¿Por qué el impulso de las autoridades actuales de la educación por enseñar la teoría de los dos demonios? ¿Qué pensamos las jóvenes docentes?
UJC
Desde fines del año pasado comenzó una polémica en torno a los nuevos programas que imponía la reforma educativa, llevada adelante por la coalición de gobierno. Una de las más señaladas, y que quizá recordemos con mayor facilidad, fue la que se generó en torno a la bibliografía del curso de Historia Contemporánea: se quitaban a especialistas en la temática del pasado reciente, como Carlos Demasi, para sugerir el libro testimonial “La agonía de una democracia” de Sanguinetti. Si bien esta polémica se fue calmando cuando las autoridades reconocen este absurdo incorporando algunos libros de profesionales, la disputa por la construcción del relato y la memoria en torno al tema continúan vigentes.
Hagamos un recorrido histórico: el 27 de junio de 1973 Juan María Bordaberry, electo como presidente por el Partido Colorado, disolvió las cámaras dando lugar a un golpe de Estado civil-militar. Este fue un punto de inflexión enmarcado en un proceso mucho mayor que inició con anterioridad y fue caracterizado por una progresiva restricción de libertades, así como el vaciamiento de instituciones democráticas desde finales del siglo XX. La dictadura duró 12 largos años y estuvieron involucrados civiles (mayormente provenientes de los sectores más conservadores de los partidos tradicionales), así como militares fascistas. El proceso estuvo transversalizado por un ajuste brutal para el pueblo en beneficio de las clases dominantes: los ingresos del capital aumentaron 15% y los ingresos por salario de las trabajadoras bajaron 21%, dejando para 1986 un 46% de personas con un salario insuficiente para solucionar sus necesidades básicas.
Este proyecto se desarrolló con la más cruel represión contra las organizaciones populares y el pueblo uruguayo, quienes desde el primer día enfrentaron la dictadura con una huelga general que duró 15 días. El saldo que nos dejó fueron 197 personas desaparecidas, 200 asesinados y cerca de 6.000 presos políticos que vivieron la brutal tortura. A estos números se le suman los miles de exiliados por la censura y persecución.
Llegamos al día de hoy: 50 años después del golpe de Estado. Numerosos actores de este gobierno han intentado una y otra vez reescribir la historia. Sanguinetti ha sido el principal referente de uno de estos intentos de reescritura con, por ejemplo, la teoría de los dos demonios: esta teoría expone que la dictadura está justificada por la utilización de las armas por parte de algunos grupos de izquierda lo cual, cabe señalar, ya estaba desmantelado previo al golpe, en 1972.
¿Por qué planteamos que este es un intento consciente por reescribir la Historia?
Porque cuando dan el golpe de Estado la lucha armada en nuestro país ya no existía, porque nada justifica el saldo de muertes; torturas y desapariciones, porque no fue una guerra entre dos bandos: fue un genocidio por parte del Estado al pueblo. Un genocidio moderno que, al decir de Daniel Feierstein, buscaba reorganizar las relaciones sociales hegemónicas, en un contexto mayor de Guerra Fría.
Porque fue un proyecto de clase, donde la clase más pudiente se enriqueció aún más y las trabajadoras se empobrecieron de forma drástica. Y finalmente, porque se utilizó todo el aparato del Estado, quien se supone que debe proteger los derechos humanos de la población, para perseguir, torturar y asesinar a nuestro pueblo.
Por esto no hablamos de una guerra entre dos demonios, sino de Terrorismo de Estado enmarcado en prácticas que fueron sistemáticas y planificadas.
Es imposible hablar de teoría de los dos demonios y de terrorismo de Estado, son dos conceptos que no pueden coexistir, uno niega al otro. Mientras la teoría de los dos demonios justifica la dictadura civil-militar y la presenta como inevitable, dando lugar a pensar que existen momentos en los que es necesario recurrir a estas medidas, el terrorismo de Estado explica que no existe justificación alguna para plantear como inevitable la tortura, persecución, desaparición y asesinato a manos del Estado. Este concepto pone sobre la mesa y habilita que se comprenda que estas prácticas no son justificadas por ningún contexto, y que no deberían suceder nunca más.
