Sietemesinos

Por Rolando Arbesún

Hace poco más de un año, La Jiribilla, una revista cubana dedicada a la cultura de la Isla y del mundo, reseñaba y denunciaba, las bases de un “concurso” que, convocado desde Estados Unidos, pretendía ser “un homenaje a Martí”.

El “concurso” había sido lanzado por la “organización” Puente a la vista, asociada a Diario de Cuba y en él se pretendía, “convertir en soporte de vulgar choteo los entrañables Versos sencillos del Apóstol”.

En aquella ocasión, la orden era ¡Disparar sobre Martí!, las bases del “concurso”, como no podía ser de otra forma, “fueron divulgadas por radio televisión Martí y otros medios financiados por Estados Unidos en su “tarea” contra Cuba”.

“Para ser premiado”, recordaba la nota de Rodríguez Salvador en la Jiribilla, “no se precisa ni talento poético ni especial belleza del lenguaje; nada, tampoco de hallazgos formales o elevados sentimientos estéticos; solo escribir una cuarteta o redondilla que ponga en la grosera picota a alguien, o algo, vinculado con la Revolución”.

Por esa fecha, ya se había producido el ataque con disparos a la embajada de Cuba en Washington y en la Isla, algunos émulos de los marines de la época de Batista, habían ultrajado estatuas del Héroe Nacional cubano.
“Usar” los “Versos sencillos” de José Martí, como base de tal convocatoria no era un acto ingenuo.

Considerado como “el testamento poético” del Héroe Nacional de Cuba, ellos fueron escritos, tal y como refiere Rodríguez Salvador, en momentos muy peculiares de la vida de Martí.

El propio Martí lo diría: “Mis amigos saben cómo se me salieron estos versos del corazón. Fue aquel invierno de angustia, en que, por ignorancia, o por fe fanática, o por miedo, o por cortesía, se reunieron en Washington, bajo el águila temible, los pueblos hispanoamericanos”.

De la misma pluma de los “Versos Sencillos” saldría, a propósito de aquella nefasta Conferencia Panamericana celebrada en diciembre de 1889, una de las producciones políticas más relevantes del Héroe Nacional cubano, el ensayo “Nuestra América”.

La relevancia de las preocupaciones de Martí, a propósito de lo acontecido en dicha Conferencia, recorre el texto que, aún hoy conserva singular vigencia: la falta de unidad entre los pueblos de América y la voracidad que ya era imperialista de los Estados Unidos.

Ha sido siempre, esta voracidad imperialista, que tan tempranamente denunciara Martí, la que ha hecho posible que, mediante esos hombres que llamó “sietemesinos”, se desplieguen hasta hoy los ataques hacia nuestros pueblos.

A Cuba, en particular, le ha correspondido en el curso de las formas históricas de esa “voracidad imperialista”, el ser objeto de los más viles ataques.

Desde la entrada bochornosa y brutal de los Estados Unidos, en la guerra de los independentistas cubanos contra España, hasta hoy, Cuba y lo que su Revolución ha significado para los pueblos de América y del mundo, ha sido el objeto preciado de todos los ataques concebidos, financiados y alentados por los Estados Unidos.

Por estos días, los “sietemesinos” de los que hablaba Martí, han vuelto a sus andadas.

Arropados hoy, en los medios tecnológicos de ese “Norte revuelto y brutal que nos desprecia”, cacarean su odio y destilan sus infames mentiras.

Se abrogan trayectorias culturales “independientes”, escondiendo así el precio por ellos pagados.

Baten “palmas” de forma alborotada, cuando alguien con una trayectoria vinculada a la Revolución, “decide” saltar al “gallinero excremental” de todos los odios.

Sietemesinos, eso son, pretenden con sus “cacareos”, que su ombligo sea el centro gravitacional de una historia repleta de heroísmos y entregas.

Jamás tendrán, entre sus “correligionarios”, a un Abel que aún sin ojos no dejaba de ver la certeza en la victoria.

Jamás podrán tener, enredado en tanto pueblo a un Camilo Cienfuegos, ni a un Guevara que se levanta entre las cumbres de todas las montañas.

No asaltarán cuarteles para hacerlos escuelas, ni navegarán seguros de sus voluntades en mares inciertos hasta afirmarse en 12 hombres con los que, al decir de Fidel, bastaban para hacer la independencia de Cuba.

Los “sietemesinos” de hoy jamás tendrán el orgullo de saber lo que es derrotar a los invasores en menos de 72 horas.

A esta clase de “hombres”, Martí los definió muy bien:

“A los sietemesinos sólo les faltará el valor. Los que no tienen fe en su tierra son hombres de siete meses. Porque les falta el valor a ellos, se lo niegan a los demás (…) ¡Estos hijos de carpintero, que se avergüenzan de que su padre sea carpintero! (…) estos desertores que piden fusil en los ejércitos de la América del Norte, que ahoga en sangre a sus indios, y va de más a menos! ¡Estos delicados, que son hombres y no quieren hacer el trabajo de hombres!”.

 

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