20191110/ Javier Calvelo - adhocFOTOS/ URUGUAY/ MONTEVIDEO/ En campaña electoral hacia el balotaje la formula del Partido Nacional realizó un acto en el barrio Malvin en Molin de Perez de la ciudad de Montevideo. En la foto: Luis Lacalle Pou y los dirigentes de la "coalición multicolor" en el acto de la fórmula presidencial del Partido Nacional en el Molino de Perez en Montevideo. Foto: Javier Calvelo / adhocFOTOS

Cuestión de prismas

Gonzalo Perera

Desde que la Humanidad existe, la luz y sus manifestaciones asociadas, nos cautivan y maravillan. Desde las muy primeras formas de artes rupestres hasta la más moderna puesta en escena de un costoso juego de luces, dan cuenta de que la luz y sus reflejos nos impacta y conmueve.
Quizás algún complejo fenómeno óptico explique que, a fines del 2019, el electorado uruguayo haya optado, en su mayoría, por un gobierno de una coalición supuestamente multicolor.
Hoy sabemos que el gobierno es unicolor y ni siquiera es un gobierno blanco, es un gobierno herrerista, porque ninguna persona que haya apoyado ‘”Nuestro compromiso con Usted”, para impulsar la fórmula Wilson Ferreira Aldunate-Carlos Julio Pereyra, puede coherentemente sentirse representado por un gobierno de ajuste fiscal, concentración de la riqueza en los malla oro, seguidismo internacional al Departamento de Estado de USA, y por si fuera poco, amplias dosis de autoritarismo, ya sea legal (LUC), como concreto y cotidiano (larga lista de abusos aberrantes).
No desconocemos que Sanguinetti se refugia en la reescritura de la Historia como consuelo para sentir que a alguien del gobierno le importa lo que opina, cuando nunca han formado los espacios de conducción que propone y reclama (mero ejemplo). Por supuesto que no desconocemos que Manini juega un rol oscilante por el cual inicialmente no está de acuerdo con propuestas del gobierno, después no se sabe, al final las apoya en su gran mayoría, y se entiende que tiene otras preocupaciones, como que Lust se le escapó por la ventana. Hablar de la incidencia del Partido Independiente o del Partido de la Gente sería un sarcasmo político en el cual no estamos dispuestos a caer. Lo que es claro es que la voluntad popular pasó por una suerte de prisma, por lo cual la mayoría que votó multicolor terminó generando un gobierno 100% herrerista.
Don Julio Anguita siempre decía que la conducta de los neoliberales en el gobierno es muy parecida a la de un ejército de ocupación, sacando todo recurso material y natural a los “ocupados”, pero con la importante salvedad que los extranjeros que ocupan por la fuerza suelen ser un poco más delicados en las formas, pues temen que sus excesos puedan provocar un levantamiento popular.
Este quizás sea el mejor cuadro general donde enmarcar los tres primeros y larguísimos años de este gobierno herrerista.
Los resultados hablan por sí solos: aumenta la pobreza y la desocupación, el costo real de la vida, la concentración de la riqueza, la inseguridad (con varios homicidios al día y muchos de ellos de mujeres), la corrupción (preguntar en piso 4 de la Torre Ejecutiva), los abusos policiales, la concentración mediática, el rol de las multinacionales en sectores estratégicos como el de las Telecomunicaciones, el narcotráfico (la sojaína, los narco pasaportes), subieron los impuestos y tarifas que prometieron bajar ( y con los que ahora pretenden hacer circo), se despachan a gusto con discursos contra “la ideología de género”, protegen y cuidan a los violadores de los Derechos Humanos y no a sus víctimas, protegen y cuidan los intereses de las grandes patronales mientras destruyen los derechos de los trabajadores, nuestra Cancillería actúa como apéndice de Washington D.C. , se hacen recortes brutales en la Educación Pública y cambios de contenidos imposibles de entender racionalmente, a la UdelaR que tanto se usó y elogió en el pico de la pandemia se la desfinancia, pese a tener un Ministerio dedicado a la temática ambiental se hacen absolutos disparates en la materia (proyecto “Marina Beach” en Maldonado como ejemplo del total descuido de la faja costera), se vacían las farmacias de ASSE de medicamentos básicos, se hace flor de estruendo con la venta de una avión multipropósito que salvó varias vidas para comprar, a mucho mayor costo, los aviones Hércules que no tienen absolutamente ningún uso sensato, se plantea una reforma de jubilaciones y pensiones para en definitiva transferir sumas astronómicas de las grandes mayorías populares al gran empresariado, se apremia a la prensa que no es sumisa…..
