Acto frenteamplista en la campaña electoral de 2019. Foto EL POPULAR.

Un año de gobierno: Balance y posicionamiento FA

Por Mario Bergara (*)

Ha transcurrido un año desde el inicio del período de gobierno. En ese marco, queremos compartir con los lectores algunas reflexiones en diversos sentidos.

Actitud del gobierno

A pocos días de instalado el nuevo gobierno se detectó el primer caso de COVID-19 en el país. Desde el primer minuto hasta hoy la actitud del FA ha sido constructiva. Antepuso los intereses nacionales a cualquier mezquindad partidaria. Adoptó un talante de oposición responsable. Tendió la mano al gobierno, estudió y entregó un paquete de propuestas concretas para enfrentar las consecuencias socio económicas de la situación sanitaria. Las propuestas del FA presentadas en marzo de 2020 no fueron -en su inmensa mayoría- ni consideradas, ni respondidas, ni implementadas. El gobierno nos ignoró, dando la espalda así a la mitad del país y a la fuerza política mayoritaria. Despreció la mano tendida y eligió el camino de la confrontación, en plena pandemia, cuando era clave la unidad nacional.
Muy por el contrario, la coalición multicolor construyó un relato negando los logros de los gobiernos del FA. Nos culpó de todas sus limitaciones y se dedicó a una caza de brujas, publicitando auditorías que anunciaban escándalos y terminaron sin hallazgos relevantes. La montaña mediática parió un ratón. Ese fin justificó todos los medios. La coalición multicolor ha pagado carísima la cohesión, al miserable precio de la gobernabilidad. El ejemplo más claro fue la negativa al desafuero de Manini Ríos.

Pandemia y respuesta de política económica

Siempre dijimos que el manejo sanitario inicial era correcto, en especial, haber acudido a la reserva científica que se había consolidado en estos años. Por el contrario, en la respuesta económica a la crisis el gobierno se encerró en su ortodoxia ideológica. No hubo ni hay más política que el ajuste fiscal.
La receta oficial explícita ha sido la de aportar al “malla oro”, aliviarlo de la “mochila del Estado” y esperar que derrame. Por lo demás el modelo -viejo conocido- es el debilitamiento de las empresas públicas y el “ahorro” a costa de cualquier sacrificio social o productivo. El gobierno subestimó la duración y gravedad de la crisis. Proyectó una caída del PIB del -3.5% para el 2020, y a pesar de que todas las voces que calificaban esas cifras como optimistas, mantuvo su política de ajuste y recorte de la inversión a lo largo y ancho de todo el Estado. Lamentablemente las cifras confirman la gravedad de la crisis y el error de diagnóstico del gobierno: el PIB en 2020 cayó -5.8% (-5.1% en cifras metodológicamente comparables con el -3.5% proyectado). Lo indicadores de empleo y pobreza ya están mostrando las consecuencias de estos errores de la política económica y la insuficiencia de las medidas de un gobierno que sigue priorizando su modelo de achique del estado. Hacen lo contrario de lo que el combate a la crisis requiere y lo muestran como un logro: el gobierno festeja el ajuste y lo presenta como ahorro. El gobierno no corrige sus errores, y se jacta de no acrecer demasiado el déficit fiscal. Lo contrario de lo que hace el mundo entero, lo contrario del aprendizaje que nos han dejado las crisis globales de 1929 hasta acá.

LUC y Presupuesto

En esa ortodoxia se inspiraron las leyes insignia de este año. Lo sostuvimos en cada debate: más allá de asuntos menores que podían ser de recibo, la Ley de Urgente Consideración (LUC) y el Presupuesto son leyes negativas, regresivas, pensadas y defendidas de espaldas a la pandemia y a la crisis. La LUC se encerró en la rigidez de un programa de gobierno pre pandemia, que caducó antes de empezar. Finalmente se aprobó sin espacio para el debate, ni tiempo para nada, con la presión cual “espada de Damocles” que quedaría aprobada si no se llegaba a votar. El Presupuesto se resumió en un listado de medidas burocráticas y recortes de recursos, en ocasiones, severos.
Esa ha sido la tónica de este año: apuesta exclusiva al mercado y absoluta insuficiencia de las medidas para el empleo, la reactivación y el apoyo a familias más afectadas y a pequeños empresarios. En estos días la ministra de Economía anunció que el Estado destinó, en 2020, recursos por un total de US$ 1.217 millones para enfrentar la pandemia. Como dijimos, esto es falso y engañoso. En primer lugar, porque en esa bolsa cuenta US$ 506 millones que corresponde a garantías de crédito otorgadas por el SiGa. Quienes otorgan los créditos son instituciones financieras. No implica ningún desembolso. Peras con manzanas.
En segundo lugar, porque se incluyen US$ 213 millones que corresponden a la caída estimada de la recaudación del BPS por las personas amparadas por el seguro de desempleo y de enfermedad. Si bien ello implica un costo fiscal asociado a la pandemia, no es apoyo a un sector.
En resumen, los recursos aplicados a enfrentar la pandemia representan el 0,9% del PIB. Muy por debajo de lo que se necesita y muy por debajo del comparativo internacional. Teniendo posibilidades reales de hacerlo por la solidez financiera heredada y, gracias a las fortalezas del país en materia de salud, seguridad social, educación e investigación, con mucho menos que otros países y sin aventuras, Uruguay podría haber amortiguado la caída.

