Foto: Presidencia de la República.

Ajuste en marcha

Por Bruno Giometti

En los últimos días, el Instituto Nacional de Estadística dio a conocer sendos informes, referidos a la evolución del empleo (correspondiente al mes de abril) y los salarios (correspondiente al mes de mayo). Estos datos ratifican lo establecido en los informes publicados hace aproximadamente un mes, reflejando un deterioro en las principales variables del mercado de trabajo como son el empleo y el salario real.

En lo que respecta al informe de empleo, correspondiente como dijimos al mes de abril, algo en principio llamativo es que la tasa de desempleo, que ya había disminuido en marzo respecto a febrero, vuelve a disminuir levemente en abril para ubicarse en 9,7% (en febrero había sido 10,5% y en marzo 10,1%).

¿Cómo se explica que en la coyuntura en la que estamos, la tasa de desempleo disminuya? Sucede que para calcular dicha tasa se consideran las personas que no tienen trabajo pero están buscando activamente. Y en el contexto de la pandemia y el deterioro general del mercado de trabajo acontecido en los últimos meses, muchas personas dejaron de buscar activamente trabajo, entonces pasan a considerarse inactivos y no desocupados. Son los «trabajadores desalentados» que si bien quedan registrados como inactivos, no son inactivos «genuinos» como puede ser una persona jubilada o un estudiante de enseñanza media que no trabaja, sino que son desocupados.

Entre febrero y abril, la cantidad de personas que pasaron a ser inactivas es algo mayor a las que perdieron su trabajo, con lo cual la tasa de desempleo tuvo una disminución. Pero si tuviéramos en cuenta a los «trabajadores desalentados» como parte de los desocupados, la tasa de desempleo habría tenido un incremento.

El dato que mejor refleja la situación actual del mercado de trabajo es la tasa de empleo, que mide la relación entre los ocupados y la población en edad de trabajar. La tasa de empleo promedio en 2019 fue de 56,7% y en febrero de 2020 en 56,4%. Este indicador tuvo una fuerte caída en marzo y abril ubicándose este último mes en 52,1%. Esa caída de algo más de cuatro puntos porcentuales en la tasa de empleo representa aproximadamente unos 120.000 ocupados menos en relación a febrero.

Otro elemento relevante es que una parte significativa de los ocupados, actualmente son «ocupados ausentes» es decir que no están concurriendo a su trabajo, pero aparecen como ocupados porque esta situación es en principio, transitoria y esperan volver a trabajar. Un 23% del total de ocupados figuran como ocupados ausentes y aproximadamente dos tercios de ellos (unas 220.000) declaraba en abril que no están trabajando por encontrarse en cuarentena vinculada con el COVID-19 y/o en seguro de paro por suspensión. La pregunta es cuántos de estos 220.000 volverán a trabajar luego de terminado el contexto de emergencia sanitaria y cuántos pasarán a engrosar las filas del desempleo de forma definitiva. Esto lo sabremos recién cuando el INE haga públicos los informes de mercado de trabajo de los próximos meses.

En síntesis, el mercado de trabajo desde el mes de marzo, crisis sanitaria mediante, muestra un fuerte deterioro con caída del empleo, desaliento de los trabajadores (pasaje de población económicamente activa a inactiva) y altas probabilidades de que en los próximos meses la tasa de desempleo aumente de forma importante, dado que muchos «trabajadores desalentados» volverán a buscar empleo porque lo necesitan y al mismo tiempo una parte de quienes se encuentran en situación de suspensión actualmente, sean despedidos. Es importante que se tomen medidas para revertir lo más posible esta situación.

En lo que refiere al salario, el dato de mayo muestra una continuidad de la caída del salario real, comenzada en marzo.

Si consideramos lo sucedido en los últimos tres meses, desde el cambio de gobierno, el Indice Medio de Salarios tuvo una disminución de 0,3% al tiempo que la inflación fue de 3,9% en el trimestre. Resultado, una pérdida de poder de compra del salario de 4,1% en estos tres meses.

Considerando el último año móvil, es decir, el período que va de mayo 2019 a mayo 2020, el Indice Medio de Salarios se incrementó 7,6% (asociado a los ajustes salariales dados en julio 2019 y enero 2020 en los distintos sectores de actividad) mientras que en igual período la inflación fue de 11,1% (recordemos que la inflación se aceleró sobre todo a partir de marzo de este año, fruto del repunte del dólar, el aumento de los alimentos y el ajuste de tarifas vigente desde abril). Como resultado, tenemos que en el último año móvil el salario tuvo un deterioro de 3,1% en su poder de compra.

Esto contrasta con los últimos 15 años de crecimiento ininterrumpido del salario real.

Cabe agregar también que esto tiene un impacto directo también en las jubilaciones, que se ajustan por Indice Medio de Salarios. Y en conjunto, una caída de los salarios reales y las jubilaciones reales (ingresos de los cuales dependen la enorme mayoría de la población) tiene un impacto negativo en la demanda interna y por ende también en los ingresos de los pequeños y medianos comerciantes, productores, etc.

Con los lineamientos salariales planteados por el Poder Ejecutivo, analizados en el número anterior de EL POPULAR, es una certeza que el salario real tendrá una caída durante al menos dos años (2020 y 2021) sin un lineamiento claro de cómo se dará la recuperación cuando se recupere la economía.

Más allá de la incertidumbre existente, la mayoría de las proyecciones consideran que habrá una caída del PBI de la economía en 2020 y una recuperación de similar magnitud a lo largo de 2021. A su vez, las proyecciones también marcan que el empleo caerá más que el PBI y se recuperará de forma más lenta. Con los lineamientos salariales planteados tendríamos una caída del salario real en 2020 y 2021, mientras que la recuperación recién comenzaría en 2022. No se justifica que si la economía cae durante un año, el salario real tenga que deteriorarse durante dos años (sin que esto asegure, ni mucho menos, una mejora en los niveles de empleo). Con este panorama, entonces, vamos a un proceso de fuerte redistribución regresiva del ingreso, con una caída de la masa salarial muy severa en estos dos años (más allá de la recuperación parcial del empleo que se pueda producir en 2021) y una disminución del peso de los salarios en el ingreso nacional.

En este contexto complejo no queda otra opción que defender con toda nuestra fuerza el trabajo de calidad y el salario, dos pilares dentro del conjunto de conquistas logradas por el pueblo uruguayo en los 15 años de gobiernos del Frente Amplio.

 

 

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