Por Rony Corbo
Al cumplirse 57 años del Golpe Militar de 1964 en Brasil, el gobierno de Jair Bolsonaro enfrenta una crisis de múltiples frentes. El presidente celebró el golpe militar en las redes, donde cuenta con una importante estrategia de marketing, instando a sus seguidores a estar cada vez más armados, con el discurso del odio, de intolerancia y el uso de la fuerza, características típicas de los regímenes totalitarios. También lanzó duros ataques contra el Congreso y contra el Supremo Tribunal Federal.
Bolsonaro decidió cambiar por cuarta vez en su mandato el Ministro de Salud, producto de los 310 mil fallecidos y casi 13 millones de contagiados de COVID, con lo que planea impactar en la opinión publica, sobre todo en las capas medias que están con un opinión muy crítica del manejo de la pandemia en Brasil. La última medición de popularidad de Bolsonaro lo sitúa en un 27% de apoyo.
La crisis social y económica también es impactante. Los datos de la Encuesta Nacional Continua de Hogares (Pnad), del Instituto Brasileño de Geografía y Estadística (IBGE), publicados el miércoles 31 de marzo, señalan que 14,3 millones de brasileños se encuentran buscando trabajo y 6 millones más ni siquiera ya lo buscan.
Tras un receso de tres meses, el gobierno anunció que estudia reactivar el pago de la ayuda de emergencia a las familias sin empleo la próxima semana. El beneficio interrumpido en diciembre, va desde R $ 150 a R $ 375. Sectores de oposición reclaman un mínimo de 600 reales, para cubrir una canasta básica.
El presidente brasileño también cambió al ministro de Relaciones Exteriores, muy cuestionado por el manejo de las relaciones internacionales de Brasil, quizás como señal a la nueva administración de los EEUU, con la que tiene una pésima relación. Ernesto Araujo un líder nacionalista, religioso, antiglobalista, de extrema derecha, será sustituido por el diplomático Carlos Alberto França.
Pero el reemplazo más significativo parece haber sido la destitución del ministro de Defensa, general Fernando Azevedo, quien defendió, según manifestó, la independencia de las FFAA ante el intento de Bolsonaro de que estas intervinieran en los Estados que han tomado medidas de afectar la movilidad de las personas por la COVID.
La destitución de Azevedo motivó la renuncia inmediata de los comandantes del Ejército, la Marina y la Fuerza Aérea, abriendo un nuevo frente al presidente brasileño, en este caso con uno de los sectores en que basó su elección y que hoy muestra fisuras.
El nuevo ministro de Defensa, general Braga Netto fue confirmado en la noche del martes (30), y lo primero que hizo fue publicar una nota referente al 57 aniversario del golpe militar de 1964, al que denomina “movimiento 31 de marzo de 1964”. En sus palabras, “era responsabilidad de las Fuerzas Armadas pacificar el país, enfrentando el desgaste para reorganizarlo y garantizar las libertades democráticas de hoy”, lo que provocó el inmediato rechazo de los sectores democráticos de Brasil.
El mapa político de Brasil: Al centro que hay lugar
El gobierno de Bolsonaro se consolidó sobre cuatro frentes. Un núcleo ideológico fuerte con Olavo de Carvalho, el consultor, astrólogo y autodenominado filósofo, antiglobalista y ultraconservador, como una figura clave desde la asesoría ideológica a Jair Bolsonaro. El segundo, el entonces ministro de Justicia, Sergio Moro, y su lucha contra la corrupción. El tercero las Fuerzas Armadas y su influencia. El cuarto la iglesias evangélicas, sus cadenas televisivas y de prensa y su estructura en todo Brasil.
La decisión de la justicia brasileña de anular las condenas del expresidente Luiz Inácio Lula da Silva en la Operación Lava Jato cambia completamente el contexto político de Brasil. En una doble jugada, Lula al ser absuelto acusa a Moro de orquestar el golpe contra Dilma y su prisión, para que no compitiera en las elecciones lo que permitió el triunfo de Bolsonaro y pide se lo investigue.
Las acusaciones a Moro, de orquestar con la CIA el golpe a Dilma y proscribir a Lula y el papel de la justicia, hacen que Bolsonaro tenga que salir a presionar a un poder que había actuado a su favor. Esto provocó el inmediato reclamo del Poder Judicial, que defendió su independencia.
A la pérdida del apoyo de un aparte de los gobiernos estaduales (18 de los 27 gobernadores cuestionan abiertamente a Bolsonaro), se suma ahora un espectro político importante que ya piensa en las elecciones de 2022.
Se hacen cada vez más duras las críticas de un conglomerado de partidos, que se definen pragmáticos, denominado Centrão, que denuncian el colapso generalizado de hospitales, clínicas y hasta de los servicios funerarios, temas que comprometen la reelección de muchos de ellos al Congreso. Este grupo busca una propuesta que dispute las elecciones a Bolsonaro y posiblemente a Lula e impulsará una candidatura de centro, con base en la defensa de le democracia.
Aquí aparecen desde el DEM de Mahia, pasando por Ciro Gómez, hasta el PSDB y el MDB. Todos buscarán el apoyo de las clases medias y altas urbanas desencantadas con Bolsonaro e intentarán recuperarse en esta elección. Ya tuvieron una muy buena votación en las elecciones municipales de 2020.
