Por Rolando Arbesún
El pasado 12 de julio, Amnistía Internacional España escribía en su cuenta oficial de Twitter: “En una jornada sin precedentes, miles de personas han salido a protestar pacíficamente en Cuba. Se reportan personas heridas por disparos de la policía, detenciones arbitrarias, amenazas y ataques a periodistas, incluido fotógrafo de @AP y fuerte presencia militar en las calles”.
De esta forma ingresaba al coro de la denunciada operación política contra la isla, la organización que se precia de estar atenta a “violaciones de derechos humanos” en el mundo.
La incursión de Amnistía Internacional en la campaña orquestada contra Cuba, no puede ser entendida como un “reflejo” de su “supuesta preocupación” por los derechos humanos y sus garantías.
Aunque Amnistía Internacional se presenta al público como una organización “sin fines de lucro”, una forma eufemística de asegurar que no responde a intereses espurios u ocultos, lo cierto es que su declarada “imparcialidad”, respecto a otros intereses que no sean los de defensa de los derechos humanos hace aguas cuando se presta atención a su organigrama directivo.
La evidencia sobre la parcialidad y el “interés interesado”, al decir del notable sociólogo francés Pierre Bourdieu no surge de supuestos informes que, con otros intereses intentasen “ensombrecer” el tan declarado propósito de Amnistía.
Para echar luz, acerca de las dependencias de la organización a otros intereses, alcanza con echar un “simple vistazo” al organigrama directivo de la misma.
El resultado, de este simple ejercicio de “observación”, es apabullante, la mayoría de la Junta Directiva de la organización está formada por representantes empresariales, ejecutivos con relevantes y permanentes vínculos en EEUU o consultores de diversos organismos estadounidenses, todos ellos con una pronunciada dedicación al financiamiento de revueltas en países soberanos como Venezuela.
Resalta en primer lugar, el caso del Presidente de AI.
Vincent Adzahlie-Mensah, Presidente de Amnistía, ostenta una larga trayectoria de vinculaciones con institutos y consultoras del Reino Unido y EEUU.
Sobresale entre estos vínculos, su colaboración con la agencia estadounidense USAID, entre las varias tareas de esta agencia gubernamental estadounidense, sobresale la sistemática actividad de sustentar, vía inyecciones de dinero a organizaciones radicadas en países, donde de una u otra forma, se encuentran “comprometidos” los intereses de los Estados Unidos.
Además de Cuba, uno de estos casos es Venezuela, donde la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID) ha inyectado más de 158 millones de dólares con el propósito de desestabilizar el país.
Si nos restringimos al caso latinoamericano, ocupa también la atención de USAID, el caso nicaragüense.
En dicho país, la agencia estadounidense es la más importante sustentadora del aparato mediático antisandinista en Nicaragua.
Aparato mediático que se verifica en el sistemático estímulo y apoyo a diversas ONG y fundaciones, entre las que destaca, por ejemplo, la Fundación Violeta Barrios de Chamorro, quien hoy se ve envuelta en un escándalo judicial por sus responsabilidades en el lavado de activos, procedentes de USAID, a través de dicha organización.
Aniket Shah, otra de las figuras centrales del organigrama de AI, es un ejecutivo experto en finanzas sostenibles.
Este experto, tiene entre sus “méritos”, el haber tenido responsabilidades en Goldman Sachs, una entidad financiera conocida como el “banco que gobierna el mundo”.
Goldman Sachs, fue fundada en 1869 y entre sus “méritos” se destaca el haber colocado a sus ejecutivos en posiciones relevantes durante las administraciones demócratas y republicanas.
Parte importante del equipo de gobierno de Donald Trump, por ejemplo, procedió de antiguos ejecutivos de la firma, considerada como la más legendaria y poderosa del sector financiero estadounidense: la banca de inversión Goldman Sachs.
En su momento, el personaje a cargo de las finanzas (secretario del Tesoro) en la administración Trump, fue Steven Mnuchin, quien estuvo 17 años con la firma.
Otro veterano de Goldman Sachs, Steve Bannon, fue el encargado de la estrategia política del anterior presidente norteamericano, Bannon era notoriamente conocido por difundir propaganda racista a favor de la supremacía blanca y juega un rol relevante en la dirección del sitio web de la derecha radical norteamericana Breitbart News.
En su momento, Trump designó como jefe del Consejo Económico Nacional a Gary Cohn, quien ostentaba entre los “exalumnos” de Goldman Sachs, el cargo más alto de la poderosa firma norteamericana.
La firma estadounidense, aunque diseminada por el mundo, adquirió cierta notoriedad vernácula, cuando en los inicios del año 2020, se anunciaba el interés del banco de inversión Goldman Sachs, accionista de referencia de la cadena uruguaya Tienda Inglesa, en adquirir una participación mayoritaria en Grupo Disco, su principal competidor y propietario de las cadenas de supermercados Disco, Devoto e hipermercados Geánt.
Finalmente, la controvertida operación fue descartada por Goldman Sachs, debido a discrepancias en la valoración de activos objeto de compra.
Goldman Sachs, con quien AI, tiene vínculos de financiamiento para desplegar su trabajo en la “supuesta defensa de los derechos humanos”, ha sido fuertemente criticada por violar los más elementales derechos de sus trabajadores.
En este sentido, han sido notorias las denuncias de muchos de sus empleados, quienes han revelado que son obligados a trabajar hasta 95 horas semanales.
Dentro de las otras personas vinculadas a instituciones norteamericanas, se encuentra en la dirección de AI, a Christopher Schläffer, quien fuera el responsable de firmar la primera asociación de Apple en el extranjero.
Uno de los “productos” de esta asociación, fue la muerte de los niños congoleños en las minas de cobalto explotadas por la compañía a la que Schläffer estuvo asociado.
El “distinguido defensor de derechos humanos”, Christopher Schläffer, representa en la actualidad varios intereses empresariales, en la actualidad es el Presidente Ejecutivo en la compañía NYOUM, una compañía que colabora, entre otros, con The Wall Street Journal y Forbes, la revista que, en su momento, desató una verdadera campaña sobre la “supuesta riqueza” de Fidel Castro.
Sobre esta acusación al líder de la Revolución cubana, nunca Forbes pudo presentar una sola prueba sobre lo que tan alegremente afirmaba.
Si el análisis de AI se traslada a sus vías de financiamiento, encontramos las dependencias de la organización con, por solo mencionar la más conocida, la Open Society del multimillonario Soros, conocido por su feroz anticomunismo y por el rol que jugó en 1992 en el hundimiento de la libra esterlina, un “pequeño negocio” que le permitió hacer de una ganancia de mil millones de euros. La organización de “derechos humanos”, depende también del financiamiento de la Comisión Europea y del Departamento de Desarrollo Internacional de Reino Unido.
¿Es posible ignorar tanta dependencia y compromiso de sus directivos, al observar las “supuestas imparcialidades” de una organización que, en definitiva, está fuertemente comprometida con los intereses empresariales y de los EEUU?