A nadie le debería sorprender que al fallecimiento del Papa emérito Benedicto XVI, el pasado sábado 31 de diciembre, le haya sucedido una auténtica avalancha de elogios que, necesariamente, ha incluido un deliberado blanqueamiento de la poco edificante figura y la trayectoria del Papa alemán. Pero, ¿quién fue, realmente, Joseph Ratzinger y cuál fue su particular relación con España? (…)
Puede considerarse una suerte de «tradición», estimulada actualmente por los medios de comunicación de masas, la de mostrar el respeto por los difuntos exaltando sus bondades e intentando olvidar todos sus defectos. Sin embargo, la benevolencia con los fallecidos, que ha llevado a algunos a afirmar que «no hay muerto malo», suele convertirse en una hipérbole, hasta llegar a la más burda falsificación, cuando el desaparecido es considerado una «gran personalidad». Particularmente, si ejerció también como representante de alguna de las instituciones del poder en nuestra sociedad.
A nadie le debería sorprender, pues, que al fallecimiento del Papa emérito Benedicto XVI, el pasado sábado 31 de diciembre, le haya sucedido una auténtica avalancha de elogios que, necesariamente, ha incluido un deliberado blanqueamiento de la poco edificante figura del Papa alemán y de su trayectoria .
Pero, ¿quién fue, realmente, Joseph Ratzinger?
DE LAS JUVENTUDES HITLERIANAS Y LA «SANTA ALIANZA» CON REAGAN, AL TRONO DE PEDRO
Uno de los primeros hitos de la trayectoria de Ratzinger que los medios corporativos se están esforzando en «blanquear» es el de su paso por las filas de las Juventudes Hitlerianas en su Alemania natal.
Al ser elegido como Papa 265º, tras la muerte de su predecesor Juan Pablo II, fue el propio Vaticano quien puso en marcha una campaña de lavado de imagen con la que se pretendió disculpar este hecho, aduciendo tanto la corta edad que entonces tenía Joseph Ratzinger, como el complicado «contexto histórico» en el que se produjo.
Ahora, tras la muerte del propio Benedicto, han sido numerosos los medios de comunicación que, simplemente, se han aventurado a negar el hecho de que éste llegara a integrarse en las filas de los cachorros del nazismo, afirmando que no pasaría de ser un «bulo malintencionado». Otros, los que pretenden ser más serios, se han remitido a la excusa que el propio Ratzinger ofreciera en su libro libro «Salz Der Erde», donde reconoció que sí se había alistado en las Juventudes Hitlerianas, pero asegurando que le obligaron. Según la versión de Benedicto, fue el seminario donde estudiaba «quien lo alistó cuando tenía tan solo 14 años».
Sea cierta o no la excusa aducida por el ya difunto Papa, lo cierto es que no sería en absoluto justo valorar a una persona por las acciones que pudiera haber cometido durante su adolescencia. El episodio, efectivamente, podría haberse considerado, en el peor de los casos, como un mero “pecado” de juventud; si no fuera porque, a lo largo de toda su vida adulta, Ratzinger continuó proporcionando sobradas pruebas de su ideología política ultraderechista.
Fue destacado su papel, por ejemplo, en la persecución sin cuartel de la «Teología de la Liberación». La corriente cristiana progresista nacida en América Latina entre religiosos comprometidos con las luchas populares de emancipación. Al frente de la Congregación para la Doctrina de la Fe -la antigua Inquisición -, y como principal colaborador de Karol Wojtyla, Ratzinger utilizó todo su poder para apartar a los teólogos que habían decidido «echar su suerte con los pobres de la Tierra» y acabar con su «subversiva» influencia.
Eran los tiempos de la guerra sucia de la Administración Reagan en Latinoamérica. Años en los que Juan Pablo II estableció una «Santa Alianza» con el impulsor de la «Guerra de las Galaxias», que permitió imponer en este subcontinente, a sangre y fuego, las políticas neoliberales que arrasarían la región en las siguientes décadas. Joseph Ratzinger, partícipe de este pacto entre las fuerzas del orden capitalista, mantuvo un silencio cómplice ante las masacres que las dictaduras auspiciadas por los EE.UU. estaban cometiendo para defenderlo.
