney Arismendi, revelará las conclusiones de las autopsias, sintetizándolas fuera de los elementos técnicos. Destacó en la Asamblea General, que se trata de un documento público de mayor valor que los propios testimonios, más allá de cualquier versión de los partes de las Fuerzas Conjuntas de entonces.
“(…) Han caído ocho obreros –denunció el diputado Arismendi en la Asamblea General- sin armas, siendo asesinados con tiros en la nuca, ejecutados, y, más todavía: algunos murieron desangrándose en la calle, donde los dejaron estar largo rato sin llevarlos al hospital y sin auxiliarlos, a pesar de que tenían las ambulancias a disposición. De esto hay testigos por cantidades para acreditarlo”.
Además de las referencias sobre Raúl Gancio, Arismendi reveló las siguientes conclusiones: Ruben López. Baleado por la nuca, con lesiones nerviosas mortales. Caído en el suelo, boca abajo, recibe otro balazo, desde la cabeza a los pies, desde unos metros, con bala que entró por el costado derecho de la cabeza y salió por la base del cuello del lado izquierdo. Muerte casi instantánea.
José Abreu. Primera herida de tórax que lesionó pulmón y provocó hemorragia interna. Segunda herida de tórax hecha desde arriba, si estaba de pie o caído en el suelo, con disparo hecho desde la cabeza a los pies, que lesionó pulmón y lesionó médula espinal provocando parálisis en las piernas. No murió instantáneamente.
Elman Fernández. Herido de bala en el muslo derecho (adelante-atrás) que no lesionó huesos ni grandes vasos, solamente músculos. Herida en la cabeza de adelante atrás que provocó muerte instantánea por lesión del encéfalo. ¿Ambos balazos al mismo tiempo? ¿Primero el del muslo que no lo hizo caer y luego el otro, de pie? ¿Cayó por primer balazo y luego rematado en el suelo?
Luis Mendiola. Seis balazos. Dos heridas de otra naturaleza. Muerte instantánea por bala en la cara que lesionó cerebro y salió por la nuca. Balazo en la cabeza que deprimió huesos, pero no penetró (¿poca fuerza de proyectil?). Desde lado derecho. Balazos en los miembros: hombro derecho, muslos y piernas (balas transversales que no lesionan huesos) brazo derecho. Una herida “rara” en el pie izquierdo y otra en el abdomen que no penetró. La del pie “punzocortante”. ¿Arma blanca? ¿También “rematado” en el suelo?
Justo Sena. Tres balazos casi horizontales en el cuerpo. Uno en el pecho, desde la izquierda y adelante, que lesionó pulmón derecho. El segundo en el abdomen a la altura del ombligo, seguramente mientras caía hacia atrás y que provocó estallido del hígado. El tercero encima del pubis prácticamente horizontal, probablemente simultáneo con el primero. Tiene además otro balazo en el muslo. No muere instantáneamente, sino por hemorragia interna.
Retuvieron 6 horas las ambulancias
Las autopsias revelaron que además Raúl Gancio, José Abreu y Justo Sena no murieron instantáneamente, sino por hemorragias internas. Jaime Pérez denunció al respecto en su exposición del 2 de mayo en la Cámara de Representantes, que “a la 1.30 de la madrugada ya había dos ambulancias de Salud Pública, con sus médicos y personal respectivos, que ansiaban socorrer y salvar la vida da los que estuvieran heridos de gravedad. Sin embargo, no se les permitió aproximarse hasta las 7.30 de la mañana. Es decir que estuvieron seis horas plantados, mientras dos de esos compañeros se desangraban y por esa vía morían”.
Uno de los vecinos testimonió que “siendo las cinco de la mañana quisimos salir con un médico para prestar asistencia a dos heridos que estaban tirados en la calle y que todavía se movían. Varios soldados nos lo impidieron violentamente”.
Estaba amaneciendo cuando permitieron acercarse a las ambulancias para recoger los cuerpos. Con teleobjetivo, un fotógrafo logró registrar el lugar donde permanecían algunos cuerpos. Luego se ordena echar tierra sobre la sangre.
