Hacia el PCU de los vientos de futuro

Por Marcelo Abdala (*)

Cumplir 100 años es importante para cualquier configuración política y mucho más en un país que apenas conmemora sus 190 años. También lo es para el Partido Comunista del Uruguay. Voy a fundamentar que una parte importante de los principales trazos de la cultura política en nuestro país no se pueden comprender al margen de la contribución del Partido Comunista del Uruguay y voy a señalar algunos desafíos teórico-políticos que deben ser abordados si queremos que el comunismo mantenga una gravitación importante en la historia nacional.

Antonio Gramsci ha sostenido que “Los partidos nacen y se constituyen en organizaciones, para dirigir las situaciones en momentos históricamente vitales para sus clases…”[1] Si contemplamos con objetividad la historia del PCU, se puede sostener que el partido se “confundió” en primer lugar con la clase obrera, pero también con sectores vinculados a la cultura y a la ciencia, al campo de lo universitario, y con vastos sectores populares en la segunda mitad del Siglo XX. En un conocido artículo, Rodney Arismendi ubica la historia del PCU en 4 etapas[2].

A groso modo Arismendi plantea un primer período que va desde la fundación el 21 de setiembre de 1920 al 7° Congreso de la Internacional Comunista, un segundo que va desde allí hasta la derrota del nazi fascismo en la II Guerra Mundial, un tercer período caracterizado por una serie de desviaciones de carácter nacional-reformista, de sectarismo y de una vida orgánica asfixiada por fenómenos vinculados entre otras cosas al “culto a la personalidad”. Este período se ubica en los siguientes 10 años a 1945. Por último Arismendi analiza el tramo que va desde el trascendente XVI Congreso del Partido hasta el momento en que escribe el artículo y que se prolonga hasta por lo menos el ascenso del fascismo que tuvo su punto culminante en el golpe de estado de 1973 .

Este es el período más fecundo en la vida del PCU y es aquí en donde se desarrolla la argamasa de la “con / fusión” del partido con las masas del pueblo trabajador. Efectivamente se desarrolló un estudio científico del carácter de la formación social latinoamericana y nacional, se escudriñaron los antagonismos y contradicciones que en la fase del imperialismo implicaba esa formación social.

Las relaciones de producción del capitalismo dependiente obstaculizaban el desarrollo de las fuerzas productivas y esta contradicción en la materialidad del funcionamiento social capitalista en Uruguay, separaba a la sociedad uruguaya en dos grandes campos. De un lado la “rosca”, verdadera trenza de diversas formas de existencia de las clases dominantes, interesadas objetivamente en mantener la dependencia de imperialismo, en particular el norteamericano; del otro las vastas expresiones del pueblo obrero y trabajador , del mundo de los productores agropecuarios familiares, las capas medias urbanas y de diferentes sectores “laboriosos de la ciudad y el campo”.

Efectivamente este “mapa” de los antagonismos presentes en la sociedad capitalista criolla se convirtió en estrategia de construcción de la fuerza social de la revolución, que debería ser democrática, agraria y antiimperialista, proceso que – en el cuadro de una relación internacional de fuerzas pautada por el tránsito del capitalismo al socialismo- se transformaría al influjo de la gravitación de la clase obrera, en socialista.

Con esta definición, una táctica de construcción unitaria. Efectivamente unir a toda la clase trabajadora en una sola central, generar las condiciones para la unidad de la izquierda sin exclusiones e ir construyendo un gran Partido Comunista, que por su teoría, su composición de clase, y su labor política y organizativa, fuera el conductor de todo el proceso de luchas emancipatorias en esta patria de Artigas.

La palabra clave es la unidad, en la lucha de masas, que va despertando la consciencia política. Es correcto sostener que miles de hombres y mujeres de las más diversas expresiones ideológicas han contribuido mucho a la forja de las herramientas unitarias, pero también es plausible afirmar que estas no existirían al margen de la gravitación del Partido Comunista y la labor de sus militantes en la puesta en práctica de su orientación estratégica.

Efectivamente, ¿alguien puede pretender explicar el proceso sindical unitario que – pasando por el Congreso del Pueblo, de 1965- desembocó en la fundación de la CNT; o las múltiples tratativas, conversaciones y procesos que confluyeron en la fundación del FA el 5 de febrero de 1971; o el fortalecimiento del Partido en primer lugar en la clase obrera, en los universitarios, los estudiantes, las capas medias los representantes del arte y la cultura, etc., al margen del PCU y su militancia?

