Valen mucho los actos de homenaje y reconocimiento. El nombre de una calle, una placa o cualquier forma de recordar una persona que supo dar valor a su vida, es justo y plenamente apoyable. Porque permite generar legado, que las nuevas generaciones se enteren y apropien de los méritos de quien es honrado, por lo que significa para sus familiares, etc.
Pero no cabe duda que el mejor homenaje para un músico es escuchar o recrear su música, para un director de cine es ver sus películas o usarlas como inspiración para hacer más y mejor cine, o para un crack del fútbol que aparezca otro crack u otra crack que haga maravillas en la cancha.
Siguiendo la misma lógica, cuando un militante social, un militante revolucionario, entrega su vida por la causa, es justo y necesario recordarlo explícitamente, para que su ejemplo se conozca y se haga carne en el movimiento popular. Pero el mejor y mayor homenaje es continuar y profundizar su lucha.
El 14 de Agosto en Uruguay es el Día de los Mártires Estudiantiles, recordando la muerte de Líber Arce el 14 de agosto de 1968, militante de la Federación de Estudiantes Universitarios del Uruguay (FEUU) y de la Unión de la Juventud Comunista (UJC), que dos días antes fuera baleado por el aparato represivo de Jorge Pacheco Areco. Las consignas que estaba levantando era la defensa del boleto estudiantil, del presupuesto para la Universidad de la República, del respeto hacia la institución misma, que había sido objeto de varias agresiones.
La consigna más revolucionaria no es la de más espectacular enunciado, es la que mejor sintetiza los intereses de las clases populares. Defender el derecho al estudio, sea por el acceso al boleto estudiantil o sea por la provisión presupuestal adecuada para las instituciones de la Educación Pública, en momentos en que el neoliberalismo ataca con fuerza a la Educación Pública para imponer su modelo limitacionista y excluyente, es una consigna profundamente revolucionaria. Porque puede reunir y amalgamar masas muy amplias y porque brinda, desde lo concreto y específico del contexto educativo, la oportunidad de comenzar a entender el sistema mismo y su perversidad, su esencia concentradora y marginadora a la vez.
La lucha que estaba dando Líber Arce en su momento, como la de los demás mártires estudiantiles que lamentablemente le sucedieron: Hugo de los Santos, Susana Pintos, Heber Nieto, Julio Spósito, Íbero Gutiérrez, Santiago Rodríguez Muela, Joaquín Klüver, Ramón Peré, Walter Medina, Nibia Sabalsagaray, Elena Quinteros, entre otras y otros, de diversas organizaciones políticas, siempre caídos en defensa de la democracia, de los derechos e intereses populares, era profundamente revolucionaria. Y si bien el martirio es obra de la insania del represor, la decisión de dar hasta el último aliento en la lucha es del militante y eso hace su recuerdo un legado a honrar diariamente.
No casualmente, no por azar, hoy en día el movimiento estudiantil universitario, de los centros de formación docente, de enseñanza media, etc. se agita en intensas y variadas formas de movilización.
Cambiaron las formas de vestir, la música más escuchada, las tecnologías de la comunicación, no pocas costumbres, desde aquel pachecato a nuestra era del “malla oro”. Pero el modelo que se pretende imponer es el mismo. Feroces transferencias de recursos desde los sectores populares hacía la ínfima minoría de grandes capitalistas nacionales y sus socios o jefes de otras latitudes. Por la vía tributaria, por la vía de la paridad cambiaria, por acción y por omisión, mientras el salario real de los trabajadores se sumerge cada vez más, los grandes agroexportadores, la industria del lavado de activos, los negocios de la dinastía mediática, viven momentos de esplendor. Para sostener la imposición de este atraco, se recurre a adefesios como la Ley de Urgente Consideración (LUC), donde quedó claro que ni el propio gobierno terminó de conocer el Frankestein legal que creó. Aunque el movimiento popular no pudo llegar a derogar sus 135 peores artículos, la gesta de obtener 800 mil firmas y juntar voluntades por su derogación asustando a nuestro primer surfista, puso al movimiento popular de pie.
Ese es el camino a seguir, mantener en alto la capacidad de resistencia popular ante la arremetida de la derecha y pasar a generar los hechos de la agenda política desde construcciones unitarias, de procesos de acumulación y síntesis.
Alguna vez me han preguntado “de quién son” los mártires estudiantiles, pues aún en terrenos casi sagrados se proyecta la ideología hegemónica, donde todo debe tener dueño. La pregunta no tiene sentido, pero si fuera necesario decir algo para calmarla, sólo se me ocurriría responder “del pueblo uruguayo”, y nunca distinguiría ninguna otra filiación. Dieron la vida, dieron su sangre por todos, son de todo el movimiento popular. A veces, en medio del horror se da la mayor forja unitaria, porque es imperdonable separarse por matices cuando la diferencia es entre la vida y la muerte, entre la luz y la oscuridad absoluta. Del mismo modo, cuando la derecha en su ofensiva regresiva “se pasa de rosca” generando la necesidad objetiva de una contraofensiva popular amplia, unitaria, concebida con grandeza, porque no se puede disipar energía en minucias, cuando buena parte de nuestra población se encamina hacia el hambre y las privaciones más básicas.
La resistencia del movimiento estudiantil, la lucha de todo el movimiento popular para que no se desvista financieramente a la Universidad de la República, para que se respete la autonomía técnica y las posibilidades de formación en todo nivel de la Educación, deben ser, para honrar cabalmente a los mártires estudiantiles, no sólo un freno para el oscurantismo, sino una semilla para gestar un proceso de acumulación de fuerzas lo más amplio posible. Y su síntesis, sobre los pilares de reivindicaciones y postulados concretos, debe hilvanar una genuina alternativa política, con hondas raíces a lo largo y a lo ancho del campo popular.
Ese proceso de acumulación, de ampliación de alianzas, de unidad y síntesis, de construcción de una alternativa radical al neoliberalismo, es el Congreso del Pueblo. Camino que ya estamos recorriendo en cada acercamiento o identificación de puntos comunes con quienes nos habíamos alejado, o con quienes nunca habíamos compartido ningún sendero aún. Abrir los brazos y las mentes, para generar las alianzas más amplias posibles, es un comienzo necesario. Que debe ir indisolublemente unido a la generación de conciencia y visión global que permita que quien protagoniza cada lucha específica, gradualmente se sienta parte de una misma construcción.
No dudamos que es necesario que en el 2024 el gobierno cambie y vuelva al FA. Pero ya aprendimos que el gobierno y el poder no son sinónimos. Y que lo se hace desde el gobierno, luego puede ser deshecho. La conquista del gobierno es condición necesaria para cambiar las estructuras de poder, pero por sí solo, el alcanzar el gobierno no es suficiente. Debe haber una profunda raíz social empujando los cambios, sosteniéndolos, haciéndolos irreversibles. Las instancias electorales son muy relevantes, pero procesos como los del Congreso del Pueblo también. Y es un “sello de la casa” el ver esas dos caras de la construcción política como indispensables y complementarias.
Los mártires estudiantiles no dejaron su vida para conquistar el gobierno solamente, dieron todo para cambiar la estructura de poder de la sociedad. La magnitud del desafío es inmensa, pero no podemos ir por menos. El mejor homenaje es seguir buscando cambiar de raíz la sociedad, desde una construcción política con fuerte raigambre social y expresión electoral que refleje la síntesis del movimiento popular.
Gonzalo Perera
Foto de portada:
Movilización por el Día de los Mártires Estudiantiles. Foto: Santiago Mazzarovich / adhocFOTOS