Por María Luisa Battegazzore
Hace 140 años, ante la tumba de Marx, Engels se despide del amigo con sencillez y dolor. En un breve elogio fúnebre, luego de hablar de su aporte intelectual, destaca que “Marx era, ante todo, un revolucionario (…) La lucha era su elemento. Y luchó con una pasión, una tenacidad y un éxito como pocos”. Sin duda avizora el éxito póstumo, que en parte llegará a vivir, porque en 1883 era difícil considerarlo así. A continuación, enumera los medios de prensa en los que Marx colaboró y agrega “hay que añadir un montón de folletos de lucha, y el trabajo en las organizaciones de París, Bruselas y Londres, hasta que, por último, nació como remate de todo, la gran Asociación Internacional de Trabajadores”.
Si en ese momento Engels recuerda con detalle la labor periodística, es evidente que le otorga gran valor y la vincula directamente a su acción como propagandista y organizador. Se tiende a ver a Marx como filósofo o economista, asociando su nombre a grandes obras teóricas y a ver en los textos periodísticos algo secundario, un mero recurso de supervivencia.
Esta visión es más sensible en el ámbito del que Hobsbwam llama “marxismo occidental”, fuertemente teorizante, en el que la filosofía desplaza a la política y aún a la economía, en la interpretación del pensamiento marxiano. Contradiciendo lo hecho por Marx, “la investigación y el análisis del mundo real quedaron relegados tras la consideración generalizada de sus estructuras y mecanismos, o incluso tras la cuestión más general de cómo había de ser concebido el mundo”. (E. Hobsbawm. Cómo cambiar el mundo)
Una vez doctorado en filosofía en 1841, Marx no puede aspirar a una cátedra por la intensa censura política y religiosa que se ejercía sobre las universidades. En su agitada vida, llena de persecuciones, destierros y un exilio que duraría hasta la muerte, el único trabajo remunerado que logra desempeñar es el periodismo.
Para Marx el periodismo significaba más que un ingreso económico: era otro medio de unir la teoría a la acción; de influir en los acontecimientos; de comunicar sus ideas. Por tanto, en la tormenta revolucionaria de 1848 que sacude a Europa, luego de la redacción del Manifiesto, se traslada a Colonia, donde dirige la Nueva Gaceta Renana. Para sostener esta empresa gasta la herencia que recibiera de su padre.
Desde la Nueva Gaceta, que está vinculada al movimiento obrero, ofrece un análisis de los procesos revolucionarios del 48 y sus derroteros en los diversos países. El intento termina con la clausura del periódico y el destierro. El último número es, simbólicamente, editado en tinta roja.
Intenta en 1850 otro proyecto periodístico, la Nueva Gaceta Renana; Revista político y económica, en Hamburgo, que se dedica a analizar la reacción que siguió al ciclo revolucionario. Es un órgano de la Liga de los Comunistas y en sus tres primeros números Marx publica los artículos luego recogidos en La lucha de clases en Francia (1848-1850). Del análisis de la revolución en Francia, Marx extrajo conclusiones generales sobre el origen, el carácter y la evolución de las revoluciones democrático-burguesas y sobre el programa, las tareas y la táctica de los comunistas.
El trabajo periodístico abrió las perspectivas de Marx más allá de la burbuja académica y los debates intelectuales, para tomar contacto directo y reflexivo con las realidades sociales, políticas y económicas del momento. En el famoso Prólogo de la contribución a la crítica de la economía política, el mismo Marx señala que en el periodismo se vio “en el trance difícil de tener que opinar sobre los así llamados intereses materiales”. No se puede olvidar la influencia que tendrá Engels, que no es un académico sino un brillante autodidacta, y que está directamente involucrado en la actividad económica, por obligación familiar, y en los movimientos sociales, por vocación personal. En 1848 no sólo escribe, sino que participa en las barricadas.
Los artículos periodísticos de Marx siempre suponen la investigación y el análisis de los hechos y conducen a un desarrollo teórico que trasciende lo particular. Por eso dice Engels: “No es periodista y nunca lo será. Se enfrasca todo un día sobre un artículo de fondo que a otro le llevaría un par de horas, como si se tratara de un profundo problema filosófico”.
Se olvida el origen periodístico de muchos textos fundamentales de crítica filosófica, histórica, económica y política. Además del mencionado, La cuestión judía, la Crítica de la filosofía del derecho de Hegel, de Marx, así como el Esquema de una crítica de la economía política, de Engels, son trabajos para los Anales. Marx publica Trabajo asalariado y capital en la Nueva Gaceta Renana; El Dieciocho Brumario de Luis Bonaparte es escrito en 1852 para el periódico norteamericano Die Revolution, que lo difunde en capítulos.
