UJC
Este fin de semana es el XVIII Congreso de la UJC, y muchos y muchas de nosotras dejamos de ser jóvenes: pasaremos a integrar las filas del Partido. Con una mezcla extraña de dolor y alegría, dejamos la organización de la que fuimos parte durante años. Con la emoción a flor de piel hacemos nuestro último aporte como jóvenes comunistas.
Durante nuestros años en la UJC terminamos de formarnos como personas, la organización no solo nos enseña de teoría marxista, es con la práctica militante que realmente nos formamos, y en esa militancia es que terminamos de construir quienes somos. Construimos quienes somos en colectivo, con las vivencias compartidas, en los acuerdos y desacuerdos con nuestras camaradas, con las compañeras y compañeros de los centros de estudiantes, de los sindicatos, del Frente Amplio, del club del barrio. Cuando eso que planificamos sale bien, y cuando tenemos reveses. Cada una de las experiencias que vivimos como Jóvenes Comunistas, es lo que nos forma como personas.
Dejamos la Juventud después de muchos años, pero la dejamos con la convicción de que hoy tenemos una Juventud Comunista mejor que cuando nos afiliamos, ya sea que lo hicimos hace dos, cinco o diez años, porque es nuestra militancia diaria la que hace crecer y madurar a nuestra organización. Es en la militancia codo a codo que construimos la confianza que nos permite tener discusiones políticas profundas y honestas, de esas que nos hacen dar grandes saltos de calidad. Nos superamos día a día, y sabemos que quienes se quedan van a continuar ese camino. Con militancia y discusiones, en las reuniones y en las calles, dejamos una gran generación de jóvenes comunistas que seguirán y mejorarán el camino trazado.
Nuestro objetivo final sigue siendo la construcción de la patria socialista, sin la certidumbre de ser la generación que verá cómo alcanzamos la primavera inexorable. A nuestras generaciones (las anteriores y las que vienen) nos toca colocar los cimientos fundamentales de esa patria, nos toca construir el camino que nos llevará a la sociedad del pan y de las rosas, por eso la necesidad inmediata es tener una Juventud y un Partido Comunista cada vez más grandes, cada vez más diverso, que refleje la composición social, que represente genuinamente al pueblo trabajador uruguayo. Y con el compromiso de seguir construyendo y aportando a ese camino nos incorporamos al Partido.
La Juventud y el Partido son las herramientas que tenemos para organizar la revolución, y necesitamos que cada vez más se parezcan a la sociedad que queremos construir. Esas banderas que levantamos en campaña, en nuestros espacios de inserción, en las redes, en los discursos, debemos hacerlas carne y que sean la columna vertebral de la construcción de una nueva sociedad. Somos la Juventud y el Partido de la clase trabajadora, de la solidaridad y la empatía, del internacionalismo, y debemos incorporarlo todas y todos para que no sea solo enunciativo sino una realidad. Con la revolución socialista como horizonte, debemos militar por poder concretar cada transformación que mejore la vida de nuestra gente, porque nuestra militancia es por la dignidad humana y cada avance es una victoria. En esta lucha nos seguiremos encontrando, Juventud y Partido.
Nuestra lucha no es fácil, pero nuestra voluntad es inclaudicable. Debemos continuar haciendo frente a la cultura del individualismo y la indiferencia, la ignorancia y la intolerancia, debemos proponer una alternativa colectiva. Para alcanzar la alternativa
debemos construirla, mejor dicho, continuar construyéndola. De la forma que venimos haciéndolo, allí donde está el pueblo uruguayo; con unidad, con nuestros compañeros frenteamplistas, con nuestras compañeras de estudio y trabajo; desde los comités de base, los gremios estudiantiles y los sindicatos; desde el arte, la cultura y el deporte. Hay que continuar profundizando nuestra lucha, con perspectiva interseccional, escuchando e incorporando aquellos nuevos reclamos que también cuestionan las estructuras de poder. Desde todos los lugares, construir poder popular.
Hoy, antes de dar el paso hacia adelante, miramos hacia el pasado con nostalgia y al presente con orgullo. Miramos a este presente que, repetimos, sabrá construir una Juventud mejor que la actual. Miramos a las generaciones que quedan, convencidas de que aprendieron de nuestros errores (o al menos de la mayoría), convencidas de que supimos transmitirles la importancia de las discusiones fraternas y francas, de la crítica y autocrítica para la superación. Confiamos en que sabrán tomar las bases que dejamos, y romper los moldes necesarios para crecer. Miramos con orgullo a una juventud comunista que se parece cada vez más a la juventud uruguaya, que sabe y entiende a quién representa, que vive y disfruta la juventud con alegría. Esperamos siempre poder contar con la rebeldía y la irreverencia de la Juventud, tan necesaria.
Ay cuando miramos al pasado con nostalgia…nos vemos tan chicos, lo éramos, sin embargo nuestra convicción grande; y a veces la ambición mucho más; aprendimos de cada vez que nos dimos con la pared. Hoy miramos para atrás y vemos nuestro crecimiento; volvemos y revisamos nuestros puntos bajos, siempre la salida fue más militancia, la acción colectiva como síntesis de los debates. Miramos para atrás y encontramos todas esas experiencias que nos hacen hoy una Juventud mejor.
A su vez vemos nuestro crecimiento personal; cada compañera y compañero con quienes cruzamos caminos. Las alegrías y tristezas; las victorias y derrotas. Hablamos de política, pero también de nuestras vidas. Siempre hay un camarada para dar una mano, para escuchar y aconsejar. Es que, como decía Neruda, «los comunistas hacen una buena familia, tienen el pellejo curtido y el corazón templado». Hoy dejamos atrás los años de Juventud que nos convirtieron en quienes somos. La Juventud que es escuela de comunismo, es escuela de vida.
Lo que dejamos es una parte de nuestras vidas. Son aprendizajes que nos marcan para siempre. Son amores y desamores; son inicios de amistades eternas. Son historias para siempre unidas; es eso inexplicable que hace que nunca dejemos de sentirnos parte de la UJC. Lo que dejamos, bueno, realmente no lo dejamos, porque seguirá con nosotras para siempre, y nuestra experiencia es patrimonio hoy de toda la Juventud. Nos veremos en la militancia. Nos veremos en cada acto, cuando con ojos llorosos y orgullosos, aplaudamos a las nuevas generaciones de jóvenes comunistas con sus gloriosas entradas.
Así que, con el pellejo curtido y el corazón templado decimos: Adiós Juventud.





















