Por Gabriel Mazzarovich
Ariel Bergamino, ex vice canciller y embajador en Cuba durante el último gobierno del Frente Amplio analizó para EL POPULAR la política exterior del gobierno de la coalición de derecha en estos cuatro meses.
La renuncia de Ernesto Talvi, a la que calificó de cinematográfica, la pérdida de peso de la cancillería y la dirección de la política exterior desde Presidencia de la República, el raid periodístico en Argentina del presidente Luis Lacalle Pou, las decisiones de retirarse de UNASUR, adherir nuevamente al Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR), la votación a favor de Luis Almagro en la OEA, la votación a favor del candidato de EEUU para presidir el Banco Interamericano de Desarrollo, el “apresurado” apoyo al nuevo plan de EEUU para Venezuela, fueron parte de su análisis.
Bergamino concentró su análisis en cuestionar el pregonado esfuerzo por “desideologizar” la política exterior que iba a realizar la coalición de derecha y se preguntó: “Decían que lo nuestro era ideologizado, ¿y esto qué es?”.
-En menos de 100 días se produce la renuncia del canciller Ernesto Talvi, además en vísperas de una Cumbre del Mercosur: ¿Qué implica esto como señal política?
-Los procesos políticos se construyen en función de tendencias no de noticias. Y en ese sentido, la noticia fue que a 100 días de haber asumido el canciller, éste es “renunciado” en una forma temprana y casi cinematográfica. Temprana por lo que decíamos hace un momento, apenas 100 días. Cinematográfica porque en el mismo momento en que el ministro Talvi estaba anunciando la línea recortara de su gestión, en Torre Ejecutiva se deslizaba el nombre de quien iba a sucederlo la semana próxima. Esa es la noticia. La tendencia es que desde el 1º de marzo parecería que la política exterior uruguaya se define en Presidencia de la República. Durante los 4 meses que estuvo Talvi, está claro que las principales decisiones se adoptaron en Torre Ejecutiva, no en Cancillería.
El canciller estuvo abocado a temas consulares. No solamente porque la situación de la emergencia sanitaria así lo exigió, dedicarle un enorme tiempo y esfuerzo para repatriar, tanto extranjeros que estaban acá como uruguayos que estaban en el exterior. Pero no solamente por eso, sino porque no lo dejaron. Le quitaron las potestades para incidir en la política exterior uruguaya. Las principales decisiones en este periodo se adoptaron a pesar del canciller. La designación de embajadores políticos en Argentina y en Estados Unidos. ¿Está mal que se designen embajadores políticos? No está mal, yo fui uno de ellos. Y nosotros tuvimos en nuestro gobierno embajadores políticos. Lo que está mal es decir una cosa durante la campaña y hacer otra cuando uno es gobierno, eso es por lo menos incoherencia.
El apoyo a la candidatura de Almagro como secretario general de la OEA y la promoción de Washington Abdala como representante uruguayo ante la OEA, el apresurado encolumnamiento del gobierno con una propuesta que hizo el gobierno estadounidense de una nueva hoja de ruta para la solución de la crisis venezolana, son algunos de los episodios. En el último caso yo diría que hasta el gobierno de los EEUU la hizo sin mucha convicción y, sin embargo, el primer gobierno que adhirió formalmente fue el gobierno uruguayo. Ni siquiera el gobierno brasileño se adhirió con una resolución o declaración, nada. La decisión de apoyar al candidato estadounidense a la presidencia del BID, todas esas fueron decisiones que se tomaron en Torre Ejecutiva.
¿Está mal que el presidente incida en la política exterior? Por supuesto que no. Lo que no es bueno es que la Cancillería sea relegada de todas sus competencias y funciones, que fue lo que pasó desde marzo hasta ahora. Vamos a ver si con la llegada de Bustillo, que es un hombre afín al Partido Nacional, cercano al presidente y a su familia, un hombre que conoce la casa, Torre Ejecutiva le devuelva al Palacio Santos esas competencias y funciones, vamos a ver.