Al argumentar la incorporación de este libro de Sanguinetti, el consejero Juan Gabito Zóboli expresó que “era relevante incorporar una visión de uno de los protagonistas de esa parte de la historia”. Quedan numerosas dudas en relación no solo a la incorporación de este libro, de manera aislada e injustificada, sino sobre la pseudo argumentación del consejero:
¿por qué incorporar sólo una visión testimonial? ¿por qué no incorporar, por ejemplo, los libros de testimonio de las presas políticas? Sanguinetti no desconoce la historia y desde esa ignorancia construye y sostiene esta teoría: es un actor político partidario al cual le sirve construirla. Y que además tuvo un rol de complicidad con la dictadura.
A su vez, legitima la teoría de los dos demonios a través del libro sugerido por las autoridades para enseñarles a nuestras chiquilinas el pasado reciente. Se intenta posicionar como verdad una construcción que tiene fines político partidarios y que no tiene ningún valor académico. Tiene valor testimonial, aunque únicamente acompañado de otras memorias. No es una base académica con siquiera una mínima pretensión o búsqueda de objetividad. No existe una vigilancia epistemológica sobre ese relato.
La selección de este libro también está acompañada por una serie de cambios mayores en relación al tema: se incluye el concepto de guerra civil, se quita el concepto de dictadura civil-militar dejando sólo dictadura militar (buscando excomulgar a los partidos tradicionales de su responsabilidad y complicidad en el proceso).
Nuestras clases de Historia están construidas desde la historiografía y esta suele alimentarse de distintas memorias que recoge. No es menospreciable la utilización de un testimonio, con los aportes insustituibles que estos pueden brindar en nuestras clases. Pero nunca podremos construir una clase desde únicamente un testimonio, con una sola visión y recortando bibliografía especializada del tema. La incorporación de este texto, escrito por un actor del momento, pero también por un agente político partidario actual, no es inocente. Busca legitimar, naturalizar y darle voz de verdad a una postura que lejos se ubica de la órbita de la construcción académica más consensuada.
Pero.. ¿Qué es enseñar Historia?
Cada una de quienes ejercemos la docencia seguramente tenemos una respuesta distinta a este interrogante, desde la construcción de mi identidad profesional la enseñanza de la historia es una profunda búsqueda de aquellos ecos que nos componen. Una herramienta de empatía que nos permite transitar el mundo de forma más consciente. Una herramienta de libertad y crítica, de revisión sobre aquello que nos compone.
Las profesoras en nuestras clases jamás buscaremos imponer un relato, una visión o un testimonio como imparcial. Construimos con compromiso, día a día en nuestras aulas, la capacidad crítica de nuestros estudiantes y esa, precisamente esa capacidad, es el mejor regalo que podemos tener. Más allá de a qué posturas pueda conducir la misma. Tampoco renunciaremos a defender las aulas como un espacio de construcción, de aporte, para una elaboración libre de nuestras estudiantes respecto a sus visiones, sentimientos y opiniones sobre los temas que abordamos. Mucho menos permitiremos que se subestime, de la forma en que se intenta hacer, a las adolescentes. Ellas no solo tienen el profundo derecho a recibir una educación que les dé lugar a formarse y re-formarse, sino también a tener aulas libres de la búsqueda consciente por construir relatos absolutamente parciales como una verdad objetiva.
No vamos a abandonar por miedo a la persecución el abordaje a los temas relacionados con el pasado reciente en nuestras aulas, y no es menor citar aquí una de las leyes que nos habilita a su abordaje. La ley N° 18.956 en sus artículos N° 1 y 2 reconoce que existió el terrorismo de Estado y violación a los DDHH, condenándolo. A su vez, en el artículo N°7 establece como necesarias las acciones de reparación y memoria. Legalmente estamos legitimadas a abordar el pasado reciente y el terrorismo de Estado.
La dictadura dejó una herida enorme en nuestro pueblo y en nuestra historia. La lucha por la memoria, verdad, justicia y nunca más, no representa un capricho por vivir en el pasado, cómo nos quieren hacer creer. Es un profundo derecho, es justicia y es una necesidad para quienes perdieron a sus seres queridos. Así como para todo el pueblo uruguayo y las gurisas que vendrán. Porque necesitan vivir en un país donde el Estado se haga cargo de su responsabilidad, ya que esto nos brinda un paso más para que esta cruel Historia no se repita NUNCA MÁS.
Foto de portada:
Durante el acto de “Vigilia de la Democracia” en el marco del 50º aniversario del golpe de Estado y de la Huelga General en Montevideo. Foto: Javier Calvelo / adhocFOTOS.