Por Silvia Nane (*)
Tratar de evaluar este primer año de gobierno de la coalición multicolor en un contexto que no tiene precedentes en la historia contemporánea es una tarea difícil. Puedo hacer la narrativa cronológica de hechos que todos quienes vivimos en este país conocimos de primera mano. Puedo tomar un conjunto de indicadores económicos y sociales y hacer un análisis que ya se ha hecho muchísimo mejor que el resultado del mejor de mis intentos. Puedo describir lo que siento cuando voy a una olla, o cuando voy a la feria y cada vez es más largo el camino de los cacharritos polvorientos que unas horas antes adornaban una casa y ese domingo, con un poco de suerte, quizá banquen el almuerzo. Puedo contarles que luego de la Ley de Urgente Consideración (LUC) con la que nos cambiaron las formas institucionales que conocíamos, y que luego del Presupuesto que asigna los recursos a esa institucionalidad para reafirmar la idea liberalísima del «sálvese quien pueda», van a venir otras leyes que seguirán por ese trillo para profundizarlo.
Ha transcurrido un año de gobierno y un año de pandemia de COVID-19. Hace un año que hubo que pensar y hacer distinto en casi todos los aspectos. Se desmoronó el mercado del trabajo y se llevó puestos a los de siempre. Como siempre, se salvaron los de siempre, y nacieron nuevos magnates.
El tiempo récord en el que se crearon las vacunas no tiene precedente en la historia de la ciencia. Miles de investigaciones dormidas en los laboratorios fueron despertadas, revisadas, compartidas, mejoradas. La ciencia, la investigación, la innovación y la tecnología fueron aplicadas en todo el mundo con un objetivo común. Y acá quiero detenerme: en los objetivos comunes con los que construimos visión de futuro. El futuro es inexorable, viene aunque no queramos. El futuro no nos pertenece, siempre es de otros, y por eso cuando pensamos en futuro tiene necesariamente que ser desde una perspectiva profundamente generosa, pensando en quienes lo vivirán.
¿Qué ha ocurrido con la ciencia, la investigación, y la innovación en este año en Uruguay?
A excepción del Instituto Antártico Uruguayo y el Institut Pasteur, todas las demás instituciones que forman parte del sistema fueron seriamente afectadas en sus asignaciones de presupuesto. Se congelaron los fondos de la Agencia Nacional de Investigación e Innovación, que es el motor del día a día del sistema científico nacional y en los últimos días se desmoronaron los recursos de investigación científica apelando a razones de orden meramente contable. Disminuyó el presupuesto del Centro Uruguayo de Imagenología Molecular (CUDIM), del Instituto Nacional de Investigación Agropecuaria (INIA), del Parque Científico Tecnológico de Pando, y del Programa de Desarrollo de las Ciencias Básicas (Pedeciba). Se redujo el personal científico en el Instituto de Investigaciones Biológicas Clemente Estable (IIBCE). Se congeló el programa de dedicación total en la Universidad de la República, donde está alojada las tres cuartas partes de la ciencia nacional y se limitaron los gastos en equipamiento tecnológico. La Secretaría de Ciencia y Tecnología quedó enterrada en el Ministerio de Educación y Cultura, que además reduce la asignación presupuestal en ciencia y tecnología. Desaparecieron las hojas de ruta que se habían creado en el sistema Transforma Uruguay.
Las empresas públicas más importantes del país que sostienen la infraestructura base del desarrollo productivo y la innovación tecnológica tienen sus inversiones congeladas y los programas de reconversión laboral que deberían ser pilares del futuro del trabajo no tienen una estrategia nacional de desarrollo y creación de empleo calificado.
La política nacional de ciencia, innovación e investigación no existe como tal, no hay coordinación con el sector productivo, ni de instituciones, ni de saberes, ni de objetivos. La política de ciencia, tecnología e innovación se está creando con la asignación (más bien con la desasignación) de recursos que define la Oficina de Planeamiento y Prespuesto.
¿Está bien que digamos que no hay rumbo, o tenemos que entender que el rumbo es este que podemos leer en este año? Si esto es así, estamos en un serio problema de futuro. Les estamos diciendo a quienes quieren dedicarse a crear mañanas, que acá no los necesitamos. Les estamos diciendo que en este país se ha decidido comprar futuro en frasquitos. Les estamos diciendo que no hay lugar para ellos, y que la ciencia, la investigación y la innovación no caben en este país tan chiquito.
Nos quedan cuatro años más para evaluar políticas de ciencia, tecnología, investigación e innovación. Un año perdido es muchísimo más futuro hipotecado. Recortar futuro no puede ser una política de estado.
(*) Senadora de la Lista Amplia, Unidad para los Cambios, Frente Amplio.