El primer periódico en el que colabora, desde 1842, para terminar siendo el redactor, es la Gaceta Renana, cuyo acápite era “Órgano de la democracia”. Es fundado por un grupo de industriales renano, de orientación liberal y progresista, que aspiraba a una reforma del Estado prusiano.
Los artículos de Marx refieren a la libertad de prensa, al divorcio, la miseria de los campesinos, la arbitrariedad de la burocracia. Su condena del despotismo ruso hace que el zar presione a Berlín para la clausura del periódico. Los artículos sobre la penalización del robo de leña o la situación de los viticultores del Mosela, reflejan la transición en Prusia de una economía agraria al capitalismo industrial y el precio que pagaban los campesinos, despojados de sus tradicionales derechos comunales, absorbidos por la propiedad privada. Marx retomará este tema en sus escritos para el Tribune, en relación a Escocia e Irlanda en particular. Hacia el fin de su vida, a pedido de Vera Zasúlich, volverá a esta problemática, y estudia el mir, la comunidad rural, y el desarrollo capitalista en Rusia, en función de la política revolucionaria.
Desde posiciones relativamente moderadas, el pensamiento de Marx se radicaliza y define, al investigar la economía real, las luchas sociales y el carácter de clase del Estado. La Gaceta alcanzó a sobrevivir un año a la censura. Antes de hacerse efectiva la clausura en 1843, Marx publicó su dimisión, intentado, sin éxito, frenar la medida. Su carta de renuncia no era muy diplomática: declara que lo hace “debido a las presentes condiciones de censura”.
Ese año, a los 25 de edad y luego de un largo noviazgo, Marx se casa con Jenny von Westphalen, cuatro años mayor que él, una mujer que sigue su corazón más allá de las convenciones sociales y el incierto futuro que le ofrecía el Moro. Además de acompañarlo en sus penurias y mudanzas, tener siete hijos, soportar la muerte de cuatro de ellos y colaborar asiduamente en el trabajo de su marido, Jenny también hace periodismo, abordando temas culturales, en particular teatro y literatura. Es segura, despiadada en la crítica, con un notable manejo de la ironía, un rasgo de familia.
Arnold Ruge, otro profesor de filosofía destituido y exiliado, colaborador de la Gaceta y los Anales Alemanes, también condenado por el gobierno, convoca a Marx para participar en los Anales francoalemanes, que se editarían en París. No logra la proyectada colaboración de autores franceses, pero tiene un público importante en el poblado exilio alemán y algunos ejemplares logran entrar en los estados alemanes. La revista despliega un tono europeo e internacional; Engels y Moses Hess aportan noticias y comentarios sobre Inglaterra y otros países.
En los Anales confluyen, por decirlo sintéticamente, la filosofía hegeliana, el pensamiento socialista francés y el movimiento obrero inglés. La finalidad, escribe Marx a Ruge, sería avanzar en el conocimiento crítico de la realidad. “Nosotros no anticipamos dogmáticamente el mundo, sino que, a partir de la crítica del viejo, pretendemos deducir el nuevo”. “Así pues podemos sintetizar en una palabra la tendencia de nuestra revista: autoclarificación (Filosofía Crítica) de nuestro tiempo en relación con sus luchas y sus deseos. Se trata de un trabajo para el mundo y para nosotros”.
Ruge financia la revista y Marx no sólo escribe, sino que tiene que hacerse cargo de los aspectos prácticos de la publicación. Participan entre otros el consagrado poeta Heinrich Heine, que publica sus poemas satíricos contra Luis de Baviera, y Mijail Bakunin.
El gobierno de Berlín, cuyos agentes secretos informan sobre los exiliados, secuestra ejemplares de los Anales y ordena el arresto de Ruge y Marx si intentan cruzar la frontera. Los problemas financieros y las discrepancias políticas entre Ruge y sus colaboradores acaban con la publicación. Marx también escribe para el socialista Vörwarts! [Adelante], que cae bajo la censura en 1844.
