Por Gonzalo Perera
“Lo que nos mató fue el sexto gol sobre la hora”, suele decir con humorística resignación el hincha de cualquier equipo de fútbol que acaba de ser vapuleado 6 a 1. Es que, frente a ciertas frustraciones menores de la vida, que, aunque a cualquier apasionado del deporte más popular no le haga ninguna gracia, es evidente que un mal resultado no constituye ninguna tragedia, la resignación es imprescindible y la apuesta al humor suele ser una de las formas más inteligentes de procesarla.
Sin embargo, en este mundo en que vivimos hay “goleadas” que sí constituyen tragedia, que no pueden hundirse en la resignación, que indignan y rebelan por su injusticia, y que no hay sentido del humor que le pueda encontrar gracia.
Los llamados “jornales solidarios” son una de las muy escasas medidas concebidas por el gobierno nacional para enfrentar la atroz crisis de desempleo y falta de ingresos que vive una enorme parte de nuestra población. Durante 5 meses, 7.500 personas trabajarán 12 días de la primera quincena para la Intendencia del Departamento en que viven en servicios públicos como limpieza y otras 7.500 personas harán lo mismo en la segunda quincena. Cada una de esas 15 mil personas percibirá 12.500 pesos al mes, aproximadamente 272 dólares. Las plazas se asignarán por sorteo en cada departamento entre todos los habilitados, que resultaron ser 227 mil, de más de 250 mil que se presentaron. Cada uno de esos más de 250 mil que se anotó, obviamente lo hizo con toda la angustia y desesperación que significa necesitar con urgencia generar ingresos, una situación que a cualquier ser humano le debe erizar la piel, más cuando hay familias que alimentar. De esas más de 250 mil situaciones realmente dramáticas, solamente 15 mil tendrán la chance buscada, que, aunque magra, genere un alivio temporal a sus penas.
Para hacer más clara la desproporción entre las necesidades de la gente y el mínimo impacto de la medida gubernamental, por cada persona que accede a los jornales solidarios, hay 16 que se anotaron y no lo harán: 16 a 1 es la relación entre las penurias populares y la minúscula medida paliativa. Y si sólo se consideran los 227 mil habilitados para los sorteos, la relación entre frustrados y mínimamente consolados es 15 a 1. 15 a 1 es tremenda goleada, pero que no admite ni resignación ni bromas, porque no hay absolutamente nada gracioso en esta historia, sino muchos motivos para indignarse, para llorar, para pensar cómo es posible que un gobierno sea tan descarado para exponer que le importa un reverendo bledo la suerte de la gente de a pie.
Más aún, a veces los números dicen mucho más que los discursos. El total de dinero invertido en los jornales solidarios, que provienen del Fondo Coronavirus, es de aproximadamente 20,4 millones de dólares. Mientras tanto, en un lugar aparentemente muy lejano de esta galaxia multicolor, están los grandes exportadores arroceros. La producción de arroz en Uruguay ha alcanzado un nivel récord, con un promedio de 9.400 kilos por hectárea, que respecto a los 8.600 kilos por hectárea de la temporada anterior significa un aumento del 9,3%. Pero atención, esta productividad récord hay que aunarla a dos factores más. El primero es que aumentó considerablemente la superficie destinada al arroz: en el 2020 había sido 136 mil hectáreas y en el 2021 ascendió a 143.247 hectáreas, un incremento del 5,3%. El tercer factor que termina de “alinear los planetas” a favor de los grandes arroceros es el alza del precio internacional de su producto, que fue de un 20% en el 2020 y del 15% en el primer semestre del 2021. Más concretamente, el precio al cual exporta este selecto núcleo de privilegiados es de 12 dólares la bolsa de 50 kilos, es decir, 240 dólares la tonelada. Con la producción récord de 9.400 kilos por hectárea sobre 143.247 hectáreas, el total producido es de casi 1.350.000 toneladas. Traduciendo a plata, a 240 dólares la tonelada, esto implica un ingreso de 324 millones de dólares. Por supuesto que los ingresos no son lo mismo que las ganancias, obviamente hay que deducir los costos. Por supuesto que este cálculo es aproximado, no pretendemos ni tiene mayor interés hacer un cálculo más refinado y preciso, pues lo que importa es el hecho cualitativo que los números revelan de manera muy descarnada.
La inversión del gobierno para contener la angustiante situación de nuestra población (más allá de apoyos extra que brindan intendencias como la de Montevideo) es de 20,4 millones de dólares, lo cual es un 6,3% de los ingresos arroceros. Para decirlo de manera mucho más clara: por cada dólar dedicado a los jornales solidarios, los arroceros facturaron casi 15 dólares. Otra vez 15 a 1, una nueva goleada aplastante que absolutamente nada tiene de graciosa y mucho de indignante.
Que se repita el 15 a 1 en las dos comparaciones realizadas es una casualidad, pero que ambas “goleadas” muestren, por un lado, la insignificancia de la acción gubernamental ante la crisis social y económica y, por otro lado, la insignificancia de la suma invertida en dicha acción en comparación a los ingresos de un privilegiado sector agroexportador, no tiene nada de casual. Es la evidencia más flagrante de un modelo económico, el que cuida al “malla oro” y deja librada a su suerte a las clases populares. El que bajo la “libertad responsable” cubre su absoluta inoperancia ante el pavoroso crecimiento de contagios y muertes por Covid 19, al tiempo que deja propagarse de manera alarmante la otra pandemia, que también crece pavorosamente y genera mucho sufrimiento: la del desempleo, pérdida de ingresos, caída en la pobreza y, digámoslo bien clarito, de mucha gente pasando hambre. Hambre en un país productor de gran nivel de carne, leche, arroz, frutas, etc. Hambre en un país donde los arroceros necesitan una pala mecánica para mover los ingresos que han recibido. Hambre en un país donde muchos grandes exportadores de alimentos han hecho fortunas. ¿No es inhumano, vergonzoso, indignante, impropio a la especie humana, a la más mínima sensibilidad?
Querido lector esto fue, es y será el neoliberalismo, mientras la humanidad no logre borrarlo de la faz de la tierra. El gran agroexportador, el financiero, las grandes multinacionales se forran, las clases populares se joden. Bien sencillito. La versión más salvaje y rapaz del sistema capitalista, frecuentemente unida a fuertes dosis de fascismo para impedir la protesta, la rebeldía, la defensa de los derechos populares.
Por más colores que le pongan, por más atención que preste el presidente a su cabello, por más olas que barrene, por más operetas mediáticas de cuarta copiadas al macrismo (como la “espontánea” bienvenida a las vacunas de la controladora aérea de Carrasco), estos números que hoy condenan al hambre a tantas y tantos uruguayos mientras forran de dinero al “malla oro”, tarde o temprano condenarán a este gobierno como una verdadera pesadilla política.
Nuestra tarea, querido lector, es despertar y ayudar a despertar de esta pesadilla. Hoy a través de las firmas, del apoyo a las luchas sindicales, de promover la resistencia y organización popular, de cada conversación con nuestras vecinas y vecinos, tratando de escuchar y convencer, de exponer esta cruda e indignante realidad.
Ningún pueblo se merece ser hambreado y menos si hay sobrados recursos financieros y materiales para cubrir las necesidades de todos.
Ningún pueblo se merece sufrir semejantes goleadas a su más elemental dignidad.