Competencias y funciones que requieren no solamente buen talante y esa es la característica de Bustillo, que es una persona accesible y de diálogo, pero también requiere diplomacia y el nuevo canciller tiene 30 años en la carrera diplomática, pero también requiere política. No basta solamente con ser amigable y diplomático. Ese es el gran desafío que tiene el nuevo ministro. Recuperar las funciones que le fueron quitadas al ministro anterior y hacer de la cancillería un ámbito donde se define y se ejecuta la política exterior. Reitero, la definición no es exclusiva de Cancillería pero no se le puede relegar como ocurrió en estos últimos cuatro meses.
-En ese episodio de Talvi hubo un peso importante de la negativa del canciller a calificar de dictadura al gobierno de Venezuela, cosa que inmediatamente hizo Bustillo.
-Yo te diría que en la salida de Talvi incidieron diversos factores. En primer lugar, ya desde el periodo electoral e incluso durante la transición, varios pronunciamientos que hizo Talvi fueron por la vía de los hechos desmentidos. Recuerdo que en octubre de 2019 ante el quiebre institucional en Bolivia, no dudó en decir: “este es un golpe de Estado”. Inmediatamente desde el comando de campaña rectificaron esa posición y lo dejaron en blanco. Luego, durante la transición, hubo varios episodios referidos a Bolivia, a Venezuela, referidos incluso a los actos protocolares del 1º de marzo, con la transmisión de mando presidencial, donde quedó claro que habían desencuentros entre el canciller, el presidente y el resto de la coalición. Ese es un factor.
Hubo otro factor de un relacionamiento interno del partido Colorado, del equilibrio y funcionamiento de la interna de la coalición, debe haber incidido también que ni Talvi ni Ache, la subsecretaria, conocían a fondo la Cancillería, no eran de la “casa” como se dice. Bueno, ni Rodolfo ni yo éramos de la casa, nos llevó un tiempo aprender eso. Pueden haber incidido también los errores o características personales. Lo cierto es que fue una salida temprana que no deja una buena imagen de país. No es bueno ni para el gobierno ni para el país andar cambiando de ministros cada 4 meses, y menos el de Relaciones Exteriores, en la víspera de una Cumbre Mercosur. Porque todo esto sucedió durante la etapa preparatoria de la reunión de presidentes. Es decir, este relevo se da en el marco de una Cumbre de Mercosur y eso no es una buena señal.
Esta política exterior que se define exclusivamente en Presidencia parecería un tanto contradictoria o inconsistente por cuanto se habla de quitarle peso ideológico a la política exterior, se habla de mantener los equilibrios, de mayor pragmatismo y, sin embargo, los pasos que se han dado no indican eso, no van en ese sentido. Parecería que la decisión de apoyar la candidatura de Almagro o de alinearse con el plan de EEUU tienen peso ideológico grande. Y creo que no muestran demasiado equilibrio en un contexto internacional que vaya si lo requiere: ponderación, mesura. Y tampoco parece muy pragmática. El pragmatismo tiene sus límites, si no se convierte en oportunismo.
-Se anunció a la vez el retiro de la UNASUR, la readhesión al TIAR y el apoyo a Almagro. ¿Esto implica un alineamiento con Estados Unidos?
-Yo todavía no sé, si hay un alineamiento ya. Pero ciertamente hay un viraje, reitero, una inconsistencia. Digo que le quito un alineamiento ideológico a las relaciones pero los pasos que están dando están claramente ideologizados. Quiero llevar una política de equilibrio y sin embargo, no lo conservo. Quiero ser pragmático pero traspaso los límites del pragmatismo. A mí me tocó representar a Uruguay en la reunión inaugural de ProSur en marzo del año pasado y recuerdo que los argumentos de sus impulsores, el presidente Sebastián Piñera de Chile, el presidente Iván Duque de Colombia, eran “nos fuimos de UNASUR porque estaba demasiado ideologizada” y yo pregunté en esa misma reunión -de forma muy correcta-: Macanudo, si UNASUR murió por un exceso de ideología ¿Cuál es la causa del movimiento de ProSur? Nadie me respondió esa pregunta. Entonces, estamos en más de lo mismo. ¿Si aquello era demasiada ideología, esto qué es? ¿Esto es desideologizar?
