Los partidos de izquierda y el movimiento popular, enfrentados a Bolsonaro en grandes actos de masas.
Por Rony Corbo
El pueblo de Brasil celebró un nuevo aniversario del Grito de Ipiranga (independencia de Brasil) bajo el lema: “La vida es lo primero, en la lucha por la participación popular, la salud, la alimentación, la vivienda, el trabajo y los ingresos ahora”, sumando una quinta convocatoria al Acto de la Campaña #ForaBolsonaro.
Grandes movilizaciones en los principales estados de Brasil pidieron la salida del presidente. Las centrales sindicales firmaron un documento denunciando un intento de golpe y solicitando el impeachment del presidente de Brasil.
En poco más de 32 meses al frente del Planalto, Bolsonaro lidera un gobierno de destrucción y muerte, que profundizó los desequilibrios económicos y sociales, extendiendo el desempleo, el hambre, la miseria y la desesperanza. Los brasileños perdieron millones de empleos, derechos e ingresos. Con la pandemia de Covid-19 y la negligencia criminal federal, también se perdieron miles de vidas. En Brasil hubo 582.000 vidas perdidas como resultado del nuevo coronavirus y la negligencia oficial.
La situación ha llevado a que hoy dos tercios de los brasileños rechazan la gestión del presidente Bolsonaro. Según las encuestas si las elecciones fueran hoy el ex presidente Lula lo vencería por amplio margen, por lo que Bolsonaro busca descalificar el proceso electoral poniendo en duda el voto electrónico y generando desestabilización antes de los comicios que se celebrarán en el 2022.
Bolsonaro: Populismo fascistizante de masas
En Brasilia y en la Avenida Paulista, en São Paulo, el presidente Bolsonaro, luego de dos meses de preparación de estos actos con una campaña en todo el país, se dirigió a sus seguidores con una amenaza expresa de un golpe de estado, dando un ultimátum al Supremo Tribunal Federal (STF).
Bolsonaro llamó a sus hordas a incurrir en acciones contra la democracia, apuntando especialmente al STF, atacando al ministro Alexandre de Moraes, que comanda indagatorias que lo involucran y será el presidente del Tribunal Superior Electoral en las elecciones de 2022.
En medio de su discurso en São Paulo, Bolsonaro dijo que ya no aceptará ninguna decisión emanada del ministro Moraes, apuntando a una posible postura futura de falta de respeto a la Constitución.
“Si la Corte Suprema no cambia de rumbo, puede sufrir lo que no queremos», advirtió Bolsonaro. Sus partidarios fanáticos, muchos de ellos integrantes de iglesias evangelistas neo pentecostales y otros miembros de las milicias para policiales, gritaban: «Cierra la cancha manda bala”.
Sus partidarios cortaron carreteras en todo Brasil. Jugaron un papel central para esto los camioneros, mandados por sus patrones los empresarios del agro brasileño. Los camioneros, llegados de varios puntos del país, participaron de la denominada “toma de Brasilia”, ampliamente propagandeada en redes sociales, televisoras abiertas y radios de las iglesias evangelistas.
Los grandes jefes del agronegocio los financiaron y algunos lo reconocieron públicamente.
El tiro por la culata
El sociólogo y referente del PT, Emir Sader, manifestó que “en sus discursos, en Brasilia y en San Pablo, Bolsonaro concentró los ataques en el Poder Judicial, afirmando que éste “pagaría su precio”, en caso de no recular y seguir limitando la capacidad de acción del presidente. Además, reiteró su disposición a desobedecer las decisiones del Poder Judicial. Llegó a decir que convocaría al Consejo de la República, órgano que podría discutir la intervención en las provincias o decretar Estado de Sitio. Pero, al no tener respuesta positiva de los miembros de ese Consejo, retiró la convocatoria”.
“En su conjunto, si quería cambiar la situación de desgaste que lo afecta este año, no lo ha logrado. Al contrario, lo aumentó. El temor a acciones violentas o algún tipo de invasión del Capitolio en Brasil no se manifestó en ninguna acción. El mismo PSDB, el partido de Cardoso, convocó a una reunión para discutir la posibilidad de un impeachment”, agregó
Lula: “Tengo fe en que vamos a reconstruir este país”
El ex presidente Luiz Inacio Lula da Silva se dirigió a Brasil, en la misma jornada que Bolsonaro. “Cada 7 de septiembre trataba de llevar un mensaje de esperanza al pueblo brasileño. Recuerdo que solía anunciar buenas noticias en esa fecha, porque Brasil, en ese momento, era un país donde la vida de las personas estaba cambiando para mejor”, recordó el mandatario.
“Cada día se creaban más puestos de trabajo, aumentaban los salarios, llegaban a la universidad jóvenes negros e hijos de trabajadores, se abrían oportunidades para quienes necesitaban una oportunidad”, agregó, señalando que el Día de la Independencia también se convirtió en “un día para compartir nuestros logros”.
Lula también enfatizó que es función de un presidente “mantener viva la confianza de la población en el presente y futuro del país”.
«Un presidente tiene que saber unir fuerzas para gobernar con ese sentimiento permanente, porque es él quien da el ejemplo al país», enfatizó.
Para Lula, “el camino hacia la prosperidad pasa por inversiones sólidas en programas que incluyen a la población más vulnerable en el presupuesto federal. Además, se necesita una reforma fiscal más justa para quien gane menos y equilibrada para los más ricos”.
Lula finalizó su discurso pidiendo a los brasileños que confíen en su capacidad “para superar la adversidad y que tengan fe en tiempos mejores para las generaciones actuales y futuras. Sé que la vida nunca ha sido más difícil para la gran mayoría de nuestra gente”.
Como en el resto de América Latina, la confrontación de clases se agudiza en el país más grande e importante del continente. De ese desenlace no sólo depende el pueblo brasileño sino la Revolución Continental toda.