Las poderosas iglesias evangélicas, que tienen presencia en los medios de comunicación y son poderosas en su influencia política, parecen ser las más fieles aliadas de Bolsonaro. Sus seguidores han aumentado un 61% en los últimos 10 años. Hoy, los entre 40 y 42 millones de evangélicos de Brasil son una potencia no sólo económica, cuentan además con 600 emisoras de radio, 23 televisoras, 150 periódicos, más su trabajo en las redes sociales y sus iglesias, desde los megatemplos, hasta las pequeñas en toda la periferia de los centros urbanos de Brasil.
Además de la acción de los parlamentarios de la bancada evangélica (71 diputados), las iglesias neopetencostales libran una «guerra cultural» para incidir en la construcción de la identidad de la sociedad brasileña, cosa que ya consiguieron incluso en los planes de estudio de las escuelas estando al frente del Ministerio de Educación.
La cuestión militar
Según Folha de Sao Paulo, la relación entre el ex ministro de Defensa, Fernando Azevedo y el presidente Bolsonaro ya venía deteriorándose, llegando al límite la semana pasada, “cuando Bolsonaro volvió a insinuar que quería el apoyo del Ejército para aplicar medidas excepcionales como el estado de defensa en unidades de la Federación que aplican encierros contra el pandemia», medida a la que se opuso Azevedo siendo destituido.
Esto determinó que el Jefe de la Casa Civil, el general de Reserva Walter Souza Braga Netto, fuera nombrado nuevo ministro de Defensa.
En solidaridad con Azevedo, Edson Pujol (Ejército), Ilques Barbosa (Armada) y Antônio Carlos Moretti Bermudez (Fuerza Aérea) presentaron renuncia a sus cargos. Por primera vez en la historia de Brasil, sin ser un cambio de gobierno, renuncian simultáneamente los comandantes de las tres fuerzas que componen las Fuerzas Armadas Brasileñas.
Hacia fines del año pasado Edson Pujol, dijo que los militares no querían «ser parte de la política, y mucho menos dejar que la política entre en los cuarteles», en clara referencia a Bolsonaro. En la ocasión, el vicepresidente, el también general Hamilton Mourão, apoyó a Pujol.
El general Paulo Sergio Nogueira, jefe del Departamento de Personal General del Ejército y tercero en la lista de antigüedad, ocupará el lugar de Pujol. El general Décio Luís Schons, el más antiguo de la fuerza, fue dejado de lado por su cercanía con Pujol, al igual que el segundo más antiguo, Marco Antonio Freire.
Para la Armada se eligió al Almirante de Escuadrón Almir Garnier Santos. El teniente de brigada Carlos de Almeida Baptista Júnior es el nuevo comandante de la Fuerza Aérea.
Pero la base militar más fiel a Bolsonaro es la Policía Militar – que en Brasil actúa en Seguridad Pública- bajo el mando de los gobernadores. Ahí están las agresivas y peligrosas bases de las milicias bolsonaristas.
Bolsonaro siempre a la ofensiva
Bolsonaro volvió a dirigir sus ataques contra los gobernadores que, ante el inminente o ya consolidado colapso en salud, optan por medidas de restricción más duras y no permitan la movilidad. En un «modo de actuación por el caos» Bolsonaro amenaza a los gobernadores, al pacto federativo y coquetea con un Estado de Sitio,
“Brasil tiene que volver a trabajar. Esta política de aislamiento y medidas restrictivas con suspensión del derecho de ir y venir, solo agravará la situación. Tenemos que ser fuertes y creer en dios”, dijo el presidente.
Por su parte el fiscal general de la República, Augusto Aras, demandó el miércoles 31 al Supremo Tribunal Federal que permita las actividades religiosas en Semana Santa, incluso en medio de la peor fase de la nueva cepa de coronavirus.
A nivel popular los partidarios de Bolsonaro llamaron a una gran caravana para recordar el aniversario del golpe de estado, lo que será confrontado por el pueblo brasileño y sus organizaciones más representativas, quienes vivieron la crueldad de la dictadura brasileña.
Justamente en el aniversario del golpe, el archivo de Seguridad Nacional (NSA) estadounidense publicó documentación confidencial que confirma la participación de agentes de la dictadura brasileña en el derrocamiento de Salvador Allende buscando eliminar la vía pacifica al socialismo. Lo mismo que Bolsonaro y sus aliados buscan hoy.
Frente Democrático en defensa de la vida y la democracia
Las organizaciones sociales y los partidos políticos, democráticos, está conformandos un Frente Democrático en defensa de la Vida y la Democracia.
Con la participación de todas las organizaciones populares, todas las centrales sindicales, la parte más representativa de la sociedad civil, de la cultura, de la ciencia, de las artes. Un importante número de gobernadores, la centro-derecha que no apoya a Bolsonaro, toda la izquierda unida, los conservadores, los liberales y todas las fuerzas democráticas se unifican para enfrentar al fascismo en Brasil.
Un fascismo con apoyo de masas movilizadas y defendiendo al presidente Bolsonaro en la disputa del escenario político de Brasil y con él de una parte importante del destino de América Latina y el Caribe.
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