Santiago Mazzarovich/ URUGUAY/ MONTEVIDEO/ Marcha por la Diversidad. En la foto: Marcha por la Diversidad. Foto: Santiago Mazzarovich / adhocFOTOS.

Las corrientes de retorno

Gonzalo Perera

Con buena parte de mi infancia y adolescencia vividas en la costa del majestuoso Atlántico, con un padre que fue marino, con un bisabuelo materno longevo, crecido en un pueblito de pescadores de Catalunya y gran nadador de mar (al punto de haber protagonizado rescates hasta con muy avanzada edad), si algo aprendí, es que no hay que temer al mar, pero sí respetarlo muchísimo. 

Sin duda que ser un gran nadador en piscina ayuda a desenvolverse mejor en el mar, pero nadar en el mar es un desafío mucho mayor, con múltiples riesgos que es necesario saber cómo manejar, pues en ello te va la vida. De las cosas que aprendí de ese legado, es de la existencia en las playas de las corriente de retorno, o “chupones”, como se le suele decir a nivel popular. Se ubican casi siempre en los mismos puntos de la playa, que actualmente los guardavidas indican clavando , banderas rojas en la orilla, y “tiran” mar adentro con una fuerza descomunal. 

Obviamente uno debe evitarlas, pero si por mala suerte o error llegara a verse atrapado en una, la primera indicación que uno recibe es jamás intentar nadar contra la corriente, que es una misión imposible y termina muy mal, sino que hacerlo perpendicularmente, para salir de su empuje.  Son fenómenos naturales, propios a la mecánica de fluidos, no son infortunio ni maldad, aunque es difícil no asociarlas con el dolor. Al menos los rochenses, para muchas grandes corrientes de retorno, solemos tener asociado algún nombre querido que se nos fue allí y eso, no importa el tiempo que haya pasado, siempre nos devuelve el amargo sabor del dolor.

Pero hay otro tipo de corrientes de retorno, por las cuales no cabe culpar a la Naturaleza, que siembran dolor y hasta horror. También se diferencia con las corrientes oceánicas donde su ubicación es muy variable y su aparición a veces es repentina, aunque posiblemente se hayan gestado en las sombras y fuera de nuestra vista durante largo tiempo. 

Cuando la agenda de derechos (laborales, económicos, de género, de la diversidad, de los derechos humanos en general) viven momentos de gran crecimiento, cada tanto aparecen, de forma transversal a las clases (pero funcionales al poder) corrientes de opinión bastante cavernícolas, que no solo reniegan de los avances, sino que pretenden hacer retroceder la historia décadas, cuando no siglos.

Empecemos por un ejemplo muy difundido en todo el mundo. El movimiento “Black Lives Matter”(Las Vidas Negras Importan), surgido como respuesta al atroz asesinato policial a George Floyd en Mineápolis, Estados Unidos, sacudió al mundo entero con consignas y alegatos contra la discriminación racial. La imagen de los deportistas poniendo una rodilla en el piso antes de empezar  un espectáculo deportivo en todo el planeta, era parte de esa expresión de sensibilidad. Las sanciones por cánticos o carteles racistas empezaron a hacerse mucho más difundidas y duras. 

Uno puede pensar que eso fue “lavado de imagen”o “pour la galerie”, pero lo importante es que hubo, en comparación con la permisividad que vi antes (con mis propios ojos)  hacia cánticos obscenamente racistas, un claro “apriete de tuercas”, y eso, cualquiera sea su motivo, es avanzar. Sin embargo, cuando las urnas dictaron que Donald Trump debía abandonar la presidencia del águila imperial, y mientras el vicepresidente Mike Pence cumplía en el Capitolio con su deber constitucional de proclamar oficialmente el resultado electoral, las hordas convocadas por Trump tomaron el Capitolio, y estuvieron a segundos de linchar a Pence y otras demencias,  cuando uno se pone a analizar la composición de esa manada de energúmenos, ve la presencia de múltiples grupos de supremacistas blancos, que sobre todo desde el centro de Estados Unidos, se convocaron para tomar el Capitolio. Más allá de la locura del acto, quedó en evidencia, que quizás como corriente de retorno al aumento de presión sobre la discriminación racial, los grupos racistas y neonazis se fortalecieron y reagruparon, transformando todos los gestos solidarios e integradores en alimento de su infinito odio hacia la vida.

