Al cumplirse 40 años de la liberación del general Líber Seregni, compartimos estos recuerdos de la lucha.
Gabriel Mazzarovich.
En febrero y marzo de 1984 la represión seguía dura. Hacía pocos meses habían sido detenidos militantes de la UJC que fueron salvajemente torturados. Poco después moría en la tortura el médico Vladimir Roslik y desaparecía Urano Miranda, los dos militantes comunistas. Seguían las clausuras a los medios de comunicación.
Pero con el 1 de mayo de 1983, la marcha del estudiante, el obeliscazo y el paro general de enero de 1984, el pueblo, es decir nosotros, habíamos vuelto a las calles, no estábamos dispuestos a que nos sacaran de allí y asumíamos el costo.
Un grupo de jóvenes, liceales del Zorrilla, el IAVA, estudiantes universitarios y trabajadores tomamos el jardín y la entrada del estacionamiento del edificio de apartamentos donde vivía Lilí Lerena para exigir la inmediata liberación del general Líber Seregni.
Por esos días era fuerte la versión de que la dictadura analizaba su liberación y pareció que había que presionar también en la calle para lograrla cuanto antes. Por supuesto que lo decisivo fue la lucha de años de miles de uruguayas y uruguayos y el proceso de resquebrajamiento político y económico de la dictadura. Lo teníamos y lo tenemos claro, solo era un granito de arena más.
La composición de los «ocupantes» era heterogénea, algunos militábamos en organizaciones clandestinas, los menos; otros en los gremios estudiantiles y en los sindicatos y los más, eran muchachas y muchachos que querían libertad y la querían ya.
(Carnét del Comité del Pastito, del que participaron quienes ocuparon el hall de entrada de la casa de Seregni exigiendo su liberación, elaborado en marzo de 1984).
La organización fue precaria, algunos sobres de dormir, unas frazadas, mucho mate, cigarros y una emoción grande y compartida.
Con el pasar de los días la cosa fue creciendo, se acercaron algunos «veteranos», aparecieron guitarras, y como quien no quiere la cosa, libros; esos libros prohibidos y por lo tanto mágicos, con documentos del FA, discursos de Seregni y hasta un ejemplar ajado de «Las venas abiertas de América Latina», de Eduardo Galeano, que por supuesto estaba prohibido. Se los leía en grupos, se los comentaba y discutía, mientras esperábamos por la libertad del general. Una cosa estaba clara, no nos íbamos hasta que lo soltaran.
En esas noches recibimos la solidaridad de los vecinos, que nos acercaron comida, agua caliente y hasta alguna frazada: «para el frío, gurises». Se establecieron hasta reglas de convivencia, cero alcohol y nada de ruido, para no favorecer denuncias que nos desalojaran. Lilí, preocupada por nuestra seguridad, bajó varias veces, en una de ellas en camisón se enfrentó con una dignidad conmovedora a los coraceros que vinieron a desalojarnos. La Policía nos desalojó violentamente dos veces, y las dos veces volvimos.
El 19 de marzo, recibimos con enorme emoción y alegría la noticia de que «el general» había sido liberado. Nos confundimos con la piel erizada con la multitud que lo vino a escuchar.
Los compañeros de seguridad del FA nos dijeron que nos quedáramos, ya entrada la noche, un Seregni emocionado bajó abrazado de Lilí, para saludar a «los muchachos del pastito», en referencia al pequeño jardín donde dormíamos.
Nos saludó uno por uno y participó en la entrega de los carnés, que hicimos de apuro con una cartulina robada a una tarea liceal, que nos acreditaba como militantes del «Comité del Pastito», yo conservo el que me correspondió y que dice simplemente CDP y el número 23. Esa noche ninguno durmió. Todavía faltaba mucho, en mi caso y en el de muchos gurises más, mi padre y muchos de mis compañeros seguían presos. En el de otros estaban exiliados. Nos dolían como si fueran una llaga y nos siguen doliendo, los desaparecidos.
Pero esa noche fue distinta y nos marcó para toda la vida; ya respirábamos las primeras bocanadas de algo que nunca habíamos conocido: la libertad.
(*) Esta nota fue publicada por primera vez en La República y luego en El Popular, al cumplirse 40 años de la liberación del general Líber Seregni es un homenaje a las y los militantes que enfrentando la represión y el miedo lucharon por hacerla realidad, cada día.