Escena de la grabación del discurso en el centenario del PCU, el 21 de setiembre del 2020.

101 Años PCU: Botinelli y su visión sobre el PCU (*)

“El PCU es una de las fuerzas centrales de la izquierda uruguaya”

Por Gabriel Mazzarovich

En entrevista con EL POPULAR el analista político Oscar Botinelli, fundador de Factum y con una extensa trayectoria profesional y política analiza el significado de los 100 años del PCU, los principales aportes a la política uruguaya, su posicionamiento actual y los desafíos del futuro.

Botinelli destaca la trayectoria del PCU, su trabajo en “la elevación cultural y social de la clase obrera”, en la construcción de la unidad sindical y del Frente Amplio. También su lucha durante la dictadura y el apoyo a Líber Seregni en la transición hacia la recuperación democrática y en la crisis del Frente Amplio de 1989. Analiza especialmente el papel jugado por el XVI Congreso del PCU y la estrategia allí trazada y esboza los desafíos políticos para los próximos años.

-El PCU cumple 100 años, ¿qué reflexiones le provoca este aniversario?

Son muy pocas en el mundo las organizaciones políticas con denominación de partido que alcanzan o superan el centenario de vida. Mucho más difícil aún de partidos con representación parlamentaria en sistemas pluralistas y con elecciones plenamente competitivas. Donde hay más partidos centenarios es en Uruguay, donde están dos de los cuatro partidos cuasi bicentenarios del planeta. Además de los dos norteamericanos y los conservadores británicos, con al menos un centenar de años sobrevive algún que otro puñado en Europa de partidos socialistas o socialdemócratas y alguno socialcristiano. Más aún, constituyen un pequeño puñado los que permanecen con pesos políticos y sociales en sus países, en competencia abierta, de los iniciadores de la III Internacional. Parecería que esta mera descripción refleja la importancia de alcanzar el centenario.
Surge una primera etapa cuyo ápice lo ubicaría en 1946, cuando alcanza un senador y cinco diputados y su nadir en 1950 con la expulsión de dos diputados titulares más uno suplente, que marca esa cuesta abajo que desemboca en el profundo giro político, ideológico y organizacional que supone el XVI Congreso de 1955. Allí se inicia una segunda y fructífera etapa marcada por su contribución a la creación de la Convención Nacional de Trabajadores y del Frente Amplio. Luego viene el sacudón que pone a prueba la sobrevivencia misma del partido -al menos como partido relevante- con las escisiones habidas entre fines de 1990 y comienzos de 1992. No es menor como balance que el último cuarto de siglo mantuvo siempre la representación senatorial y como símbolo esa foto de días pasados de cinco comunistas sentados en la Cámara de Diputados.
Soy un analista político especializado en sistemas políticos y en comportamiento electoral. Por tanto, las reflexiones tienen muchas limitaciones en lo relativo al campo social.

-¿Cuáles son, a su juicio, las principales contribuciones del PCU a la política uruguaya en estos 100 años?

Con lo difícil que es hacer una síntesis, ubicaría cuatro grandes contribuciones, profundamente interrelacionadas: la elevación material y cultural de la clase obrera, la búsqueda de la unificación del movimiento sindical, la concepción de alianza de clases y su papel en la construcción del Frente Amplio. A lo que cabe añadir otras dos contribuciones en una etapa específica del país: su lucha en todos los frentes (cárcel, clandestinidad, exilio, acción pública interior encubierta) contra el régimen militarista y su apoyo a la forma de salida concebida por Líber Seregni.
Lo primero es no solo agrupar a la clase obrera para la lucha por sus reivindicaciones materiales, sino hacer una tarea de concientización, paralelo a lo cual la búsqueda de su elevación educativa y cultural que entronca a la clase obrera con los intelectuales y artistas. Pero además ampliar el concepto con la incorporación de los empleados en la construcción de una clase trabajadora, vale decir, abarcador del conjunto de los asalariados (obreros más empleados, trabajadores manuales y no manuales). Aquí hay un tema que vale la pena señalar y que posiblemente hoy no aparezca con la fuerza de aquellos años: el trabajo visto como dignificación de la persona, el trabajo que realizado con respeto al trabajador lo eleva como persona; para parafrasear el concepto incorporado por socialistas y comunistas en la constitución italiana de 1948, una república fundada en el trabajo y el estudio.
Lo segundo, en un orden que no establece jerarquías, la unificación del movimiento sindical, trabajosa labor en que deben dejarse -de parte de todos- profundos sectarismos divisores, arroja como resultado el ser uno de los pocos países del mundo con una única central sindical. Objetivo en que convergen figuras de la talla de José D’Elía, Héctor Rodríguez, Ramón Freire Pisano (que en la dictadura se reincorpora al PCU), así como de manera fundamental socialistas y anarquistas.