La orientación unitaria en la actividad sindical y social fecundó la cultura de las herramientas populares, la cultura del valor de la unidad en la diversidad es patrimonio de la izquierda y efectivamente el Partido se confundió con su clase (enseñando y aprehendiendo de ella) y con los mejores hijos en las más diversas actividades del quehacer nacional. Gerardo, Rosario, Julia, Nibia, Rodney, Zitarrosa y Massera, por nombrar solo a algunos, no son casualidad histórica.

Es cierto que ha soplado mucho viento desde estas realizaciones, pero también es verdad que cuando los criterios culturales –una de cuyas expresiones es la cultura política- estriban en las necesidades vitales de cientos de miles, se convierten en potencia material. Y tienen pertinencia y vigencia en las formas simbólicas y prácticas de existencia de las más diversas formas de la organización del pueblo.

En tiempos de contraofensiva del imperialismo y las clases dominantes, no viene mal la imaginación creativa. Tal vez la historiografía del 200 aniversario del PCU estudie los avatares de los momentos posteriores al relato anterior. La dictadura y la contribución heroica del Partido a la reconquista democrática, la crisis del partido, el actual momento como un período de inflexión y –confieso abiertamente que milito para esta perspectiva- un nuevo reverdecimiento del PCU. Un Partido Comunista del Uruguay para este siglo XXI.

Para que esto sea posible hay que abrir una serie de debates rigurosos con perspectiva científica sobre diferentes aspectos de la realidad actual. Aquí solamente enumeraremos algunos.

a) Carlos Marx ha señalado en el prólogo de El Capital, polemizando con quienes trataban a Hegel como a un “perro muerto”, que nuestro método, la dialéctica, no se detiene ante nada, porque es en su esencia crítica y revolucionaria. Es necesario ajustar cuentas con las experiencias del socialismo real y su implosión a principios de la década de los 90.

Hay que ir a lo profundo del carácter de las formaciones sociales realmente existentes en estas sociedades y estudiar entre otras dimensiones si siempre estatización formal es sinónimo de socialización de los medios de producción fundamentales o de apropiación real social, si hubieron formas de captura de excedente económico que significaron privilegios para los sectores dirigentes de esas sociedades; si hubo procesos de sustitución de la clase obrera en el ejercicio del poder real, primero por parte del Partido, luego por parte de una burocracia que en definitiva terminó apropiándose del excedente; cuáles fueron en verdad las formas de poder ejercido, qué rol le compete a la democracia, al doble poder y a las formas de organización de la clase obrera y la sociedad civil en general en esos procesos.

Responder a estas preguntas es importante no solo por rigurosidad histórica, también lo es para presentar abiertamente en esta época, algunos de los rasgos centrales de los procesos de participación popular concebidos en el plano de un proceso de radicalización democrática configurador de las formas de tránsito hacia una sociedad nueva.

b) Qué transiciones y qué continuidades tiene la forma actual de existencia de la formación social capitalista planetaria. Obviamente que un régimen basado en el trabajo no retribuido a los trabajadores y cuyo leitmotiv es la acumulación de capital y no el bienestar humano tiene el elemento común en su desarrollo desigual y combinado, de la explotación y la dominación que convoca – hoy más que nunca – a todos los esfuerzos necesarios para la superación del capitalismo. Es imposible no rebelarse contra las formas actuales de la formación social capitalista en la que coexiste un puñado de «mil millonarios» en un mar de pobreza y miseria extrema para la mayoría de la población humana. Pero… Qué transformaciones ha implicado el tránsito del imperialismo en su forma “capitalista monopólica de Estado” al dominio actual de la forma más abstracta del capital: el financiero, y sus correspondientes tendencias a la mundialización del capital, dominio de las trasnacionales, revolución tecnológica y su correspondiente forma de estrategia global y también de formas de trabajo, cultura y Estado para el “Capitalismo total”, es decir el neoliberalismo.

