Por Santiago Manssino
Hoy, 12 de julio, se cumplen 117 años del nacimiento de Ricardo Eliécer Naftalí Reyes Basoalto, conocido para el mundo como Pablo Neruda.
No necesita presentación este poeta nacido en Parral (Chile), es una de esas figuras literarias del siglo XX universales, ganador del Nobel, cuyos textos se estudian desde la escuela o el liceo, que tiene su lugar indiscutible en el canon.
La obra de Neruda atraviesa varios estilos literarios, desde un posromanticismo en «20 poemas de amor y una canción desesperada» pasando por la cercanía a las vanguardias históricas, sobre todo en su Residencia en la tierra, a veces con un tono clásico aunque adaptado a lo cotidiano como en las «Odas elementales», y otras veces con una mezcla de todo ello unido en un tono épico, y a veces narrativo, como en el «Canto General» o el Nuevo canto de amor a Stalingrado.
El «Canto General» (1950) justamente, es uno de sus poemarios más ambiciosos, donde en 15 secciones se expresa un hondo sentido latinoamericanista, donde se narra poéticamente, a veces con versos solemnes y otras con un estilo más libre y fluido, la historia del continente, donde se llama a la lucha y al combate contra las oligarquías y por la soberanía de Chile y del continente, donde se denuncian las injusticias, y donde se describe con destreza metafórica su geografía natural y humana.
Neruda era, es harto sabido, comunista. Su convicción lo llevaba a participar abiertamente en la lucha por el socialismo. Fue a España en defensa de la República, y también a Stalingrado durante la Gran Guerra Patria de la URSS contra el nazismo. Fue electo senador y luego perseguido tras la ilegalización del PCCH por el gobierno de González Videla. El «Canto General» lo escribe en la clandestinidad, estando perseguido, lo publica en México y circula de manera clandestina en Chile. Fue precandidato a la presidencia designado por el PCCH, cuando finalmente se acuerda la candidatura de Allende, siendo embajador en Francia durante el gobierno de la UP. Pablo muere días después del golpe fascista de Pinochet, el 23 de septiembre de 1973. Si bien padecía de cáncer, hay denuncias de familiares de que pudo haber sido envenenado mientras estaba internado, cuestión que no se ha aclarado del todo aún.
Sin duda la obra de Neruda fue parte de la fundación de las bases de la literatura latinoamericana del siglo XX. Y sin duda sigue teniendo una significancia enorme hoy en día. No era de los poetas que separaban el compromiso político de la obra, pero tampoco era el poeta panfletaria que únicamente escribe sobre la lucha; su obra poética y en prosa es enorme y abarca una diversidad temática como lo puede tener la vida misma, desde la cotidianidad, el amor y el desamor, la existencia, la historia, la lucha contra la injusticia, la belleza y la experiencia personal.
Desde la alegría y la vitalidad de sus versos y de sus actos, incluso desde el hedonismo a veces, pero también desde el combate y la solidaridad, su voz es la voz de América. Y siempre vale la pena volver a visitarla.
AMOR AMÉRICA (1400)
ANTES de la peluca y la casaca
fueron los ríos, ríos arteriales:
fueron las cordilleras, en cuya onda raída
el cóndor o la nieve parecían inmóviles:
fue la humedad y la espesura, el trueno
sin nombre todavía, las pampas planetarias.
El hombre tierra fue, vasija, párpado
del barro trémulo, forma de la arcilla,
fue cántaro caribe, piedra chibcha,
copa imperial o sílice araucana.
Tierno y sangriento fue, pero en la empuñadura
de su arma de cristal humedecido,
las iniciales de la tierra estaban
escritas.
Nadie pudo
recordarlas después: el viento
las olvidó, el idioma del agua
fue enterrado, las claves se perdieron
o se inundaron de silencio o sangre.
No se perdió la vida, hermanos pastorales.
Pero como una rosa salvaje
cayó una gota roja en la espesura
y se apagó una lámpara de tierra.
Yo estoy aquí para contar la historia.
Desde la paz del búfalo
hasta las azotadas arenas
de la tierra final, en las espumas
acumuladas de la luz antártica,
y por las madrigueras despeñadas
de la sombría paz venezolana,
te busqué, padre mío,
joven guerrero de tiniebla y cobre
oh tú, planta nupcial, cabellera indomable,
madre caimán, metálica paloma.
Yo, incásico del légamo,
toqué la piedra y dije:
Quién
me espera? Y apreté la mano
sobre un puñado de cristal vacío.
Pero anduve entre flores zapotecas
y dulce era la luz como un venado,
y era la sombra como un párpado verde.
Tierra mía sin nombre, sin América,
estambre equinoccial, lanza de púrpura,
tu aroma me trepó por las raíces
hasta la copa que bebía, hasta la más delgada
palabra aún no nacida de mi boca.
(Primer poema del «Canto General», Pablo Neruda, 1950).