Naturalmente la lista de desastres no naturales anterior se podría prolongar hasta ocupar varias páginas y seguiría siendo un resumen de este trienio, apenas un resumen.
El herrerismo siempre se caracterizó por elementos que están muy presentes en este gobierno.
Por un lado, su marcado sesgo de clase: puesto que el herrerismo siempre trató, para hablar claro, de promover políticas propuestas por y para los sectores más pitucos del Uruguay. Que el herrerismo tiene una base de apoyo popular en el país es innegable, no somos ciegos ni necios. Pero sus medidas de gobierno no apuntan hacia esa base, sino hacia la minoría de familias privilegiadas, fuertemente vinculadas a las actividades agroexportadoras y financieras, con no pocos componentes de linaje patricio y con un alto grado de vinculación con los sectores más retrógrados de la Iglesia Católica. El espanto que Luis Alberto de Herrera manifestara en su momento ante la posibilidad de que el hijo de un zapatero pudiera ser bachiller, hace innecesario mayor ejemplificación.
Por otro lado, sus componentes fascistoides. Son archiconocidas las simpatías de Herrera y su nieto Luis Alberto Lacalle Herrera con el franquismo (el segundo hasta publicó apologías del monstruoso “caudillo”). Este gobierno herrerista ha amparado a un cobarde que se refugió en los fueros que dijo que no iba a usar, presiona constantemente a los actores judiciales que actúan con dignidad ante casos de Terrorismo de Estado, pretende instalar la teoría de los dos demonios, solidarizarse con los “viejitos “ (terroristas de Estado), fundamentar que junio fue en febrero y hacer caer en el olvido las responsabilidades de Juan María Bordaberry, Martin Recaredo Etchegoyen, Jorge Pacheco Areco, Alejandro Végh Villegas, Alberto Demichelli, Aparicio Méndez, etc., y muchísimos nombres más de extracción blanca y colorada, fundamentalmente herrerista y riverista, que no sólo participaron, sino que hicieron la dictadura.
Las tendencias históricas del herrerismo están pues plenamente presentes en este gobierno, al que hay que sumarle toda la frivolidad de la impronta personal del presidente, que surfea olas, se baña en el Río Negro, va al carnaval de Melo, al de Artigas, a ver a Boston River, le hace un asadito a un exfutbolista devenido alcahuete mediático y otras “altas actividades de Estado”. Mientras ante la prensa pregunta con cara de asombro “¿En qué me involucra a mí?”, cuando le preguntan por los delitos de un subordinado extremadamente cercano, nada más ni nada menos que el jefe de la seguridad presidencial, que eligió para un cargo de particular confianza.
Esta versión con mucho marketing y cholulismo del herrerismo, es sin duda su peor expresión y la tenemos que soportar un par de años más, tiempo durante el cual a lo mejor Sanguinetti consigue que alguien le dé pelota y Manini se decida si está a favor o en contra. Y tiempo durante el cual el movimiento popular debe librar las batallas para frenar las políticas de saqueo, como claramente está planteado ahora en la reforma jubilatoria y elaborar en el Congreso del Pueblo las grandes convergencias en proyectos contrahegemónicos y generadores de derechos.
Tiempo de unir todo lo posible en un proyecto popular transformador, otro prisma, pero no para estafar votantes, sino para aunar voluntades en dirección a una sociedad más justa y democrática.

Foto de portada:

La coalición multicolor en plena campaña electoral. Foto: Javier Calvelo / adhocFOTOS.

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