Una vez más la Marcha del Silencio conmovió todo, no dejó a nadie indiferente. Cada año, y ya hace 28, crece más, en participación, en compromiso, en cantidad de lugares donde se realizan marchas y concentraciones, en raigambre popular. Este año no fue la excepción.
Lo primero a destacar, de este hecho político y social de dimensiones históricas, es que expresó de manera irrefutable que hay una mayoría clara del pueblo uruguayo que rechaza la impunidad, que reclama verdad y justicia y que dijo, con un silencio estremecedor, que expresa cientos de miles de gritos: Nunca Más dictadura, Nunca Más Terrorismo de Estado.
Eso es lo principal que se expresó este 20 de Mayo, la acumulación histórica de la lucha perseverante y digna contra la impunidad, contra la mentira, contra el ocultamiento, contra la crueldad.
El 20 de Mayo confrontan dos silencios. Por un lado, un silencio cobarde, miserable, mezquino, de quienes saben la verdad y la ocultan, el silencio de los impunes y de los que los defienden, sabiendo que mienten, sabiendo su mezquindad. Es un silencio de rencor, un silencio que encadena, que nos quita libertad, un silencio que nos hunde en un pasado atroz. Es un silencio de cada vez más pocos. Un silencio vergonzante, que se esconde o que cuando se muestra lo hace desde el odio y la mentira, agrediendo.
Por el otro, un silencio digno, cargado de verdad, que reclama justicia, que interpela, un silencio preñado de dignidad. Un silencio que se muestra orgulloso en las calles y las plazas, que se porta como estandarte, que se refugia en rostros, que tiene caras. Un silencio conmovido y conmovedor. Un silencio que convoca, que nuclea, que organiza. Un silencio que se sostiene en la verdad, un silencio que provoca respeto, que emociona. Un silencio que no olvida y que quiere un futuro sin mentira y sin impunidad.
Es ese silencio, el de la verdad y la dignidad, el que está ganando la pulseada. Es importante destacarlo porque no es así en todas las luchas por transformar el Uruguay en un país mejor. El 20 de Mayo, la Marcha del Silencio, expresan, en un momento concreto, una nueva síntesis de toda la sociedad. Esa nueva síntesis mayoritaria de la sociedad uruguaya es contra la impunidad, es por Verdad y Justicia y Nunca más.
Nunca un proceso de síntesis de la sociedad es una cuestión menor, pero en este caso adquiere especial relieve porque es un tema central desde el punto de vista ético, democrático y también de la transformación social. La impunidad, es un veneno para la sociedad, que lo contamina todo, que degrada todo. La impunidad es también un resorte clave del poder. Por lo tanto, que nuestra sociedad, nuestro pueblo, mayoritariamente la rechace, es un avance histórico.
Hay que recordar de donde partimos. En 1996, cuando se hizo la primera Marcha del Silencio, la impunidad era política oficial del Estado, en los medios de comunicación no se hablaba de dictadura, se decía “régimen de facto”, los desaparecidos no existían, la tortura era un invento de la izquierda. Veníamos de la derrota del Voto Verde en el referéndum contra la Ley de Caducidad, por amplio margen. El miedo seguía siendo una herramienta poderosa al servicio del status quo. Nos cerraban todos los espacios.
Pero no nos rendimos. Decidimos marchar, decidimos seguir diciendo la verdad y reclamando justicia. Decidimos que no íbamos a dejar que nos limitaran la libertad a su antojo. Elegimos la dignidad.
En esa batalla histórica por la verdad y la ética, de la sociedad toda, tiene un enorme mérito Madres y Familiares de Desaparecidos, que, con esta iniciativa de la Marcha del Silencio, apoyada desde el principio y hasta hoy por el PIT-CNT, el movimiento estudiantil, FUCVAM, ONAJPU, el movimiento popular, unificó la lucha contra la impunidad, que siempre existió y siempre fue digna, y, como siempre ocurre con la unidad, la elevó a un nuevo nivel.
Esa dignidad y esa capacidad de iniciativa tienen el enorme mérito de haber contribuido grandemente a generar esta nueva síntesis en la sociedad.
Por eso, hoy que son cientos de miles en todo el país las y los que manifiestan, hay que recordar por qué marchamos, no olvidarlo nunca y para ello no hay mejor manera que darle la palabra a Madres y Familiares de Desaparecidos, para que, respaldados por nuestro multitudinario silencio, lo reafirmen. “Es ésta una marcha de todos y todas. Una marcha que ha sido apropiada por la gran mayoría del pueblo uruguayo, abrazando una causa que ha entendido como justa y necesaria. No sólo es el 20 de mayo donde nos encontramos, sino en el correr de todos estos días: en el marco del mes de la memoria; son infinitas las muestras de afecto y esperanza que se han volcado en este tiempo, en forma de margaritas y fotos, en intervenciones y recuerdos diversos, en manos jóvenes y viejas, que rompen el miedo mientras sostienen la memoria”, nos dijeron en su proclama.