No puede ser ajeno a estas experiencias el desarrollo conceptual alcanzado en ensayos como El trabajo alienado, elaborado en 1844 e inédito por décadas. Tal es el destino de obras capitales, como La ideología alemana, “dos gruesos volúmenes en octavo”, elaborado con Engels en Bruselas y que, al ser imposible su edición, es “entregado a la crítica roedora de los ratones, de muy buen grado, pues nuestro objeto principal: esclarecer nuestras propias ideas, estaba ya conseguido”. (Prólogo de la contribución a la crítica de la economía política)
En 1845 Marx es expulsado de Francia por el gobierno de Guizot. La pareja debe vender sus pocos muebles y endeudarse para huir a Bruselas, donde se relaciona con un importante núcleo de exiliados y colabora en la Gaceta Alemana de Bruselas. A poco, Marx está en la mira de las autoridades, acusado de comprar armas para los obreros belgas. Él y Jenny son detenidos e interrogados. En sus memorias, Jenny cuenta que fue encerrada en un calabozo con una prostituta. Una vez liberados, vuelven a París, de donde son de nuevo expulsados, por lo que, en 1849 Marx va a Londres; lo sigue luego la familia. Planean una estadía temporal en esa ciudad, que terminaría siendo su residencia definitiva. Allí, en la avanzada del capitalismo, estará en contacto directo con el movimiento obrero y sus luchas.
Marx continúa su tarea periodística, ahora de un modo más profesional y estable, ya que las empresas anteriores tenían mucho de militancia. Desde 1852 trabaja como corresponsal del New York Daily Tribune, cobrando por artículo entregado. Era un diario de gran tirada para la época, con una orientación progresista.
El vínculo con el diario se extiende por diez años, a pesar de las muchas discusiones de Marx con los editores, por artículos no publicados o publicados sin su firma, sus airados denuestos contra el periodismo y sus quejas por el tiempo que perdía para profundizar en sus investigaciones. En esta década empieza los Grundrisse y la preparación de El Capital. Le escribe a Lasalle: “Me he esforzado en trabajar durante el día para ganarme la vida. Sólo me queda la noche para los verdaderos trabajos…”.
Con la firma de Marx se publicaron unos 500 artículos en el Tribune, 350 escritos por él y el resto por Engels, como una manera más de ayudar al amigo y dejarle tiempo para “los verdaderos trabajos”. Por lo demás, entre ellos siempre hubo una división del trabajo y una comunidad, al mismo tiempo. Marx no tiene problema en escribir un capítulo del Anti Dühring, por ejemplo. Engels, por su parte, siempre escribe para la prensa con su firma.
Al mismo tiempo, Marx colabora con otros periódicos como Die Presse, de Viena, People’s Paper, de los cartistas ingleses, la Nueva Gaceta del Oder, pero lo más significativo corresponde al Tribune.
La lista de temas que aborda es impresionante: análisis de las principales economías nacionales, la situación de los obreros en las fábricas, acontecimientos políticos en Europa, la expansión colonial en Asia, que lo lleva al examen de culturas, sociedades y modos de producción que no había considerado antes, superando el eurocentrismo hegeliano y avanzando en su concepción teórica del proceso histórico. Se interesa por los antagonismos y los sujetos revolucionarios en la periferia oprimida por el imperialismo. Son antológicos sus artículos sobre las guerras del opio, las consecuencias de la expansión británica en la India y las resistencias populares.
Presta especial atención al estudio de los ciclos económicos y a su lectura política. Desde 1848 ve en las crisis y recesiones del capitalismo la ventana posible para la revolución, la coyuntura que propicia un levantamiento. Anuncia el carácter global de las crisis, algo que se cumple en el “pánico” de 1857.
La mirada del periodista no sólo avizora los grandes procesos mundiales, la gran política y la macroeconomía, en polémica con los grandes medios, como The Times o The Economist. También se detiene en aspectos y casos concretos, como la serie sobre la crisis del Crédit Inmobilier francés, que esclarece, aún hoy, los mecanismos de una gran estafa financiera y la socialización de las pérdidas.
Sabe pasar de un informe minucioso de la industria, el comercio y las finanzas inglesas, cuajado de datos y estadísticas, al relato desgarrador de la muerte de un obrero por frío e inanición y por la desidia y la inhumanidad de los que deberían haberle auxiliado. Describe, con detalle, a las víctimas de desalojos masivos en Inglaterra, Irlanda y Escocia. Proporciona estadísticas que relacionan indigencia y criminalidad y hace una profunda crítica contra la pena de muerte. Analiza el incremento de las enfermedades mentales al compás del desarrollo económico y las condiciones en los hospicios para pobres atendidos por contratistas privados. E incluso el maltrato que padecen los que pueden pagar “retiros” particulares, en lo que llama “el negocio de la locura”.
Si, desde el punto de vista historiográfico, la producción periodística de Marx permite una mejor comprensión de la evolución de sus ideas, lo más atractivo de estas piezas es que, en ocasiones, sentimos su indignación y dolor ante el sufrimiento y la injusticia, con un tono emocional y apasionado que nos acerca al hombre, vivo y actuante.
Foto de portada:
Tapa de la edición 422 de El Popular por los 200 años de Marx.