Guerras iniciadas por Estados Unidos post 9/11 produjeron 4,5 millones de muertos

Un estudio realizado por investigadores de la Universidad de Brown sobre las muertes provocadas por Estados Unidos luego de los atentados a las Torres Gemelas en 2001, concluyó que las guerras iniciadas por el país del Norte, produjeron 4,5 millones de muertos.

La información fue dada a conocer por el analista Bruno Sgarzini, un periodista dedicado a los análisis internacionales.

Bajo el título «Como la muerte sobrevive a la guerra», la investigación indagó sobre las muertes directas e indirectas a consecuencia de las guerras estadounidenses en Irak, Siria, Yemen y Afganistán.

“En opinión de los investigadores”, señala Sgarzini en su blog, “estas guerras generaron colapsos económicos; pérdidas de medios de vida e inseguridad alimentaria”, así como la “destrucción de servicios públicos e infraestructura sanitaria; contaminación ambiental; y trauma y violencia”. Un total de entre 3,6 y 3,8 millones de personas “murieron indirectamente por los problemas generados por estos conflictos”, siendo los más afectados por ello “las mujeres y niños”.

En el estudio se da cuenta que “entre 900 y 940 mil personas fallecieron” como consecuencia de dichas guerras.

«Decenas de miles de niños menores de cinco años están muriendo de enfermedades infecciosas como cólera y sarampión, de desnutrición aguda y de complicaciones neonatales”, la cifra es equiparable, se afirma, a los que mueren a consecuencia de “un ataque aéreo o por una herida de bala”, por lo que se concluye que “sus muertes deben contarse entre las costos de la guerra”.

A estas muertes se les denomina en el estudio como “muertes indirectas” y las mismas son “atribuibles al deterioro de la situación económica, condiciones sociales, psicológicas y de salud debido a la guerra», se subraya en la investigación.

«La gran mayoría de las muertes indirectas en la guerra ocurren debido a la desnutrición, el embarazo y los problemas relacionados con el parto, y muchas enfermedades, incluidas enfermedades infecciosas y enfermedades no transmisibles como el cáncer. Algunos también son el resultado de lesiones debidas a la destrucción de infraestructuras», agrega el estudio de la Universidad de Brown.

La crisis de hambre que estas guerras producen afectan a a 7,6 millones de niños de dichos países.

Ello coloca «a estos niños menores de cinco años en mayor riesgo de muerte, incluso por infecciones que resultan de sus sistemas inmunológicos debilitados».

Al respecto la investigación describe que «en Siria, existe una fuerte correlación entre la inseguridad alimentaria relacionada con la guerra y muerte”, mientras que, “la guerra de Yemen, en combinación con el bloqueo de Arabia Saudita en áreas controlada por los hutíes y los desastres medioambientales, ha provocado el colapso económico y una catástrofe del hambre”.

Allí, se asegura, “más de 17,4 millones de yemeníes padecen inseguridad alimentaria y 7,3 millones enfrentan niveles de hambre de emergencia».

En el caso de Irak, describe el trabajo, “entre 2014 y 2017, los combates destruyeron 63 ciudades y 1.556 aldeas. Lo que generó más de 55 millones de toneladas de escombro, según el gobierno iraquí”.

Por su parte «en Siria en 2021, solo el 56% de los centros de atención primaria de salud y el 63% de los hospitales estaban en pleno funcionamiento”.

La situación es más grave en Yemen, donde “la mitad de todos los establecimientos de salud no son funcionales debido a la falta de personal y suministros, acceso limitado y condiciones inadecuadas financiación”.

Como consecuencia de las guerras y sus afectaciones en el campo de la salud, se recuerda cómo “el gobierno iraquí no ha logrado reconstruir su sistema de salud”, por lo que la calidad de “la atención sanitaria pública sigue siendo tan deficiente”, lo que provoca “que muchos iraquíes, incluso aquellos con pocos recursos, optan por buscar atención privada en el extranjero, en el Líbano, Irán, Jordania y Turquía».

A todo lo anterior, agrega Sgarzini en su reseña del trabajo académico, “hay que sumarle el efecto de la contaminación por el uso de bombas de racimo y de uranio empobrecido”, así como “por el vertido de desechos tóxicos y químicos por parte de militares estadounidenses”.

Al estimar el alcance de dichas afectaciones, el estudio asegura que en 2019 “más de 1.700 kilómetros cuadrados de territorio afgano quedaron contaminados por explosivos y restos de la guerra».

Las muertes fruto de estas acciones bélicas estadounidenses, concluyen los investigadores de Brown, han sido «devastadoras porque se podrían haber evitado si no se hubieran empezado estas guerras”.

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