Militantes del Frente Amplio tras conocer los resultados del balotaje en el Hotel NH en Montevideo. Foto: Mauricio Zina / adhocFOTOS.

La juventud en tiempos de algoritmos y desigualdad

UJC
Vivimos tiempos desafiantes para la enorme mayoría de la juventud. Estamos inmersos en un presente saturado de estímulos y mandatos sociales, donde las redes nos bombardean con estereotipos de vidas perfectas, tan idealizadas como ajenas a nuestra realidad.

Nos dicen que debemos “hacer la nuestra”, que el éxito es individual, que nuestra felicidad depende de cuánto consumimos y de cuán bien encajamos en los modelos que los algoritmos nos imponen. Si no cumplimos con esos estándares, nos hacen sentir como fracasados. Y así, la distancia entre la imagen de un joven “exitoso” y nuestras condiciones materiales se vuelve abismal. Nos hacen creer que es nuestra responsabilidad, cuando en realidad es el resultado de un sistema que no nos da las mismas oportunidades.

Pero la vida sucede fuera de los algoritmos.

Lo que no nos cuentan es que esos estereotipos solo son alcanzables para unos pocos. No nos dicen que la mayoría de las y los jóvenes apenas llegamos a fin de mes, que conseguir un empleo estable es un privilegio y que, cuando lo logramos, suele ser en condiciones precarias. Que no tenemos casa propia, que muchas veces solo podemos pagar el alquiler porque compartimos gastos y que debemos elegir entre ir a terapia o pagar las cuentas.

Si estás leyendo esto y te sentís identificado, que no cunda el pánico: no es un problema individual. Somos cientos, miles, los que atravesamos las mismas dificultades. Nos quieren hacer creer que el éxito o el fracaso dependen solo de nosotros, nos aíslan y nos ponen a competir entre sí. Pero sabemos que hay otra salida.

Los problemas son colectivos, por lo tanto, la solución también debe serlo. No podemos dejar nuestro futuro librado a la “voluntad” individual. Necesitamos un Estado que garantice derechos y oportunidades mediante políticas públicas concretas que nos permitan proyectar nuestras vidas con seguridad.

Las redes no nos van a sugerir que nos organicemos para cambiar la realidad, pero, aun así, lo hacemos. Cada día, cientos de jóvenes transformamos la bronca y la indignación en esperanza, en propuestas, en proyectos. Porque lo que queremos no es un lujo ni un capricho: queremos vivir dignamente.

Es cierto que no todos los jóvenes militan activamente, y no es una crítica. La desigualdad y la precarización laboral nos dejan poco margen para involucrarnos. En estos últimos cinco años, las condiciones han empeorado para la juventud uruguaya: el desempleo en menores de 30 años alcanzó el 16%, duplicando la tasa general. Además, cuando conseguimos trabajo, un 27% lo hace sin aportar a la seguridad social y casi un 20% sin acceso a licencias por enfermedad o vacaciones. Más de la mitad de nosotros gana menos de $25.000 y un 12% no supera los $15.000 mensuales (Boletín Programático, Jóvenes 1001).

Este contexto afecta nuestra capacidad de participar en espacios colectivos, pero también explica por qué cada vez más jóvenes confiamos en el Frente Amplio. No es casualidad que sea la fuerza política más votada por la juventud. Elección tras elección, el Frente Amplio ha sabido representar nuestras demandas y construir políticas que amplían derechos. Frente a un gobierno que nos dio la espalda y profundizó la desigualdad, el Frente Amplio nos escuchó e impulsó medidas concretas: acceso al empleo juvenil, programas de vivienda para jóvenes, mecanismos de apoyo para que no abandonemos el estudio.

La militancia en el Frente Amplio es intergeneracional y se da en los comités de base, espacios abiertos a todas y todos. También nos organizamos en la Juventud Frenteamplista (JFA), un ámbito de encuentro e intercambio que, aunque no es un organismo formal del FA, está avalado por su Mesa Política y ha sido una herramienta clave para movilizar jóvenes en todo el país. Este 8 de febrero, previo al festejo del 54° aniversario del Frente Amplio, jóvenes frenteamplistas nos reuniremos en La Paloma para intercambiar, construir y celebrar. Porque cuando nos organizamos, convertimos la bronca en transformación. Porque sabemos que la salida es colectiva.

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