En la foto, de pie sobre el muro con la pintada que intentó insultarle, está triunfante, Eduardo Darnauchans. Para él lo escrito era un elogio y a los autores de la frase el tiro les salió por la culata. Darnauchans unía una voz cálida y única con la belleza de sus letras, combinación con la que era capaz de transmitir profundamente al público la atmósfera y la emoción de cada canción. Decía que no era poeta, porque los poetas no precisan el soporte musical, las palabras resisten solas. Sin embargo, si uno lee cualquier letra de Darnauchans y está claro que se ganó ese título.
Nació un 15 de noviembre de 1953 en Montevideo, pero pasó su infancia en Minas de Corrales y luego en Tacuarembó, donde vivió su adolescencia y conoció a Washington Benavides -poeta y en ese entonces profesor de literatura en el liceo local- que influyó de manera muy importante en toda una generación, lo que algunos llamarían «el grupo Tacuarembó».
No tuvo una vida fácil, su padre era doctor y recorría los caminos y su madre sufría de una enfermedad psiquiátrica. Parte de los vecinos los despreciaban por formar parte de una organización de apoyo a la revolución cubana.
Allí comenzó su oficio de cantautor y realizó sus primeras actuaciones, a su vez, comenzó su actividad militante vinculándose a la UJC. Tiempo después, se instaló en Montevideo en una pensión y se anotó en la Facultad de Humanidades, donde descubrió un nuevo mundo, recorrió los bares hasta la madrugada y caminó por la ciudad. En sus primeros discos, Canción de muchacho en 1971, y Las Quemas en 1974, incluyó alguna canción de su autoría completa, musicalizó a poetas como Benavidez, Falco e incluso a Borges. A su vez, interpretó al baladista francés Antoine, por ejemplo.
La dictadura golpeó fuerte a todo el espectro artístico, sobre todo a quienes tenían cierto grado de compromiso. Vivió en La Plata, Argentina, entre 1974 y 1975. Solitario, en una pensión, trató de estudiar allí, no lo podía hacer en Uruguay ya que la dictadura se lo prohibía, pero en el vecino país tuvo una muy mala experiencia. En 1978 llega el tercer disco de Darnauchans, el mítico Sansueña, que tuvo gran repercusión y hoy es considerado un disco icónico. En él se incluyen «Final», «De Despedida» y “El instrumento”, canciones que forman parte de la identidad musical uruguaya y fueron versionadas por bandas como La Trampa y Buitres, algo que permite que su arte perdure de generación en generación. En 1979, Darnauchans fue detenido y la dictadura le prohibió tocar en vivo, lo que para él equivalía a que ‘le cortaran las manos’. Este suceso tuvo también fuerte repercusión en su salud mental.
Luego llegarían otros discos que afirmaron su capacidad única de componer, como cantante e intérprete; Zurcidor, en 1981, Nieblas & Neblinas de 1984 y El trigo de la luna, considerado su mejor disco a nivel poético, en 1989.
Darnauchans está asociado a canciones tristes, a la melancolía, al llanto. Eso en parte es cierto, hay una atmósfera maláncolica en muchas de sus canciones, pero también en parte es un mito. El músico transmuta su sufrimiento en objetos de belleza artística y trata de encontrar la piedad por los que sufren en soledad, eso es lo que cuenta. Inventó un personaje que andaba de gabardina y sombrero, que tomaba whisky en el escenario, «el Darno», que era otro, alguien diferente a Eduardo Darnauchans.
Editó discos de grabaciones en vivo, solo o con otros, como Entre el micrófono y la penumbra o el famoso disco junto a Fernando Cabrera, Ámbitos.
También fue telonero de su admirado Bob Dylan en su recordado concierto en Montevideo. Sobre tocar en vivo, decía que el verdadero artista se hace en los boliches, porque en un concierto el público va a ver y escuchar al artista, en cambio, en el boliche el artista tiene que lograr captar la atención de las personas que están allí tomando una cerveza, comiendo, hablando. Conquistar a ese público es la verdadera prueba.
Rojo sobre rojo, como diría en una entrevista, fue comunista hasta el final. Y demostró mantener una lucidez y conciencia artística hasta su último aliento, cuando después de tanto tiempo grabó el que sería su último disco de estudio, El ángel azul, a fines de 2005.
En él da cuenta de su historia y su pensamiento, con extraordinaria lucidez plantea un cierre simbólico. Hay canciones como «En Tacuarembó si te parece», escrita junto al poeta Víctor Cunha, que cuentan la historia de toda una generación, contra la impunidad como «Sonatina» y de hondo contenido existencial, como «Sol del Magrebí» o «LQQD».
Eduardo Darnauchans falleció el 7 de marzo de 2007, a los 53 años. Nos dejó una profunda obra artística, de calidad poética y musical extraordinaria, donde la soledad profunda y la melancolía encuentran su lugar de esperanza en el consuelo a los desamparados.
En un nuevo aniversario de su nacimiento, tenemos una buena excusa para volver a escucharlo.