-Es una buena pregunta que va a tener que responder el gobierno.
-Es que realmente, a veces tenemos que centrarnos en el significado de las palabras, y no caer en los clichés, en la consignas, en las frases hechas. A ver si UNASUR no servía porque estaba demasiado ideologizada ¿Y ProSur?
Porque tenemos una región bastante complicada, sin duda alguna la crisis venezolana, talvez por su duración y por sus características, es la más estridente, pero quién dijo que en Ecuador no hay problemas o en Perú o en Chile. Que hoy no sea titular de prensa o que hoy los titulares de prensa estén ocupados por la pandemia y ese macabro conteo de muertos, infectados y contagiados, no quiere decir que los problemas se hayan resuelto. ¿O acaso la pandemia resolvió los graves problemas que habían surgido en el último trimestre del año pasado en Chile, en Ecuador o en Perú? Yo creo que más bien los agravó. Porque recordemos el panorama que teníamos en septiembre-octubre del año pasado, no solo en Venezuela, en Colombia, en Bolivia, en Chile ¿acaso la pandemia resolvió esos problemas? No, los ha agravado. Sin hablar de la especialísima situación que tenemos en Brasil o de la delicada situación que hay en Argentina. Casualmente porque tenemos ese escenario regional y global, que requiere tanta mesura, tanta cautela y prudencia, creo que hay que actuar en consecuencia y no solamente invocar determinados conceptos o utilizar determinadas palabras.
-Hablando de mesura y de prudencia. Llamó mucho la atención la aparición del presidente de la República hablando ante canales argentinos contra el presidente de Argentina, ¿cómo valoras esa incursión?
-Sí, fue curioso ese rally periodístico que hizo el presidente. Cuando tú haces estas cosas, también tienes qué pensar cómo te sentirías tú si te lo hicieran a ti. ¿Qué pasaría si mañana canales de televisión, radio emisoras, medios de prensa escrita, invitaran a otro presidente, no solamente al argentino, a hacer esa especie de rally, cuál sería nuestra reacción? Fue por lo menos curiosa esa incursión tan intensa, como también fue curiosa y desajustada la declaración del embajador de los Estados Unidos en un reportaje que le concedió a Búsqueda, a fines de junio, donde opinó que las acciones de este gobierno -refiriéndose al que asumió el 1º de marzo- reflejan mejor los valores y las tradiciones democráticas del Uruguay. Me parece que tal vez por inexperiencia política y diplomática, me parece que el embajador estadounidense se excedió en sus competencias y en sus derechos. Y el Frente Amplio incluso solicitó a la Cancillería que convocara al embajador para observar esa conducta, no sé si lo habrá hecho.
-En un episodio parecido, ya estando este embajador designado, hubo cruce de declaraciones cuando Estados Unidos dijo que había lugares rojos en Uruguay y recomendó que no lo visitaran y Uruguay le respondió como le respondió.
-En esta materia hay que ser muy cuidadoso, muy mesurado, pero también hay que ser muy firme. No hay que precipitarse, no hay que andar buscando líos, pero cuando se dan las situaciones hay que plantearlas, con calma, pero hay que plantearlas. Veremos a ver si la política exterior uruguaya nuevamente se afinca, no exclusivamente, pero vuelve a la Cancillería y veremos por qué camino sigue.
“Hay una crisis del multilateralismo”
El Covid-19 ha mostrado un continente y un mundo que no han sido capaces de articular respuestas conjuntas. Lo planteó como una preocupación el mismo secretario general de la ONU. ¿Cuáles son las causas?