Ahorran en vos

El ahorro no es una entelequia, es caída del salario y de las pasividades. Durante 2020 la caída promedio del salario real fue de 1,7%, en tanto que en el acumulado 2020/21 se espera que la caída del salario real supere el 3,5%. Es ajuste es pérdida del poder adquisitivo. El recorte es caída de horas docentes, reducción de grupos en secundaría, es deterioro de los servicios y es insuficiencia de medidas concretas para las 300.000 personas que más padecen el embate de la crisis.

Tiempo perdido

En marzo de 2020 el FA hizo propuestas responsables y posibles que cayeron en saco roto. Un año después, los socios del gobierno salen a reclamar medidas, gasto y adelanto de inversión. Los mismos que hace poco más de dos meses votaron y defendieron un presupuesto de recorte. No cabe duda que si esas medidas se hubieran implementado en aquel momento, otra sería la situación económica y social de nuestro país.

Triste balance

A poco más de un año de la campaña electoral, ya es larga la lista de promesas incumplidas. Solo como ayuda memoria: Aumento de tarifas por encima de la inflación. Aumento de impuestos para la enorme mayoría de la población. Rebaja tributaria para las grandes empresas y los propietarios de la tierra (IRAE e Impuesto al Patrimonio). Abandono de la promesa de las 50 mil viviendas, reconocido por la propia Irene Moreira.
No solo no se ha sacado a la gente de la calle, sino que su crecimiento se disparó sin respuestas desde el MIDES. No solo no se han hecho más liceos, sino que hay 250 grupos menos en secundaria. El ensañamiento con la ciencia e investigación nacionales luego de su ejemplar aporte son muestra de su dogmatismo filosófico y rencor con la cultura nacional, siempre tan pegada a las causas populares.
En materia internacional presenciamos la triste salida del canciller Talvi que los dejó sin el socio principal en el Ejecutivo, generando enorme desconcierto en la sociedad, sin política exterior definida y con señales nefastas como el seguidismo a lo peor de la política estadounidense como fue Trump, tanto en el apoyo al golpismo boliviano como con la designación del presidente del BID que ni Sanguinetti avaló.
Lo más dramático: más de 100 mil nuevos pobres, en su mayoría niñas y niños, como señala Fernando Pereira, son los resultados no de la pandemia sino de la política económica y social elitista, antiestado e insensible con los más damnificados.
Finalmente y con una mirada en el futuro; más allá de los recortes y las ausencias escandalosas de este año, más allá del incumplimiento de las promesas y la búsqueda de culpables (siempre ajenos); preocupa profundamente la falta de agenda de gobierno. No hay proyecto de país, más allá de ajuste dogmático.

Hacia el futuro

Si bien el balance del año es profundamente desalentador, tenemos plena confianza en que el pueblo uruguayo estará a la altura del enorme desafío que nos convoca. En el cincuentenario del FA, con nuestra mirada colectiva crítica y autocrítica sobre la derrota, lo que hacemos y lo que necesitamos, vamos a recomponer las mayorías nacionales para el proyecto de desarrollo sostenible, donde la gente vuelva al centro en armonía con la naturaleza, retomemos la senda del cambio inclusivo y solidario, donde la patria sea dignidad y regocijo arriba y abajo.
Al FA, la militancia sindical, estudiantil, el movimiento social nos cabe la responsabilidad histórica de resistir el retroceso de los avances y las conquistas; informar y dialogar con la ciudadanía palmo a palmo; y muy especialmente elevar la mira y tener capacidad de propuesta capaz de reincorporar las grandes mayorías en el camino de los cambios urgentes.

(*) Senador Fuerza Renovadora, Frente Amplio.

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