Quienes mueren luchando viven en cada compañero, siempre recordamos a los mártires del pueblo.
UJC
De qué otra cosa se podría hablar esta semana si no es del aniversario de Los 8 de la 20. Los ocho compañeros cobardemente fusilados. Recordar y honrar a los mártires es un ejercicio de memoria, es homenajear su vida de lucha y entrega.
Luis Alberto Mendiola, José Abreu, Ricardo González, Ruben López, Elman Fernández, Justo Sena, Raúl Gancio, Héctor Cervelli. ocho trabajadores, unidos esa noche por el horror desatado desde el poder, pero que estaban ya unidos para siempre desde mucho antes, desde el momento que tomaron partido por un futuro de felicidad compartida. Aquella noche le tocaba hacer guardia a Mendiola, y el comentario en cada esquina del barrio era que no había que dejarlo solo, que estaba complicado el ambiente en los alrededores de la 20. Recordar esa circunstancia cada año no es alimentar un relato mítico, sino ver cómo allí, horas antes de la tragedia, se palpaba en hechos concretos el mundo por el que los 8 en conjunto con miles luchaban, y contra lo que pretendieron atentar esa noche.
¿Quién no hubiera acompañado a Mendiola ese día? ¿Quién de nosotros no está dispuesto a hacerle el dos a un compañero cuando la cosa parece jodida? La respuesta que encontramos es que cualquiera de nosotros hubiera estado, no por vocación de héroe ni por aspiración a mártir, ninguno de ellos la tenía; sino porque los vinculaba, como a todos nosotros, la solidaridad y el compañerismo, el poner el hombro por el que anda jodido y compartir las alegrías. La preocupación genuina por el bienestar y la seguridad de quien está a nuestro lado, el entendimiento de que a las cosas más difíciles lo mejor es enfrentarlas acompañados. Y eso, que no es más que empatía, aunque haya a quienes les cueste entenderlo, es lo que nos une con los ocho. Su lucha es la nuestra, y su accionar, muy probablemente, también sería el nuestro.
Ni ilustrados, ni valientes
El homenaje implica no olvidar, pero también recordar la otra parte de la historia. Esa con cara de cobardía, que mató a ocho militantes desarmados a sangre fría, dejándolos desangrarse en la calle.
Esa cobardía que se escondió detrás de un comunicado mentiroso, diciendo que desde el seccional se disparó contra una casa, afirmando que se encontraron armas en el allanamiento, en fin, un intento inútil por justificar el atroz crimen que cometieron fuerzas policiales y militares, amparadas por el gobierno, y con las armas cargadas por aquellos que se enriquecen con la desigualdad. Una provocación burda, que buscó detener el avance de nuestro pueblo, pero solo logró mancharse de sangre las manos. Porque el Uruguay piensa, lucha y no se detiene.
Esa cobardía la vemos hoy en día, en quienes buscan tergiversar la historia y la verdad. Fueron y son cobardes quienes justifican el terrorismo de Estado y sus acciones, se abrazan a la falsa teoría de los dos demonios, repiten con cara de piedra “nunca más ningún terrorismo”. Son cobardes, que intentan negar los crímenes de lesa humanidad, que intentan quitarle responsabilidad al estado uruguayo, y mienten descaradamente cuando hablan de guerras civiles y enemigos internos. El enemigo son ellos, enemigos de la patria y del pueblo uruguayo, que persiguieron, torturaron, mataron y desaparecieron a miles de compatriotas que solo luchaban por la pública felicidad.
También son el enemigo hoy, cuando buscan ensuciar la lucha de los familiares, cuando se ausentan del reconocimiento a las Muchachas de Abril, o cuando directamente justifican su asesinato. Son el enemigo cuando buscan liberar los archivos de la inteligencia militar, exponiendo y revictimizando a todos quienes fueron víctimas del espionaje. Cuando quieren habilitar la prisión domiciliaria a los represores y torturadores, cuando validan (por acción u omisión) la idea de que son “presos políticos”.
Con el corazón en el futuro
Como jóvenes debemos no solo recordar a quienes murieron en la lucha contra el fascismo y el terrorismo de Estado, debemos seguir luchando en contra de la impunidad. Tenemos que hacer gala de las mejores tradiciones de la juventud uruguaya, que es la lucha incansable para pelear contra este mundo que nos excluye. Contra quienes entregan la soberanía de nuestro país y con ella nuestro futuro. Contra quienes nos condenan a bajos salarios y trabajos precarios, que con el costo actual de las cosas hacen que el desarrollo de un proyecto de vida propio suene a fantasía. Son los mismos que nos quieren trabajando cada vez más por menos plata, o educándonos con cada vez menos contenidos y en peores condiciones, porque quieren profundizar la desigualdad y marginar la opinión de docentes y estudiantes.
Recordar hoy a nuestros ocho compañeros de la 20 implica, también, hacer frente a aquellos que con sus políticas solo profundizan la pobreza, esa que sabemos tiene cara de mujer y de niño. Hacer frente a aquellos que solo nos ofrecen represión, autoritarismo y persecución, como contrapartida a nuestra organización y movilización por los derechos más básicos: la posibilidad de estudiar, trabajar y vivir en condiciones en las que levantarse todos los días valga la pena.
Es momento de discutir, movilizarse y ser parte de la defensa de nuestros derechos; como en aquel momento hicieron los ocho, y como lo hicieron tantos y tantas otras. Los desafíos no son los mismos, claramente, pero en el fondo la cuestión es siempre entre libertad y despotismo. Entre una verdadera democracia, con derechos para todos, o un país para pocos, que disfrutan solo quienes pueden pagarlo.
Hoy el mejor homenaje que podemos hacer es no bajar los brazos, es la lucha por la dignidad de nuestro pueblo. Hoy, eso se expresa en el plebiscito por una seguridad social digna, en el campo popular organizado y movilizado para llegar a las firmas que lo habiliten, y la militancia para que en las elecciones el pueblo lo ratifique.
Hoy el mejor homenaje que podemos hacer es que vuelva el Frente Amplio al gobierno. Y ese homenaje no se hace solo con el voto. Hay que seguir afinando el rumbo, forjando nuestros objetivos, redoblando esfuerzos, avanzando, porque la lucha es y será nuestra herramienta para transformar la sociedad. Es con el voto el último domingo de octubre, y es en las calles construyendo poder popular.
Es momento de pararnos en unidad, con una perspectiva de transformaciones profundas para cambiar el futuro, nuestro futuro, defendiendo como una trinchera la alegría y teniendo como horizonte un mundo donde seamos socialmente iguales. Porque la canción nuestra, como decía Zitarroza, siempre porfía.
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Militantes de la Unión de la Juventud Comunista (UJC) en el acto por el 103 aniversario del Partido Comunista del Uruguay (PCU) en octubre pasado. Foto: Santiago Mazzarovich / adhocFOTOS.