Por Rony Corbo
La derrota en las urnas de Donald Trump es una muy buena noticia, por muchas razones.
Más allá de sus amenazas, la orden del fiscal general de EEUU William Barr de recontar los votos (jugada de Trump de judicializar las elecciones), el llamado de Steve Bannon de decapitar y poner las cabezas en picas en la Casa Blanca del Director de Salud Antonhy Fauci y del Director del FBI Chistopher Wray y la comparecencia de Mike Pompeo diciendo que la transición será hacia un segundo gobierno de Trump, la suerte del magnate neoyorquino parece estar echada.
En momentos en que la extrema derecha y su discurso xenófobo gana terreno en Europa con un discurso antiglobalizador, populista de derecha, antiinmigrante, que las posiciones supremacistas y racistas, promovidas por Trump, que incentivaron la división, el odio y la violencia y de abuso policial en los Estados Unidos, un cambio de gobierno en el decadente imperio es una buena cosa.
A nivel internacional Trump retiró a los EEUU del acuerdo del clima de París y de la Organización Mundial de la Salud (OMS) en medio de la pandemia; se fue de la UNESCO y del Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas.
En Latinoamérica y el Caribe Trump intensificó las sanciones y el bloqueo en contra de Cuba, Venezuela y Nicaragua y presionó a Argentina y México; impuso nuevamente a Luis Almagro en la OEA y por primera vez los EEUU presiden el Banco Interamericano de Desarrollo con Mauricio Claver-Carone.
En lo interno, en su gobierno fue extremadamente ineficaz en la lucha contra el coronavirus, lo que deja a EEUU con 9 millones de personas infectadas y con más de 236 mil fallecidos.
30 millones de personas están desempleadas y 40 millones de personas con orden de desalojo por no pagar la hipoteca.
Con Trump pierde el complejo militar industrial, el Ku Klux Klan, y los grandes industriales anti China. Perdieron las mafias cubana y venezolana de Miami, herederas directas de los Mas Canosa, Luis Orlando Bosch y Luis Posada Carriles. Lo mismo para los exiliados venezolanos en La Florida, desde María Corina Machado a todos los amigos de Juan Guaidó quienes lloraban la derrota de Trump amenazando que no permitirían un gobierno “socialista” en los Estados Unidos.
Con la derrota de Trump pierden Jair Bolsonaro, Iván Duque y la derecha radical en Latinoamérica y el Caribe. Pierde el Grupo de Lima y pierde Lacalle Pou que mandó a su canciller Bustillo a reunirse con Pompeo convencido del triunfo de Donald.
Pero a no engañarse. El triunfo de Biden, un demócrata conservador del statu quo norteamericano, es un ajuste de las clases dominantes estadounidenses para intentar salvar al imperio de su decadencia y la crisis estructural. La política mundial de Donald Trump lo había aislado del “concierto” internacional.
Sistema electoral y “donaciones”
El sistema electoral norteamericano indirecto, conocido como colegio electoral, fue hecho a decir del ex presidente Alexander Hamilton “para evitar los desbordes del populacho” o sea es la expresión de clase del modelo burgués, para que su elite gobierne siempre y los sectores populares a través de sus representaciones políticas no lleguen nunca a gobernar los EEUU.
En el proceso electoral son determinantes las donaciones que reciben los candidatos. Su estudio permite comprender a quienes responderá el presidente en caso de ser electo. Un candidato político no llega a ninguna parte en Estados Unidos, sobre todo no a la Casa Blanca, sin tener muchos millones de dólares para invertir en su campaña.
Durante la actual campaña electoral, los candidatos de todos los partidos recaudaron la suma récord de 3.700 millones de dólares según datos de la Comisión Federal Electoral (FEC). La FEC es una agencia federal independiente que regula la financiación de campañas electorales.
Biden recaudó $ 1.070 millones y Trump $ 730.
Los principales donantes de la campaña de Donald Trump provienen de los grandes bancos, de los seguros, del sector energético e inmobiliario, y también obtiene cuantiosas donaciones de las industrias de la construcción y la salud. Su principal donante fue Sheldon Adelson, el dueño de un casino en Las Vegas y, según The Guardian, un “ardiente conservador pro-israelí” que terminó donando 183 millones de dólares para la campaña del neoyorquino.
Lo sigue el empresario financiero Stephen Schwarzman, del fondo Blackstone. Otra figura crucial de apoyo a Trump es Isaac Perlmutter, un empresario israelí-estadounidense con una fortuna de US$4.200 millones vinculada a la casa matriz de las historietas de superhéroes Marvel.
Por su parte el gran donante de Joe Biden es Wall Street. Entre los principales donantes se encuentran el fundador de Evercore, Roger Altman, el inversor Blair Effron, el director de operaciones de Blackstone, Jonathan Gray, el ex ejecutivo de Citigroup, Ray McGuire, y el cofundador de Centerbridge Partners, Mark Gallogly.
Biden también recibió 110 millones de dólares del magnate de la comunicación Michael Bloomberg. También aparecen el controversial multimillonario húngaro George Soros, el director de Hollywood, Steven Spielberg y Meg Whitman, la exjefa del portal de comercio electrónico eBay.
La política exterior de los EEUU
Como es evidente no será Biden quien tome las decisiones de las políticas en los EEUU. A nivel internacional de ello se encargará el lobby de la élite globalista, el gran capital trasnacional, la Red Atlas y su red de think tanks de la derecha, Wall Street, el Deep State y, obviamente, el aparato armamentista-militar.
A nivel internacional se apostará a un regreso al multilateralismo, a un acercamiento con la Unión Europea y Japón y a un dialogo con China. Se volverá a los organismos donde Trump se retiró.
En Latinoamérica y el Caribe, Argentina, Chile, Brasil y Bolivia son muy importantes, porque uno de los sectores estratégicos para la economía norteamericana son los minerales como el litio, y también las tierras raras, que se encuentran en Latinoamérica (y no se necesita importarlas de China), imprescindibles para el desarrollo de sectores como armamento, computadoras y telecomunicaciones. Igualmente los agronegocios de Brasil, lo cual Bolsonaro anuncio combatir “con pólvora”.
Se flexibilizaran los bloqueos a Cuba y Venezuela. Biden va a apostar a un Plan Marshall para Centroamérica para generar empleo y terminar con la inmigración ilegal. Es de esperar que Joe Biden ponga fin a las políticas inmigratorias de Trump y dejar de construir el muro en la frontera mexicana.
Con la administración Biden, seguramente cambiará la dinámica en la Organización de Estados Americanos (OEA) y Claver-Carone saldrá del Banco Interamericano de Desarrollo, donde fue impuesto por Trump hace poco tiempo.
Julissa Reynoso, ex embajadora de Estados Unidos en Uruguay y asesora de Biden para Latinoamérica dijo que Estados Unidos puede lograr más si lidera con el ejemplo y fomenta el consenso.
Eso significa la sustitución de la doctrina Monroe. “Promulgar estas doctrinas como si los latinoamericanos estuvieran esencialmente a nuestra disposición no es útil”, dijo Reynoso.
En síntesis si bien las políticas de Estados Unidos para América Latina son comunes a los dos partidos, (republicanos y demócratas) lo que seguramente cambie son las formas de relacionamiento pasando a tener “la política” un lugar central. Veremos.