Por Gonzalo Perera
A comienzos de la década del 50 Hollywood realizó una súper producción centrada en las peripecias de los primeros cristianos en la Roma de Nerón, martirio incluido. Más allá de algunas licencias históricas y bíblicas, es un clásico en su género y su título, una pregunta en latín: ¿Quo vadis? (¿Dónde vas?). Su sentido se revela en la escena final de la película, cuando el apóstol Pedro va huyendo de Roma y tiene una visión del Cristo caminando en sentido contrario, por lo cual le formula la pregunta mencionada. Cuando su maestro le dice que va hacia Roma para transmitir su palabra y volver a pasar por el martirio si es necesario, Pedro entiende que el mensaje es para él y decide volver a ponerse al frente de los suyos, hasta finalmente pasar por el máximo sacrificio.
Quien alguna vez leyó estas páginas, sabe de nuestro profundo respeto por las diversas creencias religiosas, y que, como decía “Perico” Pérez Aguirre, en última instancia, son los actos y testimonios de vida el verdadero credo de cada quien, no la denominación con la que se auto identifica. Quienes defienden a los explotados de la Tierra, las mujeres y niñas abusadas, los discriminados por el color de su piel o su manera de vivir la sexualidad, enfrentando a las clases dominantes, a los grandes poderes, a la violencia estructural de una sociedad basada en la explotación de clase, son compañeros de camino.
Sin embargo, provocan cierta prevención quienes sienten que la verdad es fruto de una revelación que les llega por una suerte de línea directa con un creador a los que otros seres humanos ni siquiera podemos llamar por cobro revertido. Porque pueden proyectar a la categoría de mandato divino algo cuyo origen puede ser oscuro y sus consecuencias muy negativas. Alcanza con pensar en Las Cruzadas, que enfrentaron a los seguidores de un creador llamado de dos formas distintas, en una batalla no sólo por la muy simbólica Jerusalén, sino por el poder económico, político, por la dominación cultural, etc.
Desde la cabeza del MIDES, de conocida vinculación con los sectores más conservadores del catolicismo, por momentos parece desarrollarse una auténtica cruzada, donde los moros de turno son todos los frenteamplistas que lograron construir dicho ministerio, particularmente las y los comunistas. Como ocurriera en las cruzadas medievales, por momentos no queda claro si el punto realmente es la conquista de alguna Jerusalén o si más bien se trata de terminar con los moros y punto. Como ocurriera en el medioevo, sin pretender superioridad moral alguna, es evidente algún que otro pecadillo en el cruzado de turno.
Por ejemplo, el de la soberbia y vanidad. El ministro Bartol, entre lo mucho que ha dicho, ha afirmado que en sus cuatro meses logró más el FA en todos sus años de gobierno. A ver: comencemos por el principio. El ministro no puede desconocer que el MIDES lo creó el FA, desde la nada. En una tarea absolutamente titánica, porque no se trataba de construir una institución cualquiera, sino de poner en pie el instrumento para atender el Uruguay de la Emergencia Social, el de 40% de pobreza, el de la mitad de los niños que eran pobres y la mitad de los pobres que eran niños. Lo que hicieron todas y todos quienes participaron en esa tarea que, en conjunto con todas las políticas sociales lanzadas desde distintos sectores del Estado, lograron bajar la pobreza a un 9%, fue lisa y llanamente titánico. Lo que trabajaron muchos frenteamplistas, en particular las compañeras Marina Arismendi y Ana Olivera, que a diferencia de Bartol, hablaban muy poco y trabajaban a destajo, merece un inmenso reconocimiento de todo uruguayo de bien. Pero, además, sin su trabajo, hoy no habría un ministerio desde el cual un ministro diga todos los días que hicieron poco o mal. Como mínimo, el ministro se debería dar cuenta que está jugando en una cancha que no existía, que se consiguió como un terreno baldío y empedrado, que limpió, apisonó, sembró, regó y cuidó el FA. Su pretensión de superar en 4 meses, de demasiado hablar, al trabajo silencioso, perseverante y sistemático de casi 180 meses del FA, es un inmenso acto de arrogancia.
Pero además, el ministro insiste en acusar a las administraciones frenteamplistas de supuestas irregularidades, contando con todos los medios de comunicación hegemónicos para amplificar sus dichos y minimizar las respuestas. Cada acusación se refuta, pero una y otra vez vuelve a la carga, llegando al ridículo del café vencido para las visitas de la ministra. Quien haya leído aunque sea de pasada los evangelios de Lucas y Mateo, debe recordar aquello de “la paja en el ojo ajeno y la viga en el ojo propio”. Concretamente, seria interesante evaluar el ojo de la actual administración del MIDES. No sé si una viga, pero algún obstáculo importante tiene: no ve bien a quién contrata para refugios y de quién es pariente su propietario, no parece tener claro los mejores procedimientos de compras desde el Estado, no parece notar que tiene desde el comienzo de su gestión 100 mil pobres más, no parece darse cuenta que hay más de 800 ollas populares respondiendo por lo que el Estado no resuelve. Pero, además, no parece haber visto con claridad lo que significa humana y políticamente el reciente episodio del fallecimiento de una persona en situación de calle debida a la impericia y descoordinación de los servicios a su cargo, eventualmente con falta también de conexión con otras dependencias estatales.
El subsecretario de la cartera, Armando Castaingdebat, político experiente, habla menos y en otro registro. Por ejemplo no cuestiona programas, sistemas, políticas sociales que se están suprimiendo, minimizando, etc. Dice que son muy buenas políticas, con lo cual, a diferencia del ministro, no va a un choque de trenes, pero afirma que son “para países ricos”, inabordables para nosotros. Se aprecia el matiz discursivo, pero discrepo profundamente. Primera picardía subyacente: definamos país rico. Entiendo que hablamos de uno donde la inmensa mayoría de su población tiene un buen pasar y no de uno con alto PBI per cápita, pero fruto de unos pocos sumamente ricos y otros muy pobres. Entonces los sistemas de cuidados, los programas para la atención de la discapacidad, las diversas políticas para atender las situaciones de mayor postergación, en un país rico probablemente no sean tan necesarios, pues las propias personas cuentan con medios (al menos materiales) para paliar sus problemas. Es en los países donde buena parte de la población la está pasando muy mal, donde buena parte de los adultos mayores necesitan ser atendidos y no tienen cómo cubrirlo, donde las discapacidades pueden imponer barreras infranqueables, donde las diversas políticas sociales como las referidas se vuelven absolutamente necesarias. Y cuando los sectores agroexportadores y financieros maximizan su rentabilidad, vaya si habrá cómo financiar tales políticas,
En última instancia, ésa es la definición básica de una política: de dónde se sacan recursos para atender a quién.
La realidad actual del MIDES es una barrida de políticas sociales del Estado bajo el bizarro ejercicio de culpar a quien las creó, agregando un componente mística y de cruzada. Obviamente genera una muy simple pregunta: ¿Quo vadis?
Pues sería muy sano que tengan la franqueza de decir claramente que su función es simplemente desmantelar, acorde a la doctrina neoliberal, que es el único gran evangelio que conduce el accionar de todo este gobierno.