25 de noviembre de 2022: Otro día en la lucha contra la violencia hacia las mujeres por la opresión de género.
Lilián Abracinskas (*)
“Es un asunto tan urgente, que cada día perdido es un pecado (…) es tan importante y nadie aquí percibe nada acerca de esto”. Hace más de un siglo Rosa Luxemburgo así le escribía a Clara Zetkin (1), sugiriéndole editar la sección de mujeres en el periódico del grupo Espartaco porque había que entender que la clase era la opresión central pero la de género y racial eran dimensiones que debían ser superadas, al mismo tiempo.
Si hubiese hoy que pasar raya para ver dónde y cómo está la revolución feminista, con una distancia de más de 100 años de esas dos luchadoras históricas, podría afirmarse que avanzó lo suficiente para irritar mucho al poder patriarcal. Tanto que sus fuerzas más reaccionarias emergen y se articulan en el Siglo XXI con el propósito de combatir abierta y agresivamente esa revolución transgresora a la que adhieren masivamente las generaciones más jóvenes. Así como se han propuesto desde siempre liberar al mundo del comunismo ahora su enemigo es “la ideología de género” que también debe ser derrotada.
Los poderes patriarcales y sus expresiones más conservadoras y reaccionarias “percibieron de que se trataba esto” y emergen para dar la batalla que recomponga el orden “natural” en la sociedad y en la familia, desde los nacionalismos más exacerbados y con el cometido principal de proteger sus propiedades, bienes y privilegios en tanto quienes “merecen detentarlos”. La división sexual del trabajo, la imposición de modelos estereotipados, la doble moral sexual, la naturalización de formas de relación de poder asimétricas entre los géneros y la violencia como medio para imponerse han sido y son sus mecanismos y herramientas. Con renovados bríos adaptan sus narrativas a los nuevos tiempos y contextos, encuentran la forma más engañosa de camuflar sus verdaderos cometidos y propósitos restauradores y usan efectivas estrategias comunicacionales y de incidencia para ganar opinión pública. Han alcanzado a amplios sectores de la población permeando en sus mensajes lógicas de intolerancia hacia el diferente y de combate al enemigo. Exaltan la violencia al mismo tiempo que niegan que exista la que impacta sobre mujeres y disidencias.
La expresión brutal de la opresión de género es la violencia machista con sus crímenes misóginos, homofóbicos y transfóbicos y se sustenta en una concepción de sociedad que activa y habilita todas las otras formas de control por la dominación y la violencia.
En Uruguay, hubo 38 feminicidios en lo que va del año 2022 y es imposible ocultar más las causas que provocan ese drama. La violencia de género se expresa y vincula con el hambre, la pobreza, la falta de trabajo, de vivienda, de educación, en el racismo, en todas las formas de discriminación, de abuso y explotación. El entramado de desigualdad e injusticia tienen en los asesinatos su manifestación más extrema, en la violencia intrafamiliar el lugar de ocurrencia que más se denuncia y en los sectores más vulnerados sus situaciones más dramáticas. Pero sus distintas formas están en todos los ámbitos, aunque sean menos reconocidas, identificables o denunciadas.
En 2021, los datos del Ministerio del Interior registraron que el 75,8% de las denuncias de violencia doméstica y formas asociadas (2) fueron de mujeres y el 24,2% de las denuncias las realizaron varones. Cifras que se repiten cuando se mide quienes son más indagados (77,9% son varones y 22,1% mujeres) lo que indica que en esta forma de la violencia de género es innegable que la mayoría de las víctimas son mujeres en todos los tramos de edad y los más denunciados son los varones, siempre. También en las otras formas de homicidio. La resolución violenta de los conflictos como modelo masculino hegemónico de socialización tiene a los varones como principales víctimas y perpetuadores. Las cárceles están superpobladas con varones, la mayoría de ellos jóvenes, pobres, afrodescendientes y migrantes, lo que evidencia otras formas de injusticias y desigualdades, pero lo irrefutable es que la violencia es la razón principal de sus condenas. Es una constante en los horrores de la Humanidad y la revolución feminista es de las fuerzas más cuestionadoras que ha sido tan transgresora como pacífica en sus propuestas de cambio y en su capacidad de impulsarlas.
La lucha feminista vino a cuestionar ese orden “natural’ y lo combate porque es impuesto, es construcción cultural, se estructuró haciendo de las diferencias biológicas profundas e intolerables desigualdades de género y raciales donde se depositan e impactan todas las formas de injusticia social, económica y política que lo sustentan. Es producto de la cultura, de la negociación política y de la correlación de fuerzas por eso entre las exigencias feministas que más mortifican al patriarcado es que demandemos tener, al menos, el control sobre la mitad de la tierra, la mitad del cielo y la mitad del poder. Exigiendo que por ello no tengamos que morir ni padecer torturas y padecimientos intolerables para lograrlo.
