Otros soles, otros mundos V

La vida, preciosa y esquiva.

Oscar Méndez Laesprella (*)

Seré claro: esto de la búsqueda de los planetas extrasolares es muy interesante, pero el objetivo escondido a la vista de todos es evidente. Lo que la humanidad siempre ha querido es saber si existe vida en otros lugares del Universo.

Para ello, en primer lugar tendría que definirse qué es la vida. Podríamos hacer muchas elucubraciones, pero lo cierto es que el único ejemplo que conocemos es el nuestro, el de la Tierra. En nuestro planeta la vida es increíblemente rica y diversa, pero basa su funcionamiento en la química del Carbono. Desde la más simple bacteria hasta el ser humano, desde el pasto hasta las vacas, desde las algas hasta las ballenas, todas las formas vivientes están constituidas por moléculas que tienen algo en común: largas cadenas de Carbono con otros elementos unidos a ella. El Carbono tiene esa capacidad: unirse entre sí, como eslabones de una cadena, y es esa característica la que da la posibilidad de la diversidad de la vida, puesto que abre un abanico casi infinito de combinaciones. Existen otros elementos con esta característica de unirse entre sí formando largas cadenas, por ejemplo el Silicio, pero el Carbono es muchísimo más abundante.

Y si de abundancias se trata, todas las manifestaciones vivientes sobre la Tierra están constituidas básicamente por cuatro de los cinco elementos más abundantes del Universo: Carbono, Hidrógeno, Oxígeno y Nitrógeno (truquito para recordarlos: CHON, palabrita graciosa que no significa nada, pero que está formada por las iniciales de esos cuatro elementos). Es cierto, todos los seres vivos, seamos animales, vegetales u hongos, también tenemos otros elementos en nuestra constitución, por ejemplo el Calcio de nuestros huesos, o el Hierro que ayuda a transportar el Oxígeno en nuestra sangre. Pero son, digamos, condimentos. La mayor parte de nuestra estructura química (y cuando hablo de “nuestra”, quiero hablar en nombre de toda la vida sobre el planeta), está constituida por esos cuatro elementos. Acuérdese: CHON, Carbono, Hidrógeno, Oxígeno y Nitrógeno. Y si son cuatro de los cinco elementos más abundantes del Cosmos, si son los ladrillos más comunes, la vida debería entonces ser bastante frecuente, ¿no le parece?

Ya que el único ejemplo de vida que conocemos hasta ahora es el de la Tierra, busquemos entonces planetas con características similares al nuestro: con masa más o menos similar, de una densidad más o menos parecida (no queremos planetas gaseosos, sino rocosos como el nuestro), orbitando en una estrella más o menos parecida al Sol, y a una distancia tal de su estrella que permita que la temperatura promedio en la superficie de tal planeta sea dentro de un rango que permita la existencia de la vida. ¿Podría darse la vida en escenarios extremadamente distintos al de nuestro planeta? No podemos descartarlo, pero ya que tenemos todo el Universo por explorar, comencemos por aquellos planetas en los que pensamos que sería más probable, o más fácil, encontrar vida.

¿Podemos detectar todas estas características a las enormes distancias a las que se encuentran los planetas extrasolares? Sí, efectivamente podemos. En artículos anteriores mencioné que midiendo el pasaje de un planeta por delante de su estrella, se logra deducir su período orbital, su masa y su diámetro. Teniendo masa y diámetro, es fácil calcular su densidad. Además, estudiando la órbita del planeta, podemos saber la distancia promedio a la que se encuentra de su estrella. Y al estudiar la estrella en cuestión sabemos perfectamente cuánta energía emite, y por tanto qué temperatura promedio tendría la superficie del planeta.

Los científicos han definido la llamada ZONA DE HABITABILIDAD de una estrella: la franja o anillo en torno a una estrella en el que, si colocáramos la Tierra, el agua podría permanecer en estado líquido. Sabemos que el agua es fundamental para la vida en la Tierra, por lo que se fijó ese criterio para de algún modo clasificar a los planetas extrasolares en base a un ranking para la búsqueda de la vida. Si un planeta está dentro de esa zona de habitabilidad, tenemos esperanzas. Si en cambio está por fuera de ella, mejor ni considerarlo. Si el planeta está muy próximo a su estrella , o sea, por dentro de la zona de habitabilidad, será muy caliente como para que la vida prospere. Si en cambio está por fuera, el planeta será muy frío.

Ahora, dirá usted, todo bien con esto de la masa y la densidad, todo bien con la zona de habitabilidad, pero … ¿cómo se puede detectar la presencia de la vida, cuando los planetas extrasolares, incluso los más cercanos, están a enormes distancias? Muy buena pregunta.

La clave está en las atmósferas. Desde el espacio exterior, se podría detectar la presencia de vida vegetal sobre la Tierra midiendo la presencia de Oxígeno; la fotosíntesis de los vegetales, tan trabajada en la escuela por nuestras queridas y sacrificadas maestras, es la responsable del 21% de Oxígeno que tiene nuestra atmósfera. Si lográramos detectar este elemento en la atmósfera de algún planeta extrasolar, tendríamos un primer indicio de la posible presencia de vida vegetal en él. ¿Sería esta una prueba indiscutible? No, el Oxígeno podría estar presente por fenómenos naturales que no tienen que ver con la vida. Pero si además se encuentran otras sustancias químicas también producidas por seres vivientes, las evidencias comenzarían a inclinar la balanza a favor de la vida fuera de la Tierra. A estas sustancias de origen biológico que delatan la presencia de la vida, se las llama biofirmas. En los últimos años la comunidad científica viene debatiendo sobre cuál sería la batería de biofirmas a ser buscadas, para tener la mayor certeza posible de la presencia de la vida en un exoplaneta.

Lo interesante es que estas discusiones, estos debates entre especialistas, se realizan por primera vez en momentos en los que la humanidad tiene la capacidad científico-tecnológica para llegar a resultados ciertos. Los telescopios espaciales James Web y CHEOPS están en condiciones de detectar atmósferas y de medir su composición, y existen otros proyectos que van en la misma línea. Las generaciones actuales, en pocos años, se despertarán con la noticia de que se detectaron evidencias de la presencia de vida en algún planeta que orbita en torno a una estrella aún perdida entre catálogos conocidos por pocos.

Imagínese esa mañana. El pan recién puesto en la tostadora, el café haciéndose. La radio suena y da la noticia: científicos revelan que se detectaron pruebas irrefutables de la presencia de vida en el planeta tal, que orbita a la estrella cual, a no sé cuántos años luz de nosotros. Yo me acordaría de Giordano Bruno, aquel sacerdote y filósofo del Sur de Italia que dijo que las estrellas nocturnas son soles en torno a los cuales orbitan planetas habitados, y que fue condenado a muerte por sus dichos. Seguro una sonrisa emocionada se me dibujará en el rostro. Y esa mañana, con toda la alegría del mundo me tomaré un café con tostadas quemadas por mi emocionada distracción.

Con este artículo cierro este ciclo de cinco. Nos encontraremos en un futuro cercano, a charlar sobre alguno de los tantos desafíos que la humanidad se impone en su afán por comprender el Universo en el que estamos.

(*) Director del Planetario Municipal.

Foto de portada:

Visión artística de un exoplaneta. IAU/L. Calçada

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