En el año 2004, Ratzinger aún tuvo la oportunidad de apoyar, indirectamente, la campaña de George W. Bush, mediante una carta en la que pedía a los electores católicos que no votasen por su oponente John Kerry por la posición de éste último en relación con el aborto.
Otra indiscutible demostración de sus inclinaciones políticas la ofreció Benedicto XVI en junio de 2011, al visitar la tumba y rendir homenaje al cardenal croata Alojzije Stepinac. Un clérigo que durante la II Guerra Mundial se puso voluntariamente al servicio del gobierno títere del poglavnik – Führer, Caudillo – Ante Palevic y de las tropas hitlerianas, cuando éstas invadieron Yugoslavia en 1941. Tras la derrota del régimen del poglavnik Palevic y de los ocupantes nazis por los guerrilleros de Tito, Stepinac fue enjuiciado por su colaboracionismo y condenado a 16 años de prisión. Juan Pablo II terminaría beatificándolo como un «mártir del comunismo».
SILENCIANDO LOS ABUSOS SEXUALES A MENORES Y PROTEGIENDO A LOS PEDERASTAS
En 2010, el Vaticano aseguró que se había desatado una «campaña para desprestigiar a Benedicto XVI», a raíz de los miles de casos de pederastia cometidos por sacerdotes que habían comenzado a salir a la luz en Estados Unidos, México Irlanda o Canadá, varios años antes.
«Benedicto XVI – aseguraron desde la «Santa Sede» – es el pontífice que más ha hecho contra la pederastia en la Iglesia».
Ante el escándalo desatado internacionalmente, el propio Ratzinger se vio obligado a pedir perdón públicamente «por los abusos sexuales contra menores perpetrados por algunos sacerdotes».
«No comprendo cómo esto pudo suceder», aseguró con aparente pesar el Papa a los periodistas que le acompañaron en un viaje a México, donde el fundador de los Legionarios de Cristo, Marcial Maciel – un protegido de Juan Pablo II- llevó a cabo estos abusos durante gran parte de su vida.
Estaba mintiendo, tal y como demuestran los documentos dados a conocer por el ex sacerdote Alberto Athié y el investigador Fernando González. Según consta en ellos, el Vaticano conoció la existencia de estos abusos al menos desde el año 1956. El informe más importante que lo prueba es del sacerdote carmelita Anastasio Ballestero. Se trata de una suerte de resumen con toda la información sobre la actividad delictiva de Maciel. La responsabilidad directa de Ratzinger en el ocultamiento y protección de los delitos del fundador de Los Legionarios comienza en 1981, al hacerse cargo de la Congregación para la Doctrina de la Fe.
«Cuando surge la denuncia formal ante esa congregación, en ese momento por oficio, se debería haber atraído todas las informaciones que estaban en Roma» – denunció Athié al diario ‘La Jornada’.
En 1998, algunos ex Legionarios de Cristo acudieron a presentar una denuncia formal ante Ratzinger por estos crímenes.
» Ratzinger – añadió el ex sacerdote Alberto Athié a la publicación mexicana- nunca respondió. Retuvo el proceso judicial, hasta que ya definitivamente no le quedó otra que reducirlo al estado laical. Lo hizo para proteger a Maciel y protegerse a sí mismo, porque iba a entrar al cónclave».
Pero el caso de Marcial Maciel no constituye ninguna excepción en el tratamiento de la Iglesia Católica de los delitos de pederastia cometidos por sus sacerdotes alrededor de todo el mundo. La política oficial de la Iglesia a este respecto se encuentra reflejada en la directiva “Crimen sollicitationis”, aprobada por Juan XXIII en 1962 para imponer la obligación de guardar silencio sobre estos abusos sexuales bajo pena de excomunión.