-Usted señalaba como otras dos contribuciones interrelacionadas la búsqueda de alianza de clases y su contribución a la formación del Frente Amplio. ¿Puede precisar esos conceptos?

El XVI Congreso abre desde la óptica del Partido Comunista un camino que recorrido también por otras organizaciones políticas y sociales, confluye en el concepto de alianza de clases y en la construcción de una fuerza política central para la izquierda: el Frente Amplio. Como pasos previos hay que indicar el concepto de Frente Democrático de Liberación Nacional señalado como meta en ese congreso de 1955, los limitados intentos políticos de alianzas políticas en 1962, así como la obra junto a otros muchos en la construcción del Plenario Obrero-Estudiantil y el Congreso del Pueblo.
Esa concepción de alianza de clases abre el PCU a la sociedad y es un elemento clave en su participación en el proceso de lo que devendrá como Frente Amplio, el cual desde el origen es definido como policlasista. Cuando nace el FA, el 5 de febrero de 1971, su declaración constitutiva delinea de manera por demás explícita su concepción de clases, al proclamar la unión de trabajadores, estudiantes, docentes, sacerdotes y pastores, pequeños y medianos productores, industriales y comerciantes, civiles y militares, intelectuales y artistas. Por otro lado, en esa declaración, como en documentos y discursos anteriores y posteriores, pone enfrente a la oligarquía, a la gran burguesía, a la cual reiteradamente se calificó de aliada y servil del imperialismo. Más o menos se puede decir que la tesis del Frente Amplio, desde su nacimiento hasta por lo menos cuando gana las elecciones nacionales de 2004, es la alianza entre el proletariado, la pequeña burguesía y la burguesía media. Dicho en términos no marxistas, un enlace entre los asalariados y las denominadas clases medias o “la clase media”. Esa tesis aparece preconfigurada en el PCU, quizás con un perfil menos nítido, en la declaración del XVI Congreso, así como en los trabajos doctrinarios posteriores y su praxis.
Un tema no abordado plenamente ni por el PCU ni por el Frente Amplio es el papel asignado o a asignar a los niveles más bajos: categorizados como “lumpenproletariat” aparecen marginados de las alianzas, vistos con suspicacia. Posteriormente, crecido ese sector particularmente tras la crisis de 2002, ya vistos como pobres o vulnerables o desposeídos, aparecen reivindicados primero por las corrientes denominadas en su momento de ultraizquierda y más recientemente por el conjunto de la izquierda. Una alianza que llega en una etapa bastante reciente y que las elecciones de 2019 marcan su fuerte debilitamiento.

-¿Qué referencias hace a la construcción del Frente Amplio y respaldo al general Seregni?

La construcción del Frente Amplio fue una tarea muy compleja, particularmente a partir de las experiencias de éxito limitado o resultado fallido de 1962. Aunque se ve facilitado por la confluencia de distintos sectores en la lucha contra la política del gobierno de Jorge Pacheco Areco, con las Medidas Prontas de Seguridad como gran marco. Un primer gran escollo lo constituyó las desconfianzas existentes en unos cuantos sectores de formar una alianza política en que participasen los comunistas, de donde surge la dicotomía entre un frente reducido y un frente amplio, que en buen romance quería decir, sin exclusiones, con los comunistas incluidos.
Además del largo impulso del PCU desde su XVI Congreso, otra vertiente lo es el llamado del Partido Demócrata Cristiano en 1969 en pos de la construcción de lo que se llamó un “Tercer Partido”, diferente y alternativo a los dos partidos tradicionales. Hay que destacar un largo trabajo de Rodney Arismendi, Luis Pedro Bonavita, Zelmar Michelini, Juan Pablo Terra y Francisco Rodríguez Camusso, que a lo largo de 1970 va generando aproximaciones y resolviendo el camino hacia ese frente amplio, que terminó siendo el nombre de la nueva formación política.
Un momento crucial es la búsqueda de salida del régimen militarista. Seregni concibe en 1981 una estrategia que se resume en la consigna “Movilización – Concertación – Negociación”. Voceada por todos, fue inicialmente poco comprendida. Cuando se entendió cabalmente, provocó no pocos desajustes y hasta rechazos. Inclusive un periodo de cierta desinteligencia entre el General y el PCU que puede ubicarse entre mediados de 1982 y mediados de 1984. Si hay que elegir una fecha para decir cuándo se produce el entendimiento, lo es el 18 de julio de 1984, con el viaje un delegado plenipotenciario de Seregni a Buenos Aires para reunirse con Arismendi, en que ambos se comprenden mutuamente, Seregni hace algunos ajustes a su propuesta y el PCU da su pleno apoyo a lo que desembocará en el Acuerdo del Club Naval, la desproscripción del Frente Amplio, el comienzo de la liberación masiva de presos políticos, el retorno de exiliados y las elecciones de noviembre.
Cabe agregar no solo el papel cumplido -fundamental- en la transición, sino en todo el proceso de restauración institucional, incluido su rol como elemento estabilizador en los momentos difíciles de afirmar una democracia con todas las debilidades propias de la salida de un régimen autoritario.
Quizás una contribución fundamental del PCU, junto al Partido Socialista conducido por Reinaldo Gargano, es su papel en el complicado proceso que vive el Frente Amplio entre 1985 y 1989, que desemboca en su ruptura (originalmente en dos partes de similar peso). Papel que en primer término significó el pleno respaldo político y estructural a la conducción cuestionada de Seregni. La forma en que se saldó esa ruptura, con un Frente Amplio que aumenta su representación parlamentaria y obtiene el gobierno departamental de Montevideo, es un punto decisivo en la evolución política del Uruguay