“La búsqueda de nuestros familiares no puede continuar siendo una búsqueda a ciegas: es necesario que quien tiene información, la otorgue, es urgente quebrar el silencio y romper con la
cultura de la impunidad. Los avances son lentos e insuficientes, el tiempo corre y seguimos sin saber qué hicieron con nuestros familiares; seguimos con una justicia incompleta, que desoye el reclamo por verdad”, exigieron.
Y terminaron con una constatación conmovedora: “Aunque el tiempo siga corriendo inexorable, sin vencer la ausencia, nos sentimos más cobijados que nunca: porque no estamos solos ni solas, porque nos cobija todo un pueblo que ha tomado en sus manos la tarea de sostener la memoria”.
Y es así, los cobija todo un pueblo. Este año, en Montevideo, cientos de miles desbordaron más de 18 cuadras de 18 de Julio, y no de cordón a cordón sino de pared a pared, fue tan grande la marcha que la multitud abigarrada también ocupó las veredas. Hubo además 77 marchas y concentraciones en los 19 departamentos del país y en muchos lugares, cada vez más, del mundo.
Y como si esto de por sí no alcanzara hay que agregar los cientos de charlas, videos, debates, encuentros, realizados en todo el territorio nacional; la siembra de margaritas, esa flor humilde y digna que es el símbolo de la lucha de Madres y Familiares, en todas las plazas, rotondas de entrada a ciudades y pueblos, sindicatos, cooperativas de vivienda, liceos, facultades. Y no olvidarse de valorar que más de 30 clubes deportivos, de básquetbol, fútbol y vóley, sus planteles, sus hinchadas, hayan expresado su compromiso.
Cuando eso ocurre es que algo se transformó en patrimonio popular y atravesó las fronteras, derribó muros, llegó a los rincones más impensados.
Es tal la magnitud de la Marcha del Silencio que descoloca a quienes siguen empeñados en la mentira y el odio; por eso se refugian el anonimato cobarde de las cloacas de las redes sociales, pintan provocaciones sin firma en algunos muros o mandan autos de Inteligencia policial a filmar a los manifestantes en Minas, Lavalleja.
Nada puede empañar o manchar tamaña expresión de pueblo. Por supuesto que hay que condenar esos espasmos provocadores, pero la mejor respuesta se dio en las calles.
Hay un aspecto más que hay que rescatar. La Marcha del Silencio emociona. No hay muchos acontecimientos sociales o políticos en los que sus participantes se emocionen. Miles, en cada rincón del país, llegan al final de las marchas con su cartel, su pancarta o su vela encendida y llorando. No saben bien por qué, pero no pueden contener las lágrimas. Pasa en las y los integrantes del cordón que trabajadores y estudiantes hacen para que los integrantes de Madres y Familiares transiten por 18 de Julio. Las muchachas y muchachos tomados de las manos cumplen su tarea con lágrimas en los ojos. Pasa cuando gritamos presente ante cada nombre de nuestros 197 desaparecidos y desaparecidas. Pasa cuando decimos “tiranos temblad” al cantar el himno. Pasa cuando alguien mira hacia atrás y ve esa marea humana en silencio. La Marcha del Silencio es una marcha de abrazos, de emoción.
Solo las cosas auténticamente importantes, profundamente populares, provocan esa emoción. No hay que subestimarla. Cuando cientos de miles se convencen, expresan su convicción en acciones y se conmueven, son una fuerza de un enorme poder transformador, pueden cambiarlo todo.
Este 20 de Mayo nuestro pueblo, en silencio, dijo con mucha fuerza: Nunca Más. Nadie puede ignorar ese pronunciamiento, se llame como se llame, piense como piense. Mucho más cuando estamos a pocos días de conmemorar los 50 años de la Huelga General con la que nuestro pueblo enfrentó el golpe de Estado e inició la resistencia, este 20 de Mayo de hoy es tributario de la Huelga, de los volantes clandestinos, del No de 1980, del 1° de Mayo de 1983, de la Marcha estudiantil al Franzini, del Obelisco. Las margaritas tienen raíces profundas. Y es un gran mérito que hoy marchen el 20 de Mayo, muchos que no participaron antes, de eso se trata, de avanzar.
Tendremos un futuro sin impunidad, con verdad y justicia, con libertad e igualdad, porque hay un pueblo comprometido con ello.
Que nuestro silencio se multiplique en miles de margaritas en nuestros corazones.