Gerardo Bleier (*)
Las lógicas anti civilizatorias que las poliarquías de occidente lograron imponer a fuerza de coerción financiera y monetaria a favor de los intereses de las grandes corporaciones y naciones imperialistas se desmoronan. Eran un castillo de naipes de falsas premisas.
Darwinismo social, capitalismo monopolista que en el discurso promovía la “libre competencia” y en la práctica succionaba la riqueza social producida por la humanidad toda.
Sin embargo, y pese a la evidencia de ese desmoronamiento, el gobierno nacional de la coalición de los grises está más preocupado en construir un relato al servicio de los intereses de los grupos de privilegio que en gobernar seriamente.
¿Por qué?
Porque como muestra una lectura atenta de la Ley de Urgente Consideración su orientación ideológica hegemónica está dirigida únicamente a facilitar la recuperación de espacios de poder por parte de los grupos de privilegio clásicos de la sociedad capitalista.
Para producir una política pública que administre seriamente los efectos de la pandemia del coronavirus el gobierno constituyó, con la mediación de la Universidad de la República, un equipo de científicos cuyo objeto es proponer, con base en datos serios, evidencia empírica y cierto marco teórico general, la manera mejor de resolver la dialéctica: contener la propagación de la pandemia – reorganizar el funcionamiento social, económico y cultural de la nación.
¿Por qué no hace lo mismo respecto de las políticas públicas orientadas al necesario perfeccionamiento del proyecto nacional de desarrollo?
Porque venía con un programa que privilegia los intereses cortoplacistas de los grupos de privilegio tradicionales.
Todo indica que gobernarán durante algo más de cuatro años para esos grupos de privilegio y operando sobre la sociedad con la lógica feudal del “Rey” riente, el cura ultraconservador y el militar autoritario, ocupados en disciplinar manipulativa o autoritariamente, para que sirvan, les sirvan, a sus intereses crudamente capitalistas, a las masas populares.
Cuando se gobierna con esas lógicas inexorablemente se perjudica la calidad de vida de los trabajadores y clases medias.
Ante ese escenario, ya evidente, además de trabajar seriamente por la preservación de la calidad de la democracia en esas condiciones adversas, la izquierda deberá insertarse todavía más de lo que ya lo está entre los humildes, los productores rurales que laboran de sol a sol, los pequeños empresarios con consciencia de comunidad, las comunidades barriales a las que pretenden tratar como rebaño, los creativos autónomos, los trabajadores y los profesionales desalienados (que no ocupan únicamente su vida en ganar dinero).
En algún momento, cuando la crisis de la pandemia, en sus aspectos más disruptivos, haya pasado, será necesario reconocer errores: un excesivo burocratismo que no permitió observar algunos fenómenos y sensibilidades y darles respuesta categórica.
Ahora sin embargo, se trata de desarrollar una sistemática acción político cultural y organizativa que contribuya a elevar la consciencia crítica de la sociedad en su conjunto para ir produciendo colectivamente un humanismo revolucionario que esté en condiciones de volver a poner los intereses generales por encima de los particulares monopolistas.
Ahora, ya, en lo inmediato, hay que administrar sabiamente los conflictos. Evitar caer en la lógica del conflicto polarizado radical planteada por parte de “Un solo Uruguay”, Cabildo Abierto y los neoliberales obtusos casi que como un juego, (vulgares irresponsables) en medio de la más grave crisis del capitalismo desde 1929, pero al mismo tiempo dar batalla para intentar inviabilizar la validación político jurídica de los aspectos más regresivos de la LUC.
Cuanto menos serio sea el gobierno, más seria tendrá que ser la izquierda, cuanto más resentido y revanchista sean el neofascismo (el gris más oscuro de la coalición de los grises) y el neoliberalismo, más dúctil cultural y tácticamente debe ser la izquierda.
En lo inmediato no se trata de pensar en volver al gobierno, sino de evitar que hundan otra vez al país en la miseria.
(*) Periodista y escritor.