Exacto. Pandemias a lo largo de la historia ha habido muchas. Sin embargo, no hay registros de ninguna que haya impactado tanto como esta. Porque acá hay una crisis multifactorial. Sin duda, la pandemia, un virus que aún estamos buscando la forma de contrarrestarlo y demás. Eso le lleva tiempo a la ciencia. Por otra parte, esto coincide con una crisis de multilateralismo, pero también coincide con una crisis en materia de cambio climático y, ante estos enorme desafíos, la comunidad internacional está con un déficit grande de encuentro, de diálogo de coordinación de esfuerzos, es decir hay una crisis de multilateralismo. Y eso le quita capacidad de respuesta.
Alguien me decía que la respuesta del Mercosur a la pandemia ha sido bastante limitada y es verdad, pero con todo se destinaron algunos fondos para dar alguna respuesta sanitaria y para hacer investigación respecto al coronavirus y bueno hubo cierta coordinación a nivel aduanero, fronterizo y demás. Pero veamos la situación de la Unión Europea, recién antenoche llegaron con un acuerdo prendido con alfileres, un desembolso grandísimo para hacer frente a las consecuencias de la pandemia, una cifra extraordinaria pero a su vez, ustedes vieron el debate que se dio. Por un lado, los países del Norte de Europa diciendo estamos cansados de pagar nosotros y costear nosotros, la ineficiencia de los países del Sur. Perfecto, vamos a poner dinero, pero vamos a exigir condiciones. Entonces, también acá en la región, las respuestas han sido bastante limitadas. Las respuestas del Mercosur fueron limitadas, insuficientes. Ahora no conozco respuesta ni de ProSur, ni de la Alianza del Pacífico, ni de la OEA, es decir, realmente hay un déficit, y el gran desafío en la fase post-pandemia será coordinar esfuerzos, recursos, a buscar acuerdos que nos permitan superar esta situación que dejará enormes consecuencias en materia sanitaria pero también terribles consecuencias en materia económica, social y cultural. Para eso se necesita un sistema multilateral más racional, más eficiente. Se requieren buenos bloques regionales funcionando y se necesitan políticas exteriores que sean cautelosas, mesuradas, pero al mismo tiempo con objetivos ciertos. Que tengan, por un lado, mirada larga, que apunten a los problemas medulares y que tengan firmeza estratégica y también ductilidad en términos prácticos, pero apuntando a un objetivo determinado.
-¿Cuáles son esas cuestiones medulares de la política exterior uruguaya post Covid 19?
-La política uruguaya tiene algunas líneas de larga duración, que todos las conocemos. La apuesta por la paz, el derecho internacional, el multilateralismo, la no injerencia en los asuntos internos de otros países, la apuesta a la solución pacífica de los conflictos. Esas líneas de larga duración hay que aplicarlas en el plano multilateral, en el plano global, en el plano regional y también bilateral. Uruguay, en ese sentido, es un país que a lo largo de muchos años logró construir la imagen de un país respetable y respetuoso. Las dos cosas. Creo que hay que hacer un enorme esfuerzo, el gobierno debe hacer un enorme esfuerzo, por mantener esto en estas circunstancias complejas. Hablamos de nueva normalidad, a mí esto me hace acordar a la globalización, que son términos que usamos y no sabemos lo que es. Hoy hablamos de esto que no sabemos qué es y qué características tiene. Tenemos que prepararnos para ese futuro aún incierto. La incertidumbre genera temores, a veces hace aflorar lo peor de cada uno, yo creo que tenemos que apelar a lo mejor de cada país, a lo mejor de la comunidad internacional. A eso tenemos que apelar. Yo coincido con el ministro, que el otro día decía, que Uruguay no tiene vocación de gendarme, no queremos andar por el mundo poniendo etiquetas, no tenemos vocación y aunque tuviéramos vocación tampoco tenemos capacidad para hacerlo. Pero podemos aportar nuestra experiencia, nuestros valores y principios que fueron forjados a lo largo de mucho tiempo por muchas generaciones y por muchas perspectivas y miradas. Por eso mismo a veces el apresuramiento, el desequilibrio, que por momentos se insinúa, es preocupante y es de esperar que se corrija.
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