Gonzalo Perera
En los días previos al pasado sábado 27 de abril, todes les militantes del campo popular que salimos a recolectar firmas contra la reforma de jubilaciones y pensiones más regresiva de nuestra historia, sabíamos, o al menos intuíamos, que la cantidad de firmas recolectadas superaba muy largamente los requerimientos legales en la materia. No obstante, ello, estoy seguro de que a todes, les presentes en el acto de anuncio o les que lo seguimos en vivo desde muy distintos puntos del interior del país (y también desde nuestra diáspora) saltamos en una mezcla de alegría y profunda emoción cuando Marcelo Abdala dijo “430.023 firmas”. Porque no sólo supera muy largamente la cantidad necesaria para habilitar la consulta popular, sino que además es una cifra tremenda. Porque a veces a las cifras grandes cuesta “verlas”, puede decirse, por ejemplo, que es superior a la población de toda la región Este del país (Lavalleja, Maldonado, Rocha, Treinta y Tres, Cerro Largo), o como dijera más recientemente el propio Marcelo Abdala, supera la votación de cinco de los siete partidos con representación parlamentaria. Recolectadas en cinco meses, con una muy particular intensidad en el último mes, con modestísimos recursos materiales, sólo en base a la persistencia y sacrificio de les militantes de las organizaciones sociales (con el PIT-CNT a la cabeza) y de los sectores políticos de izquierda que apoyamos la iniciativa, este logro no puede calificarse de otra forma que no sea Hazaña (así, con H mayúscula), por la cual es absolutamente legítimo sentir orgullo. Pero inmediatamente debe pensarse en el nuevo escenario que se abre, puesto que ahora, cuando pensamos en octubre, no sólo debemos ganar el gobierno para los intereses populares con el Frente Amplio, sino que además debemos ganar la consulta popular que logramos generar y que significaría un logro absolutamente histórico en materia de defensa democrática de los derechos de las grandes mayorías. A la altura del histórico NO a la dictadura de 1980, o de la salvación de las empresas públicas de 1992.
Pensando en ese escenario que se abre hacia octubre, lo primero que me viene a la cabeza es la imagen de la mano tendida y el valor conceptual de la Unidad.
Haya lo que hayamos hecho hasta el 27 de abril, ahora hay que ofrecer la mano tendida a absolutamente todes las personas que estén dispuestas, a partir de ahora, a acompañar el camino de la defensa de los derechos populares en el plebiscito sobre la reforma de jubilaciones y pensiones. Y absolutamente todes significa absolutamente todes. De hecho, si uno busca un elemento en común entre las dos ilustres proezas populares antes citadas, la de 1980 y 1992, una cosa aparece muy claramente. Estuvimos en el mismo bando, en el de la defensa de la democracia y los derechos de las grandes mayorías, muy diversos pensares. Fuimos un 57% en el 80 y un 72% en el 92, y es obvio que la composición no fue igual, pero la gran mayoría que frenó (en ambos casos) los atropellos del neoliberalismo, la integramos quienes hoy votamos al FA, al Partido Nacional, Partido Colorado, al mismo Cabildo Abierto, Partido Independiente, PERI, a la UP, a casi toda formación política hoy existente. De esa mano tendida e invitación a defender los derechos de las grandes mayorías, nadie debe sentirse exonerado ni excluido. Hay lugar para todes, y si se trata de una persona que levanta su hoja de votación en un local partidario “que no ensobra” la hoja del plebiscito, perfectamente la puede recibir de nuestras manos. Pues en muchas firmas pudimos constatar que quien vota a partidos muy distantes en sus posiciones generales, no por ello pierde su capacidad de pensar por sí mismo y estar de acuerdo ante un tema tan concreto, serio y evidente como el despojo que queremos detener con el plebiscito.
Si esa mano se tiende “urbi et orbi”, es particularmente importante pensar nuestra actitud hacia quienes integran nuestro FA. Todos sabemos que no fue posible, en su momento, alcanzar los consensos que hubiéramos deseado dentro del FA y que, ante ello, la fuerza política dejó en libertad de acción a sus integrantes, y así como algunos sectores participamos de la recolección de firmas, otros no lo hicieron. A su vez, es harto evidente que dentro de los sectores que resolvieron no participar de la recolección de firmas, había matices. Por ejemplo, hubo quienes resolvieron no acompañar por argumentos básicamente de oportunidad (no se cuestiona el fondo ni la forma, sino el momento de la iniciativa), otros en argumentos de forma (no se cuestiona el fondo, sino aspectos de forma, de procedimiento) y otros en discrepancias más de fondo (se discrepa en algunos puntos sustantivos, más allá de la oportunidad y la forma). Sin embargo, sería una ofensa a la inteligencia y capacidad de procesar nueva información de les compañeres, dar por esculpidas en piedra sus opiniones y no incluirlos en la mano tendida y en la posibilidad de que en una nueva discusión, al menos con algunes y al menos en parte, podamos acercar posiciones. Huelga decir que para ellos hay que abandonar toda forma de exitismo o, como se dice popularmente, todo comportamiento “pizarrero” sobre lo que ya ocurrió. En todo caso, lo que vale la pena transmitir es la avidez por firmar que encontramos en cada rincón del país y en personas de todos los colores políticos, pues esa percepción (que honestamente, superó ampliamente mis expectativas) puede ser muy importante para la valoración política de la situación. Cada quien hará su evaluación y veremos cómo caminamos hacia octubre.
Lo que sí es evidente es que, ante este tema como ante cualquier otro asunto, debemos ser siempre celosos custodios y promotores de la Unidad. La Unidad del campo popular, ya sea en sus expresiones sindicales y sociales en general, como en sus expresiones políticas partidarias, como una y otra vez lo remarcara Rodney Arismendi. Porque la unidad puede pensarse como mero acopio de voluntades para “votar mejor» o puede pensarse en la Unidad, con mayúsculas, como elemento conceptual central en el camino de la Democracia Avanzada y como construcción por lo tanto revolucionaria en sí misma, por ende, a cuidar y regar siempre, bajo cualquier circunstancia. Pase lo que pase, en torno al plebiscito u otro tema, es en clave de Unidad que debemos transitar nuestro camino. Mero ejemplo: todos alguna vez hemos escuchado algún militante frenteamplista que dice “si en las internas gana X, yo no voto al FA” (con distintas opciones como X, incluso). Una y otra vez nuestro accionar fue, es y será que no es así que concebimos les frenteamplistas una elección interna y en general nuestro accionar político, y que gane X, Y o Z, todes nos encolumnaremos a su lado y en base al programa único que es el libreto para todes, iremos hacia octubre y hacia un gobierno que ponga el eje en políticas públicas dirigidas a los derechos de las grandes mayorías.
El FA tiene diversos sectores y cobija diversas formas de pensamiento político, y en estas mismas páginas, con todo respeto y claridad, a veces nos referimos a algunos debates que, como seres libres y pensantes, podemos albergar en nuestra interna. Pero el FA tiene un programa único que no es una mera guía para nuestro futuro gobierno, es el libreto. Nada de eso, ni por asomo, hay en la vereda multicolor, claro ejemplo de la enorme diferencia entre la Unidad y el rejunte oportunista.
Vamos por la victoria, siempre forjando y legando Unidad.
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Preparación para la entrega de firmas del plebiscito de la seguridad social, en la sede del PIT-CNT en Montevideo. Foto: Mauricio Zina / adhocFOTOS.