Jorge Larrañaga y Luis Lacalle Pou en el acto de culminación de la 11ª Marcha a Masoller “A caballo por Aparicio” en Masoller. Foto: Javier Calvelo /adhocFotos

De bates y votos

Por Gonzalo Perera

Si algo revela la Historia, es que difícilmente pueda producirse una atrocidad, si el odio no permeó en la población, y viceversa, cuando el odio cunde en la base de la sociedad, siempre está latente la posibilidad de que la violencia y el atropello más brutal, broten desde la cima del poder.

Sin alarmismos, que no son responsables, hay que ser muy cuidadoso cuando, en la base misma de la sociedad y paralelamente, en su cúpula directriz, emergen fuertes mensajes de odio.

El Uruguay tiene la suerte de no tener volcanes en actividad y una erupción volcánica debe ser de las tragedias naturales más devastadoras. En zonas de una tal actividad, en lo más profundo del subsuelo se gestan procesos físicos y químicos de diversa naturaleza que, cuando cobran cierta intensidad y características, pueden presagiar una catástrofe. Diversos instrumentales suelen ser utilizados para monitorear estos procesos por parte de especialistas en la temática. Al mismo tiempo y a nivel de la superficie, apreciables con nuestros sentidos, emisiones de gas, de densas columnas de humo, de chisporroteos intensos, etc., son otras señales, externas, de que el volcán puede estarse activando. Quizás la sola presencia de señales de las profundidades, o la sola presencia de señales externas, no genere una gran alerta. Pero cuando al mismo tiempo los instrumentos indican intensa actividad subterránea y las señales externas lo ratifican, es muy prudente pensar en enfrentar una situación muy compleja y seria, de la manera más inteligente, ordenada e inmediata.

De manera muy similar, ante las presiones de etapas históricas en que la lucha de clases y los fenómenos subjetivos y de odio de clase, hacen aparecer señales inquietantes en el subsuelo de la sociedad y producen emanaciones sulfurosas en el Palacio Legislativo, en declaraciones en los medios, hay que estar en racional alerta.

Porque los mayores problemas suelen pasar cuando quienes los pueden evitar se confían en que no son posibles. Por lo tanto, nada de alarmismo, pero ante episodios graves, atenderlos, enfrentarlos y tratar de erradicarlos, antes que tomen mayor escala, es la única reacción sensata posible.

Cuando no terminamos de asombrarnos por que un ser humano en condición de calle haya sido prendido fuego mientras dormía en la Ciudad Vieja, nos enteramos de numerosas incursiones de “bateadores”, que, desde autos de alta gama y con bates de béisbol, señalados como “jóvenes” (¿Se insinúa que es una travesura juvenil y no un abominable crimen?) emprenden a golpes contra personas indefensas. Se dijo inicialmente contra “adictos a la paste base” (¿Eso justifica la golpiza?), pero han aparecido testimonios donde no había adicción alguna y ni siquiera situación de calle, sino simplemente ser un gurí pobre, con la piel quizás de un tono que no es del agrado de los violentos. Por cierto…¿dónde se compra un bate de béisbol en Uruguay? Yo no tengo la menor idea.

¿Quiénes los compran? El Ministerio del Interior tiene una pista fácil de seguir, se me antoja que es ésta, pero de momento, no hay novedades para la conferencia de prensa del día. Pero también se dieron castigos físicos medievales por parte de patrones o su persona de confianza en establecimientos rurales o tambos, a simples trabajadores que se permiten cuestionar algo.

Es evidente que el odio de clase; al “negro”, al “pichi”, al “pata rajada”, a las muchas maneras de llamar al pobre o al excluido por parte de los poderosos, gozadores de la vida por mero designio del derecho de herencia, muchos de lo cuales jamás conocieron ni las 8 horas ni siquiera el trabajo en carne propia, o que son beneficiarios del ejercicio obsesivo de la acumulación de capital en desmedro de toda forma de solidaridad real con el prójimo (excluyamos aquí las operaciones “caritativas” destinadas al marketing o la exoneración tributaria, naturalmente); en este momento, en la base del Uruguay, vive una expansión cuyos límites no es sensato pronosticar, pero ante los cuales hay que prestar atención. No sólo prestar atención, sino reclamar, ante la profunda incompetencia del Ministerio del Interior, que anunció que la violencia descendería, pero bajo cuyas narices se está intensificando, no sólo los delitos más “tradicionales” (hurtos, rapiñas, etc.) que el actual Presidente (personalmente) y Ministro se comprometieron a terminar en un abrir y cerrar de ojos, sino que incluso se da el surgimiento o intensificación de delitos “de nueva generación”. Como el ya citado de los bateadores, los chicoteadores, la intensificación de los femicidios y hechos de violencia de género, la soja “enriquecida” de gente que supo protestar en “Un solo Uruguay”, cuando el actual ministro reclamaba a voz en cuello la renuncia de su antecesor.

Si por los frutos hay que juzgar el árbol, y si cada palabra lanzada al viento debe volver como una suerte de “ley del karma” sobre quien la emitió, calcule Sr. Ministro, calcule lo que carga en sus espaldas hoy.

En el colmo del absurdo, se anuncia como éxito, la ausencia de episodios violentos en un clásico sin público, con 500 policías desplegados. Salvo que las barras estén en poder de misiles tierra-tierra, ¿era tan difícil el contralor de este evento? El actual gobierno hace lo que puede para dibujar una realidad alternativa, pero da la sensación que no da pie en bola. Además, y claramente dicho, si no fuera el gobierno que regala el oro y el moro al monopolio mediático de las grandes familias, los
reclamos por, como mínimo, la renuncia del Ministro del Interior, estarían instalados hace un buen tiempo.

El sentido feudal de muchos patrones rurales, por cierto no todos, no es ninguna novedad y ameritaría muchas consideraciones. La medular es que el gobierno ha posibilitado el debilitamiento de los trabajadores sindicalizados en el medio rural y el fortalecimiento del “campo”, ese que cabalga en 4×4. Esos compromisos, de los cuales el gobierno no se puede liberar de la noche a la mañana, lo hacen por lo menos omiso en una situación que, ésta vez, hubiera ameritado una conferencia de prensa: para recordar que el trabajador rural es un ser humano, un trabajador,
sujeto de derechos, de protección y amparo legal. Naturalmente, esa conferencia de prensa que uno desea, no es éste gobierno el que la dará, salvo que esté al filo de la cornisa, lo que nadie desea.

El viernes 14 de agosto es el día de los mártires estudiantiles en el Uruguay. El día que recuerda cuando muchas preciosas vidas jóvenes, comenzando por la de Líber Arce, no debieron haber sido segadas por reivindicar boleto estudiantil, mejores condiciones de estudios, libertad y democracia.

Todos ellos son patrimonio de todo demócrata uruguayo. Cabría descontar la conferencia de prensa oficial homenajeándolos, pues si así no fuera, gobierna el Uruguay una minoría, que no celebraría al mártir y disimularía el odio de clase que batea y chicotea.

Pero más allá de conferencias, y de palabras, queremos hechos: bateadores, chicoteadores y todo tipo de abusadores, a la Justicia, con la garantías del debido proceso.

Lo que pasó el 14 de agosto de 1968 sigue, con matices, pasando hoy. Ondas inquietantes subterráneas, manifestaciones pestilentes desde la cima. El gobierno hará lo que pueda y lo que lo dejen sus socios multicolores.

El campo popular rescatará entre la irracionalidad, la potencia del voto y conciencia ciudadana, en setiembre, con vecinas y vecinos para “cambiar la pisada”.

Del bate al voto, nada menos.

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