Este documento permanecía vigente cuando Joseph Ratzinger fue nombrado prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe. Tras acceder al cargo, el futuro Papa redactó un nuevo decreto que consagraba los aspectos fundamentales de la antigua disposición. Principalmente, la obligación de que las denuncias por abusos se presentaran exclusivamente en Roma y la pena de excomunión para aquellas víctimas o sacerdotes que se atrevieran a denunciar ante tribunales ordinarios o la prensa.
El propio Ratzinger fue, en efecto, quien ordenó silenciar los abusos a menores. A través de una carta que sería recuperada posteriormente por el semanario ‘The Observer’, dio instrucciones a todos los obispos sobre las medidas que debían disponer para encubrir a los clérigos que realizan este tipo de delitos y prácticas deleznables.
El ex sacerdote Alberto Athié denunció, igualmente, el caso de los abusos cometidos en el coro de niños de Ratisbona dirigido por el hermano de Benedicto XVI, Georg Ratzinger, y cómo el propio Joseph Ratzinger encubrió a otros sacerdotes pederastas «a quienes colocó en parroquias de Munich, mientras él era Arzobispo».
En vida de Ratzinger ningún analista o periodista mínimamente serio se habría atrevido a discutir, como quizá alguno sí haga hoy, el carácter ultrarreaccionario de Benedicto XVI.
Fueron muchos, en cambio, quienes trataban de compensar esta incuestionable realidad destacando la gran preparación intelectual del pontífice. Pero, aunque sería absurdo negar la amplitud de los estudios formales que Joseph Ratzinger llegó a cursar, una significativa «anécdota» sobre las concepciones del difunto Papa emérito, revelada por el ex ministro del Interior de Mariano Rajoy, Jorge Fernández Díaz, pone crudamemente en evidencia hasta qué punto los más vastos estudios pueden resultar inútiles contra la más atrasada superstición, cuando las concepciones irracionales se encuentran en la base de la formación de un sujeto.
Durante un encuentro «internaútico», el peculiar ex ministro del Interior Jorge Fernández Díaz compartió con un grupo de jóvenes cristianos lo que -según él- le había respondido el Papa emérito cuando, en el año 2015, tuvo la oportunidad de reunirse con el pontífice y manifestarle su preocupación por «los problemas que el independentismo catalán» estaba provocando en España y que el propio Fernández se encargaría de combatir con la llamada «policía patriótica».
Su Santidad – aseguró Fernández Díaz con la más absoluta solemnidad – me advirtió que «el Diablo quiere destruir España».
Según el ex ministro, Benedicto XVI continuó diciendo:«El Diablo conoce los servicios prestados por España a la Iglesia de Cristo. Conoce la misión de España en la evangelización de América, el papel de España durante la Contrarreforma, la persecución religiosa sufrida durante los años 30 del pasado siglo…».
«El Diablo ataca a los mejores y por eso ataca especialmente a España y la quiere destruir… pero no lo conseguirá».
Para mayor tranquilidad de Fernández Díaz, y de sus jóvenes interlocutores, Benedicto XVI explicó al político del PP cuáles eran «las cuatro herramientas» necesarias para derrotar a Satanás en esta «batalla» contra el Mal sobrenatural.
«La humildad, la oración,el sufimiento y, finalmente, la devoción a la Santísima Virgen».
«Tenga confianza -concluyó Benedicto según la narración del ex ministro – el Diablo no destruirá España».
Nada más cabe añadir ante semejante exhibición de oscura mentalidad del Medievo del hombre que estuvo al frente de la poderosísima e influyente Iglesia Católica.
Cristobal García Vera
Fuente: https://canarias-semanal.org/art/33740/biografia-inedita-de-benedicto-xvi-el-papa-que-creia-que-el-diablo-quiere-destruir-espana-video
Vea el vieo en el que Fernández Díaz cuenta su conversación con el Papa