También hay que estudiar los nuevos movimientos geopolíticos pautados por el ascenso de China como actor global y definir una estrategia para avanzar en las actuales condiciones de una relación internacional de fuerzas muy diferente a la existente cuando se desarrolló el XVI Congreso del partido. En particular las necesidad de avances simultáneos en el continente se hace clave a la hora de promover desarrollo, la complementación productiva/integración regional y el desmontaje del neoliberalismo matrizado en las formas actuales de la dependencia.

c) Qué elementos de economía política, es decir de programa, debe abordar nuestro proyecto. Si la democracia avanzada puede ser es una forma de tránsito hacia el socialismo,¿cómo debería ser su economía política? Si uno de los asuntos pendientes de las realizaciones programáticas del Frente Amplio ha sido la diversificación de la matriz productiva,¿de qué sectores lograremos capturar parte del excedente económico para sostener un camino de desarrollo industrial y tecnológico, que nos ubique en una situación menos periférica en la actual trayectoria tecno – económica? ¿Cuáles son los sectores que, a partir de ventajas comparativas estáticas, capturan renta diferencial, capaces de ser el punto de partida en una acumulación diferente, no dependiente y un tipo de desarrollo sostenido?

Del mismo modo que V.I. Lenin impulsó la llamada Nueva Política Económica, ¿qué combinación de formas de propiedad (estatal, autogestionaria y capitalista) tenderá a formar parte de la base material de una forma de tránsito, en movimiento, hacia una nueva sociedad?

d) ¿Qué rasgos adoptará la configuración del Estado en un proceso de transición democrático avanzado? Es necesario reafirmar en la teoría lo que ha sido central de la experiencia histórica de los comunistas uruguayos, vivida con un enorme precio humano en la lucha contra el fascismo. Me refiero a la cuestión de la democracia. Más aún, porque cargamos con el lastre de todas los errores, deformaciones, tragedias y horrores del socialismo real.

Nuestro proyecto no concibe la democracia desde un punto de vista meramente instrumental, la democracia es en forma y contenido lo central de la fase de tránsito y construcción de la nueva sociedad. Puede afirmarse que el socialismo es un proceso de democratización radical que llega también a las formas de propiedad y gestión de los medios de producción principales. Pero cuál habrá de ser en lo concreto la forma de organización del Estado y la democracia, en una fase de tránsito.

Si en la base económica durante un largo trayecto histórico habrán de combinarse diferentes formas de propiedad y gestión tal vez sea pertinente profundizar y respetar todos los componentes de democracia representativa, parlamentaria con proliferación de partidos políticos, con formas de democracia directa de poder popular, que pauten en conjunto formas de poder de los trabajadores para construir una sociedad nueva, más democrática e igualitaria. En ese cuadro al contrario de que un proceso de este tipo ahogue a las organizaciones de la sociedad civil, y a la propia riqueza del debate democrático, se requiere un rol de los movimientos sociales basados en su autonomía, en particular al movimiento sindical, que no solo no podrá ser polea de trasmisión mecánica del partido ni el estado, sino constructor crítico y movilizado de la democracia hasta sus últimas consecuencias.

Lo mismo para todas las corrientes del ambientalismo, el feminismo y las formas que van surgiendo a partir de la columna vertebral histórica del campo popular: el movimiento obrero, que deberán cumplir un rol central.

Es notorio que definiciones de este tipo tendrán consecuencias en la definición de la estrategia, la táctica y los ritmos de la transformación, para impulsar la superación del capitalismo en estos tiempos. También tendrá consecuencias en la propia configuración del Partido que sin perder sus principios, sus piedras angulares, su naturaleza de clase y su vocación revolucionaria, – muy por el contrario, reafirmándolas-, atenderá a un tipo de funcionamiento, incluyente de las grandes mayorías del pueblo, en marcha hacia la construcción de su propia historia.

Con las realizaciones unitarias ya acumulados por nuestro pueblo y a las que nuestro PCU tanto ha contribuido. El Frente Amplio y el movimiento sindical y popular. Con un Partido Comunista del Uruguay que es mucho más un partido del futuro que del pasado. “Parados en los hombros de gigantes”, a conmemorar el 100 aniversario del PCU junto a todos y todas quienes sin exclusiones contribuyeron en esa peripecia, para construir el PCU del presente siglo.

(*) Secretario general del PIT-CNT, miembro del Comité Central y el Comité Ejecutivo del PCU.

[1]Gramsci Antonio: Notas sobre Maquiavelo, la Política y el Estado Moderno
[2]El Partido Comunista del Uruguay en el XL Aniversario de la Revolución de Octubre. Revista Estudios N° 7. Noviembre de 1957

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