La pobreza se reproduce generación tras generación y las desigualdades de ingreso se transmiten con ellas. La cara de niñez que predomina en la pobreza uruguaya tiene en las mujeres su otra víctima principal. Los estudios de movilidad intergeneracional de UdelaR (3), muestran que las circunstancias económicas de la familia de origen determinan las trayectorias de ingreso de hijos e hijas a lo largo de su vida señalando que esa movilidad se experimenta de forma diferente en varones y mujeres. En las hijas es más probable que ocupen la misma posición económica que ocupan u ocuparon sus madres. Esta condición heredada entre mujeres sí reproduce y condena a la pobreza y la dependencia, se vuelve violencia. La educación ha demostrado ser el medio por el cual, desde que hubo acceso masivo, la movilidad social en las mujeres fue siendo menos dependiente de la familia de origen o “destino”. Si las inequidades económicas que tienen como origen la familia no cuentan con políticas públicas que tiendan a compensarlas, concebidas e implementadas con perspectiva de equidad de género, superar las violencias hacia las mujeres será más inalcanzable para las que están atrapadas en el círculo feminizado y feminizante de la pobreza y la desigualdad.
El propósito de erradicar la violencia de género ha sido incluido en leyes, convenciones, mandatos y acuerdos internacionales que Uruguay ha adoptado y asumido. Una larga lista ha sido recopilada en el “Plan Nacional para una vida libre de violencia de género para las mujeres” (4), recientemente presentado por las autoridades de gobierno implicadas. Pero las medidas y el compromiso político que se requiere para implementar acciones que enfrenten con radicalidad el problema, no están a la altura de la gravedad de la situación.
Fue ardua la tarea de poner en la agenda política la violación de los derechos humanos existente al interno de las familias, en los lugares de trabajo y de la educación, en el espacio público, en los vínculos afectivos, en las prácticas políticas y en el funcionamiento de organizaciones e instituciones, pero logró convertirse en asunto político insoslayable. Socializarse bajo mandatos que marcaron a fuego generaciones de hombres y mujeres encasillados en formas encorsetadas de ejercer la masculinidad y la feminidad, de comprender el amor, la sexualidad, la familia, los afectos implica un esfuerzo de cambio cultural inmenso. No se alcanza en un día, pero la historia muestra que es posible lograrlo.
El Convenio de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) número 190, de 2019, sobre violencia y acoso en el mundo del trabajo adoptado en la Conferencia del Centenario es uno de los ejemplos de cambio, impensable tiempo atrás. Su artículo 1, 1.a define por primera vez en el ámbito internacional esta violencia como el «conjunto de comportamientos y prácticas inaceptables, o de amenazas de tales comportamientos y prácticas, ya sea que se manifiesten una sola vez o de manera repetida, que tengan por objeto, que causen o sean susceptibles de causar, un daño físico, psicológico, sexual o económico, e incluye la violencia y el acoso por razón de género».
La batería normativa alcanzada por estos años de lucha de los movimientos sociales es importante, el enorme desafío es ponerla en práctica y lograr el cambio cultural que amerita porque “el asunto (sigue) siendo tan urgente que cada día perdido es un pecado”.
(*) Militante feminista, fundadora de MYSU.
1.Rosa Luxemburgo (1871-1919) de las mentes más brillantes del marxismo torturada y asesinada por el gobierno socialdemócrata alemán y Clara Zetkin (1857-1933) quien dedicó su vida a la organización de las mujeres trabajadoras e impulsó la liga Espartaco y la formación del Partido Comunista alemán, con un papel fundamental en la historia del socialismo y del movimiento de mujeres.
2.Datos reportados por Ministerio del Interior para el periodo enero / octubre 2021. https://www.minterior.gub.uy/images/pdf/2021/presentacion-completa-genero2021.pdf
3.“Movilidad intergeneracional y las chances desiguales de los jóvenes”, estudio del Grupo de desigualdad y pobreza, Facultad de Ciencias Económicas y Administración de la UDELAR.
4.https://www.gub.uy/ministerio-desarrollo-social/sites/ministerio-desarrollo-social/files/2022-10/PlanNacionalViolenciaUY_WEB_18OCT2022_0.pdf
Foto de portada:
Movilización de colectivos feministas en el Día de la Eliminación de la Violencia Contra las Mujeres. Foto: Santiago Mazzarovich / adhocFOTOS.