-Desde su experiencia de analista político: ¿Cómo ve posicionado al PCU hoy?

El Partido Comunista es una de las fuerzas centrales de la izquierda uruguaya, tanto en el plano político (Frente Amplio) como en el plano social (PIT-CNT en primer lugar). La izquierda uruguaya en general y el Frente Amplio como fuerza política en particular, salen muy golpeados del ciclo electoral nacional 2019. Todavía no se ha procesado en profundidad un autoanálisis de las razones que lo llevaron a perder al gobierno. Cabe partir de la base que nadie pierde el gobierno, al cabo de tres períodos, de quince años, por errores en la campaña electoral o solamente por deficiencias en la candidatura. Siempre conviene salir de lo episódico y buscar las razones profundas.
Es necesario destacar un hecho. El Frente Amplio no pierde de golpe, sino que va cayendo a lo largo de todo el período. Desde su fundación contó a su favor con el recambio biológico, producido por dos factores. Uno es la ruptura de la trasmisión intrafamiliar del voto (hijos de padres colorados y blancos devienen frenteamplistas) y dos, la mucha mayor mortalidad de blancos y colorados que de frenteamplistas (por razones etarias). Ese proceso determina que el FA, que obtuvo el 50,5% en 2004, sin que cambiase un solo voto, debería haber recogido el 52,3% en 2009 y seguir así hasta el 54% o 55% en 2019. Y en 2009 obtuvo el 48,0%; en 2014 el 47.8% y en 2019 el 39,0%. Entre lo que perdió y lo que no captó, hubo cerca de 400 mil personas perdidas por el Frente Amplio. Es mucho. Eso requiere un análisis frío y desapasionado.
Más allá de errores puntuales, hay dos hechos de mucho impacto: la ruptura de la alianza con las capas medias y la no consolidación de la alianza tardía con el subproletariado. El Frente Amplio hizo recaer sobre las capas medias profesionales y de trabajo independiente lo que exoneró a las capas altas. Estas últimas recibieron beneficios de una política económica que expandió el consumo y también grandes beneficios tributarios. Hubo en el país un conjunto de empresas y personas que hizo grandes fortunas con los gobiernos del Frente Amplio, las cuales usaron –y siguen usando- para hostigar y derribar al Frente Amplio. Y perdió a sus aliados naturales de las capas medias, a buena parte de esos profesionales, intelectuales, artistas, pequeños y medianos productores, comerciantes e industriales. Y tampoco consolidó su apoyo en el sector subproletario.
Queda sin duda mucho por desbrozar. El papel de la 1001 da para un análisis en sí mismo. Su estrategia –altamente redituable- de ampliar su oferta electoral con reducción de candidaturas comunistas. El proceso de apertura –similar al que tuvo en su momento Rifondazione Comunista de Italia- de a la lucha basada en clases sociales y derecho sociales, incorporar la lucha por otro tipo derechos, que hoy se compendian en la expresión nueva agenda de derechos.
El PCU –junto con otros sectores fundamentales del Frente Amplio- tiene por delante un formidable desafío de analizar este proceso y buscar revertirlo.

(*) Artículo publicado en la edición especial de EL POPULAR dedicado al 100 Aniversario del PCU

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