En Uruguay y en el mundo, los temas de género son playas donde las corrientes de retorno por momentos aterran. Los temas de género incluyen, obviamente y centralmente, el combate al capitalismo patriarcal, a la cosificación, sumisión y explotación de la mujer, a la violencia que en cifras cada vez más alarmantes sufren de parte de varones (generalmente familiares). Pero también incluyen el proceso de construcción de identidad de género, terminar con el biologismo binario, entender la complejidad de los procesos identitarios y sus múltiples expresiones, todas merecedoras de plenos derechos, muchos de ellos reconocidos en la usualmente llamada “Ley Trans”.

Sin embargo, un día sí y otro también, debemos escuchar airados discursos contra las “feminazis” como despectivamente califican a las corrientes feministas, de considerar excesivo, antojadizo o ridículo el aceptar ya no la homo o bi-sexualidad, sino las identidades trans, en particular no binaries, etc. Ese discurso es una suerte de agua podrida que escurre por toda la sociedad. 

Hace poco tiempo atrás me tuve que retirar de una reunión en la que personas promedialmente cuarentonas,  de nivel educativo claramente por encima del promedio, de nivel económico medio alto, se referían a la temática a una altura bastante inferior a la esperable en una barra brava del fútbol, al punto de volverse francamente insoportable. Vale la pena anotar que entre los discursos anti feministas más encendidos, estaba el de varias mujeres, que evidentemente deben pensar que la sororidad es un malestar auditivo.  

Pero lo central aquí es que hace poco escuchaba una argumentación de que entre gente veterana, de bajo nivel educacional formal, del interior profundo, estos temas son aún de difícil digestión. Puede que lo sean, pero el punto es que no está allí el discurso de odio más brutal, sino entre gente más joven, de mayor nivel educativo y muy urbanos.

Si uno piensa en el caso de Estados Unidos, si uno piensa en el episodio similar ocurrido con los seguidores de Bolsonaro en el Planalto, si uno piensa en las atrocidades que pueden decir en la materia los seguidores de Milei, debe preguntarse si acaso ésta corriente de retorno, medularmente regresiva, cultora del odio y militante contra los derechos, es coincidente con el auge o potenciación de la ultraderecha política.

La conclusión decanta por su propio peso. Estos cultores del odio son la base, transversal y extendida, del veneno fascista. Que odia por vocación, identidad y necesidad. Pues acumula desde el odio. La lógica de acumulación de la izquierda es el amor, defender el derecho del más jodido. A veces, esto nos dificulta entender la crudeza de la acumulación del fascismo: se unen en el odio, eligiendo un objeto de odio que a menudo es sembrado, falseando la realidad. Inventan el enemigo, si no tienen ninguno a mano. La coalición multicolor creció en base al odio a nosotros, reducidos a “las focas”. El ocultamiento del Terrorismo de Estado se basó en el odio a los que se nos imputó “currar con los Derechos Humanos”. Sin odio y enemigo inventado, no hay fascismo.

Digamos las cosas claritas: la corriente de retorno respecto a la agenda de derechos, en toda su extensión, no es cercana al fascismo. Es el fascismo mismo, su médula, su base.

Agenda de derechos siempre más amplia y más profunda, para todes, es el gran antídoto y dolor del fascista.

Foto de portada

La lucha en defensa de los Derechos Humanos y contra el fascismo siempre es en la calle. Marcha por la Diversidad. Foto: Santiago Mazzarovich / adhocFOTOS.

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