UJC
Desde la asunción del gobierno de derecha, la enorme mayoría de los estudiantes del país hemos recibido el despreció de las fuerzas gobernantes desde distintos frentes y a lo largo de todos los niveles. Desprecio por la participación, la censura a gremios estudiantiles en secundaria y marginación de la toma de decisiones estratégicas en formación en educación. Desprecio por nuestra capacidad crítica y un consecuente proceso mercantilizador encabezado por la mal llamada “reforma educativa”, blindada a base de represión cada vez que se ha querido poner sobre la mesa la voz de los principales afectados: los estudiantes. Pero fundamentalmente, hemos palpado su agresión a través de su desprecio por lo público. Se les nota, la educación pública les da escozor.
Dicho así, puede parecer un poco exagerado, pero no es otra cosa que desprecio lo que ha mostrado, en concreto, su política de gobierno. Ese mismo gobierno que en lo peor de la crisis sanitaria encontró en los recursos y las capacidades, formadas o latentes, de la educación pública su principal aliado, le ha dado la espalda una y otra vez cuando ha tenido la oportunidad de apoyarla. Los y las docentes, médicas, enfermeras, virólogas, profesionales de las ciencias sociales y otra cantidad de especialistas, pusieron honorariamente lo mejor cuando el país los precisó; pero cuando la educación pública precisó del gobierno este puso la espalda.
Hablemos entonces de lo que ha trascendido estos días en la prensa, la posibilidad concreta de profundizar la presencia de la Universidad de la República en el interior del país. Ahora, ¿de qué hablamos cuando hablamos de la UdelaR? Hablamos de la principal institución de educación superior del Uruguay, que registró en 2021 una matrícula superior a los 150.000 estudiantes, concentra más del 80% de la matrícula de educación superior del país y desarrolla la enorme mayoría de la investigación científica realizada en nuestro territorio. Es una institución pública, autónoma y cogobernada que, aportando al desarrollo nacional, ha luchado con las restricciones presupuestales para llegar a cada rincón. Ha intentado constituirse en parte del entramado institucional y aportar nuevas capacidades para un desarrollo integral del territorio. Al día de hoy, además de las sedes de la capital, se trata de una institución con tres Centros Universitarios Regionales (uno en el noreste, uno en el litoral norte y otro en el este). Transformando progresivamente la realidad demográfica, económica, productiva y cultural en cada lugar.
En estos días se ha conocido la noticia de que la Universidad, sus distintos actores y sus órganos de cogobierno, vienen trabajando para instalar un nuevo centro universitario regional en el oeste. Concretamente en la zona de Colonia y Soriano. Una zona del país con importante inserción en el mapa productivo nacional, especialmente en la industria láctea, pero no solo. Muy golpeada también en el deterioro de la oferta educativa de formación en educación y escuelas agrarias. Para su objetivo, demostrando su cultura institucional y rico patrimonio, la integración social y el diálogo con actores e instituciones diversas, ha comenzado una serie de reuniones con actores locales.
Ahora bien, ¿cómo es entonces que una institución que, decimos, ha visto en reiteración real la espalda del gobierno continúa desarrollándose? La respuesta es simple, la Universidad se desarrolla a impulso de su compromiso con la República, el desarrollo integral de nuestra sociedad y la lucha de los actores que día a día la defienden y hacen funcionar: docentes, estudiantes, funcionarios y egresados.
Hagamos un poco de memoria. En la Rendición de Cuentas del año pasado, luego de haber demostrado su aporte a los desafíos del país y con una matrícula que crecía cerca de un 16%, el presupuesto previsto para su desarrollo era un poco insuficiente: 0% de aumento.
Así, sin más, con ese descaro, el gobierno mostró su desprecio por la educación pública. Al que sumó, sin duda, el rencor hacia una institución con tanta historia al servicio de la defensa de las mayorías, donde aliados al gobierno estuvieron más de una vez en la vereda de enfrente. En ese 0% estaba el recelo por su autonomía, por su participación –exigida por su ley orgánica- en los debates trascendentes del país, planteando con argumentos cosas que algunos prefieren no escuchar en horas claves de debate político. En ese 0% se cristalizó el rechazo a su cogobierno, esa expresión de democracia profunda, participativa, que es condición central para entender su calidad y desarrollo actual. En ese 0% también se encerraron mentiras, la principal, que no había margen para asignar mayor presupuesto.
Era mentira, significaba desprecio, y la lucha de estudiantes, docentes, funcionarios y egresados así lo demostró. También la del pueblo uruguayo en general, que salió a la calle a acompañar a SU universidad, demostrando que no era indiferente. Fue entonces que esa mentira se cayó, aparecieron nuevos fondos para la Universidad; miseros, migajas en comparación con las necesidades de la institución y el país, pero aparecieron. No aparecieron solos, eso hay que tenerlo claro, ellos querían 0%, pero la lucha cuando es justa y de miles tiene efectos. Efectos parciales, siempre en disputa, pero los tiene.
Este año la UdelaR tenía para gestionar un incremento de 280 millones de pesos. La UdelaR, con su autonomía y en función de su cogobierno podía disponer, en los hechos, discrecionalmente de esos rubros. Cubrir baches en lugares existentes, incrementar recursos a programas en funcionamiento, mejorar la infraestructura y darse algún lujo en donde ya hoy está. En definitiva, las enormes exoneraciones impositivas con las que el pueblo financia la educación privada caen en bolsillo ajeno a piacere. Pero no, su compromiso es más grande, y el Uruguay sabe que cada peso otorgado es una inversión en sí mismo. Con el incremento presupuestal nuestra universidad destinará 120 millones en el Hospital de Clínicas, hospital universitario y centro de referencia de una enorme proporción de nuestra población, en especial la más humilde. Y los restantes 160 millones, se destinarán para su desarrollo en el interior y la atención al aumento de la matrícula a nivel nacional. En ese marco, 20 millones irán directamente a fortalecer los centros regionales existentes y 40 millones serán la base para el comienzo de su instalación en el suroeste del país.
El gobierno ha querido, conscientemente, boicotear el desarrollo de la Universidad, paralizar su capacidad de producción y desarrollo crítico, detener sus posibilidades de aportar a los debates nacionales estratégicos, desangrar su democracia interna y desmovilizar a sus actores. Todo ello a sabiendas de los efectos que su política tiene en el futuro y el bienestar de las y los uruguayos. Pero la UdelaR continúa, no porque sea invencible, sino porque los actores que la sostienen tienen plena consciencia de cuál es su rol, con qué objetivos el pueblo uruguayo la concibió y que espera de ella. Por sobre todas las cosas, la Udelar sabe que las nubes pasan y el azul queda, y su meta no se agota en una disputa presupuestal con un gobierno que es, sin duda, un pedazo ínfimo de la historia grande de nuestra gente. El trabajo debe seguir, sin pausa y sin prisa, al servicio del desarrollo productivo nacional, con justicia social y mayor profundidad democrática. Aunque los malla oro y su gobierno le hagan zancadillas, el país puede estar tranquilo, tiene una Universidad a su servicio.
Este año habrá una nueva Rendición de Cuentas, la última con posibilidad de generar aumentos presupuestales, y la pregunta es la misma que hace 3 años: ¿Cuánto desprecio mostrará el gobierno al desarrollo del país?
Foto de portada:
Movilización en la explanada de la Universidad de la República. Foto: Javier Calvelo/ adhocFOTOS.