Por Santiago Manssino
Se están cumpliendo 50 años de la publicación de “Las venas abiertas de América Latina”, la obra más emblemática de Eduardo Galeano, que tuvo y sigue teniendo un enorme impacto cultural y político. Con tal motivo la Universidad de la República realizó un seminario virtual donde participaron intelectuales de todo el continente abordando los distintos aspectos de la obra, su contenido histórico, económico, social y cultural, y su valor como obra literaria y tratado histórico. Con esto contratan las declaraciones del ministro de cultura, Pablo da Silveira, quien calificó a la obra de “dañina”.
Entonces, mientras la Udelar organiza un evento a la altura de la importancia y de la influencia que tuvo a nivel social la obra de Galeano, el ministro se dedica a menoscabarla y despreciarla. Esta contradicción parte no solo de los intereses de clase, conscientes o no, del ministro, sino de su aparente falta de entendimiento de como se genera la desigualdad.
Ensayo, obra de divulgación, tratado histórico, relato, todo con un dejo poético, “Las venas…” es una obra heterogénea, difícil de clasificar. La intención, según su autor, era hacer una especie de “tratado de economía política en forma de novela histórica“, que pudiera generar mayor acceso al conocimiento de los procesos económicos y la historia de nuestro continente, dada la preocupación por la poca llegada de estos temas en la población. Está claro, además, que ese conocimiento una vez obtenido da mayor pie y mayor impulso a la acción política.
Recorriendo 5 siglos, desde el saqueo original del imperialismo europeo a los pueblos originarios de nuestras tierras, pasando por la época colonial y las luchas independentistas, estas ultimas a veces con rumbos y objetivos diferentes, llega a los finales del siglo XIX y al siglo XX, donde se describe la entrada en acción del imperialismo norteamericano y su política de patio trasero en el continente, a la vez que las primeras luchas de liberación contra esa opresión económica, militar y política, que tienen su gran evento en el triunfo de la Revolución Cubana.
En la descripción de este largo proceso, es fundamental el trágico episodio de la conquista y la colonización de América Latina, y las diferencias de la política española y portuguesa hacia sus colonias con la que implementaba el imperio británico. Allí, con el saqueo a sangre y fuego de oro, plata y tierras, se da la acumulación de riquezas inaudita de Europa, una acumulación originaria que permite el desarrollo europeo y da origen a la desigualdad.
Cuando se intentaron experiencias de desarrollo industrial en América Latina se arranca de muy atrás con respecto al mundo desarrollado, además de ser truncados esos procesos justamente por las políticas del imperialismo europeo y norteamericano para impedir esos desarrollos, ya sea con medidas económicas o por la fuerza. Así mantener a estos países como meros exportadores de materias primas, consumidores de valor agregado y receptores de inversión extranjera, generalmente grandes transnacionales que pueden hasta manejar gobiernos.
Esto Galeano lo relata de una manera no académica, a veces sin tener el dato preciso, agregando la esclavización sufrida por los pueblos originarios y africanos, y una imposición cultural bien clara; la de la religión de los colonizadores. Ahora, la obra solo está difundiendo una verdad histórica, de una manera literaria sí, pero nadie ignora lo que significó la conquista. Entonces, resulta sorprendente que un ministro de cultura no solo diga que es “dañina” sino que también exprese lo siguiente: “Creo que se hace la pregunta equivocada…¿Por qué hay sociedades que son pobres?…En realidad si uno mira la historia humana la pobreza es el estado natural de la especie humana…La pregunta es porquéhay sociedades ricas, que consiguen avanzar”.
Acá se podrían ver varias cosas. por un lado, ¿eran todas las sociedades precolombinas sociedades pobres, que no avanzaban? Por otro lado, no entender el inicio desigual en la carrera del desarrollo, y no entender que eso parte de un robo real de la riqueza, que se transfiere directamente a las arcas europeas, y no entender que hay una acción imperialista que mantiene a América Latina en el subdesarrollo, simplemente al imponer la división internacional del trabajo y dirigir el mercado global, además de las intervenciones políticas y militares, adjudicar la cuestión a alguna especie de meritocracia, es o de una ingenuidad galopante o un recurso discursivo para que las oligarquías locales sigan siendo mantenidas por el modelo del imperialismo.
Hay países pobres, o empobrecidos más bien, porque hay países que se enriquecieron a costa de ellos. Sucede igual que con las clases sociales, cosa que también estudia el libro. Para Pablo da Siveira la obra es “dañina” porque deja en claro esto lo dejó claro para millones de lectores, ayudando a la movilización y la lucha social y política, siendo de los textos más importantes en la cultura de una izquierda latinoamericana que lucha por la liberación continental y un modelo superador, posneoliberal.
Por eso el ataque y la descalificación, que no es nada inteligente y muestra un bajo nivel de discusión. Aún no estando de acuerdo, no se puede dejar de reconocer la importancia y la calidad de esta obra.
Las venas siguen abiertas, y el libro que las recorre sigue siendo fundamental para entenderlas, además de muy disfrutable como ensayo desde el punto de vista literario, de su escritura. Y hay que defenderlo ante ataques banales y sin sustento.