Barro con sangre obrera
“Esa tierra se hace barro, pero un barro muy especial –dirá en Cámara Jaime Pérez-, es el barro de la sangre de los trabajadores que fueron asesinados”. Y advertía sobre la necesidad de realizar una investigación a fondo de los hechos, para que los responsables, también de la herida al capitán Busconi, reciban el castigo que merecen por asesinar impunemente.
No todo fue histeria
En los mismos términos se manifestó Rodney Arismendi al polemizar con el Ministro de Defensa de la época, que se presentó a convalidar políticamente el crimen, trasladando una versión falseada de los hechos en el curso del debate realizado por la Asamblea General entre el 13 y el 15 de mayo.
“El Señor ministro alza la voz para tratar de justificar lo que no se justificará nunca en la historia del país –acotó Arismendi-, por ser un crimen infame, donde pueden haber entrado elementos de histeria, aunque no todo fue histeria.
(…) pobre jefe militar si sus hombres, en cualquier circunstancia son capaces ante gente desarmada o con las manos en alto, de dispararles tiros en la nuca y asesinarlos en medio de la calle, inermes. ¿Esa es la moral del Ejército Uruguayo? Yo lo rechazo. Yo creo que existe otra, que no mata por la nuca a hombres desarmados.”
“Estoy seguro que nadie en las Fuerzas Armadas admitiría que ése es el criterio, aún en el caso de que se hubiere disparado desde el local. Y esto lo rechazo terminantemente, porque es una infamia y se prueba por parte de la Justicia Militar. En esta azotea tan “terrible” sobrevivieron dos personas que estuvieron durante ocho horas. (…) son golpeados en el vehículo que los lleva. Salvan sus vidas y son puestos en libertad por el juez militar. Están en la calle, actuando libremente, porque el juez militar los liberó: los dos sobrevivientes de la azotea desde la cual “partían tiros” y había “tanto peligro”.
“Lo que está probado es que el juez militar los puso en libertad, en absoluto, sin cortapisas, sin ninguna limitación. Eso es lo que está probado hasta ahora. Asimismo, está probado que el juez militar no procesa al otro sobreviviente, Machado”.
“Está probado por la autopsia de los siete muertos, las características de las heridas. Esos no son hombres caídos en combate, son personas ejecutadas y algunas, por la espalda, de un solo tiro en la nuca. Esto también está comprobado en documento público de médico forense en poder del juez militar y de la justicia ordinaria”.
Hasta aquí la investigación periodística de 1987, sobre los hechos, que también recoge las denuncias realizadas por los parlamentarios del PCU, el Frente Amplio y el Partido Nacional en el Parlamento en el mismo 1972.
Es importante agregar que, en el marco de un paro general resuelto por la CNT, porque los ocho obreros asesinados eran militantes sindicales y también en defensa de la democracia y contra la violencia fascista, decenas de miles de personas pasaron por el local central del PCU, en Sierra (ahora Fernández Crespo). Legisladores de todos los partidos, dirigentes sindicales, estudiantiles, intelectuales y artistas y una presencia muy especial. En una actitud conmovedora, el Arzobispo de Montevideo, Monseñor Carlos Parteli, concurre al velatorio en el Comité Central del PCU y ora ante los féretros de los obreros asesinados.
El compromiso, emoción y amor que provoca la 20° en los sectores democráticos de nuestro pueblo tiene como contracara el odio que genera en los fascistas y en los impunes. La fachada de la 20° fue destruida tres veces. La primera en abril de 1972, por los cientos de balas que destrozaron los vidrios, las puertas y hasta el revoque. La segunda, en dictadura, poco después del golpe de Estado, fuerzas militares, utilizando incluso bulldozer, destrozaron la fachada reconstruida. La tercera fue apenas recuperada la democracia con una bomba que arrancó la puerta y dañó la fachada. Las tres veces fue reconstruida por el PCU, la UJC y la solidaridad de nuestro pueblo.
