Amelia volvió a su pueblo

Con esa frase Madres y Familiares de Desaparecidos anunció que la compañera que recuperamos hace casi un año en el Batallón 14 de Infantería de Toledo es Amelia Sanjurjo.

En ese momento se arremolinaron sentimientos mezclados, contradictorios. Emoción por la confirmación, por la culminación de un esfuerzo enorme, por una nueva victoria contra la barbarie. Alivio por haber logrado ponerle nombre, identidad; por haber recuperado una compañera. Indignación por comprobar la atrocidad del triple crimen que cometieron con Amelia, su asesinato, el de su bebe y el año adicional de silencio cobarde. Rabia por la cobardía de los asesinos y desaparecedores que se prolonga en el tiempo. Ganas de abrazar a Amelia, a su familia, a sus compañeros, a los familiares de las y los que faltan.

En medio de la emoción es necesario decir que Amelia era una mujer comprometida y valiente. Le decían “Pocha”. Vendía libros, pero además era una gran lectora y le gustaba compartir lecturas, sobre todos con las y los niños. Amelia era una militante, social y política. Militaba en el Partido Comunista de Uruguay (PCU) y antes lo había hecho en la UJC. Quienes compartieron con ella destacan su convicción y su compromiso. Era una organizadora de la lucha a todas horas, siempre. Colón, el barrio donde vivía, fue uno de los lugares donde desplegó su compromiso. Amelia era dulce y firme. Nunca rehúyo asumir responsabilidades. Tampoco en los duros momentos del golpe de Estado, la dictadura y la represión. Era la secretaria de Organización del Seccional 9° del PCU, que nuclea a las y los militantes comunistas de Colón y Lezica. La vigilaron, la persiguieron, la secuestraron en la calle cuando iba a su trabajo un 2 de noviembre de 1977. La detención de Amelia no fue un hecho aislado fue en el marco del Plan Morgan, una operación de exterminio contra la izquierda y el movimiento popular, pero muy particularmente contra el PCU y la UJC, que tuvo como resultado miles de presas y presos, torturados, decenas de desaparecidos y asesinados. La llevaron al centro clandestino de detención de La Tablada, donde mandaba el Organismo Coordinador de Operaciones Antisubversivas (OCOA), la torturaron con saña, compañeras y compañeros reconocieron su voz entre los tormentos. Cuentan que la querían obligar a pararse y ella decía que ya no podía. Con la bestialidad de la tortura y la furia fascista destruyeron su cuerpo, pero no su convicción, su firmeza. No dio un solo nombre. Protegió a sus compañeros con su vida. Amelia estaba embarazada cuando la detuvieron y la torturaron. Los asesinos trasladaron su cuerpo al Batallón 14 de Infantería, la enterraron desnuda, boca abajo, en un lecho de cal y con una loza arriba. Allí estuvo 47 años, secuestrada por el odio, la mentira y la cobardía. Ya no. La dignidad y la firmeza de Amelia triunfó y la recuperamos.

En medio de la emoción es necesario decir que recuperar e identificar a Amelia es el fruto de un enorme esfuerzo. De sus compañeros que denunciaron una y otra vez su secuestro y desaparición, que no se rindieron. De Madres y Familiares que continuó la búsqueda. De la Fiscalía Especializada en Delitos de Lesa Humanidad que puso todo el esfuerzo para que siguieran las excavaciones y luego para lograr la identificación. Del equipo de antropólogos que trabaja con un compromiso enorme, Amelia fue encontrada en la trinchera 405 del Batallón 14, eso quiere decir más de 400 excavaciones. De la Institución Nacional de Derechos Humanos y en especial de su equipo de investigación. Los que sabían y ocultaron durante 47 años, siguieron ocultando este año que pasó desde el hallazgo de su cuerpo. Hubo que reconstruir la vida de Amelia, sus lazos familiares, buscar muestras de ADN en Uruguay y en el exterior. Fue un esfuerzo enorme para derrotar a la barbarie y la mentira. No puede pasar desapercibido.

En medio de la emoción hay que denunciar a los asesinos y a la impunidad. No hay que tenerles miedo a las palabras, hay que ponerles a las cosas su verdadero nombre. Amelia, con su dignidad, es un grito contra la impunidad y contra la mentira. No hay dos versiones, ni hay dos demonios, ni hubo ninguna guerra. Hubo barbarie fascista. Hubo fascistas, con uniforme y sin él que reprimieron a su pueblo con saña. Hubo Terrorismo de Estado, porque los asesinos eran funcionarios públicos, militares y policías y usaban el presupuesto y la infraestructura del Estado para reprimir a su pueblo. Los que hicieron esto con Amelia no son valientes, ni defendieron la patria, ni pelearon ninguna batalla. Son torturadores, asesinos, secuestradores de niños, desaparecedores. Son cobardes, profundamente cobardes. Son mentirosos, mintieron siempre. Merecen la condena sin cortapisas de la sociedad. La impunidad es cruel, muy cruel, con los desaparecidos y sus familias, con las presas y los presos políticos y sus familias, con todas y todos los que sufrieron la represión y la persecución, pero, además, es un veneno contra la democracia y contra toda la sociedad. La impunidad nos hace menos libres e iguales. La impunidad sigue preservando a la mentira y a los criminales. Hay que terminar con la impunidad. Tenemos que construir, con movilización, con denuncia, con investigación, el Nunca Más, pero este presupone Verdad y Justicia. No se pueden separar. Por eso está muy bien que el fiscal Perciballe haya anunciado que pedirá que se reabra el caso de Amelia y se busque y castigue a los responsables.

En medio de la emoción hay que decir que la recuperación y la identificación de Amelia se dio porque hubo mucho coraje y valentía de Madres y Familiares y de sus compañeros del PCU para denunciar y para no rendirse. Se dio porque la búsqueda de los desaparecidos se ha transformado en causa nacional porque la abrazó el pueblo entero. Porque hoy somos cientos de miles los que reclamamos, los que no callamos. Porque el 20 de mayo, hace apenas unos días, volvió a demostrar que hay una ética popular que enfrenta y aísla a los criminales que siguen mintiendo, amenazando y chantajeando.

Amelia Sanjurjo, junto a Ubagésner Chaves Sosa, Fernando Miranda, Julio Castro, Ricardo Blanco, Eduardo Bleier, Roberto Gomensoro, Amaral, los hermanos Julien, Mariana, Simón y Macarena, hoy han vuelto a sus familias, a sus compañeros, a su pueblo. 

La dignidad de Amelia venció a la cobardía de sus asesinos. Por eso cuando se conoció la noticia se multiplicaron los poemas, los videos, las fotos, cientos de sus compañeros del PCU, de la UJC, del FA, hicieron pintadas, colgaron pasacalles. No pudimos protegerla de la barbarie de la dictadura asesina. Durante casi 50 años la mantuvieron secuestrada. Pero hoy nada ni nadie nos impedirá abrazarla, honrarla, expresarle de mil maneras nuestro amor.

Que lo sepan los impunes: no nos vamos a rendir, vamos a seguir denunciando y buscando, diciendo la verdad y comprometiéndonos, hasta encontrarlas, a todas y todos. 

Nuestro amor y nuestro compromiso con la verdad y la justicia es mucho más grande que el odio y la cobardía de los impunes.

Amelia volvió a su pueblo. Cientos de miles te decimos, de mil maneras: Presente compañera querida.

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