En el año 2000, por iniciativa del PCU y con un sacrificado trabajo del abogado Walter De León, se abre una causa judicial. Se escuchan testimonios, se reconstruyen los hechos y se realiza una autopsia histórica, a cargo del experto forense Hugo Rodríguez, que confirma que todos los obreros fueron ejecutados. A pesar de la iniciativa del juez Vomero, el fiscal Moller bloquea la investigación.
Como ya lo dijimos, hoy, fruto de la lucha de nuestro pueblo y de la decisión política e institucional del Poder Ejecutivo, la 20º es Monumento Histórico Nacional.
Ese año el arzobispo de Montevideo, monseñor Daniel Sturla, emulando el gesto de Partelli décadas atrás, concurrió al acto y rezó en él.
A 51 años de los ocho asesinatos y de la brutal provocación seguimos construyendo memoria, seguimos recordando, seguimos investigando, seguimos luchando contra la impunidad y seguimos reclamando Verdad y Justicia, única manera de construir el Nunca Más Dictadura y Nunca Más Terrorismo de Estado, en nuestra patria.
A 51 años, Seguimos porfiando futuro, porque como dijo Zitarrosa: “Fruto maduro del árbol del pueblo, la canción mía, siempre porfía”.
Arismendi: La unión de todo el pueblo
“El nombre de estos mártires gloriosos, obreros ellos, militantes templados, serenos, sin aparentes lucimientos ni estridencias, pero héroes en el trabajo cotidiano de construir la organización y también la conciencia del pueblo uruguayo para su liberación, se suma a nuestras filas a Líber, a Hugo, a Susana; a María del Carmen Díaz, a Urián Correa, militantes sindicales caídos en otros períodos y a los numerosos compañeros muertos en las Brigadas Internacionales de España, en la lucha, también contra el fascismo. A Nieto, Spósito y otros jóvenes y mártires de la libertad de América Latina, caídos en la lucha contra el imperialismo y contra la reacción.
Nosotros hemos dicho, una y otra vez, que la República no se divide por el uniforme militar, por el mameluco obrero, por la sotana del sacerdote o la ropa del campesino, por el traje del estudiante o el intelectual; se divide entre oligarquía y pueblo; patria e imperialismo; fascismo y democracia.
Condenamos al fascismo, a la oligarquía, a los enemigos del pueblo, al antipatria; y estamos abrazados con el pueblo todo que no quiere que la República se hunda en mar de sangre, de dolor, de miseria, de crisis, que noche a noche los cadáveres se vuelvan noticia habitual de la prensa.
Ninguno de nosotros cuando hemos tomado la ruta del pueblo, hemos pensado quedar para semillas. Ninguno hemos pensado que cuando se trata del pan del obrero, del derecho de las familias, del pueblo, de la alegría del niño, de la tranquilidad del viejo, del destino de la patria, del “Libertad o Muerte” de la histórica bandera, íbamos a detenernos a pensar en la suerte personal de cada uno.
Los hechos trágicos que vamos atravesando juntos, nos hacen más unidos y más amplios, y es más estrecho, más frenético, más tembloroso, más derrotado históricamente el campo de nuestro enemigo.
Para derrotar al fascismo y salvar al país el único camino es la unión profunda y total de todo el pueblo y de la clase obrera.
Compañeros Mendiola, Abreu, Gancio, López, González, Sena, Fernández: obreros modestos, militantes aguerridos y disciplinados de nuestra causa, ustedes han entrado en la gran historia del país. Vuestros nombres estarán inscriptos junto a aquellos que lo dieron todo por la causa del pueblo y la voluntad de la patria.
En su homenaje, derrotando las lágrimas, los puños en alto”.
(*) Palabras de despedida a los mártires de la 20 pronunciadas por Rodney Arismendi el 19 de abril de 1972. Nombra solo siete compañeros porque Héctor Cervelli murió días después al no recuperarse de las heridas recibidas.
Foto de portada:
Cuerpos en la calle: “Siendo las cinco de la mañana quisimos salir con un médico para prestar asistencia a dos heridos que estaban tirados en la calle y que todavía se movían. Varios soldados nos lo impidieron violentamente”.