Somos, fuimos y seremos

La Historia siempre se escribe, más tarde o temprano, desde las historias. El relato sintético y científicamente depurado de una etapa o proceso, suele reposar en los testimonios y vivencias de sus protagonistas. No como único elemento de prueba o documento, pero sí como indispensable “bajada a tierra” y, sobre todo, como expresión sensible, de carne, hueso, angustias y amores, del periplo humano. Más aún, para el testigo de un episodio, describir “cómo fue”, que suena a objetividad incontrastable, puede ser excesiva pretensión frente a “cómo la viví”, ciertamente más subjetivo y emocional, pero incontestable como un testimonio más, para lo que pueda valer, de la construcción colectiva, que de eso siempre trata la Historia.

El pasado fin de semana tuvo lugar el XXXII Congreso del Partido Comunista de Uruguay y quien recorrió páginas hasta aquí llegar, ya mucho sabrá de qué se hizo, se dijo y resolvió. Permítame, querido lector, agregar un mero testimonio, de cómo se vivió y sintió desde determinado lugar, muy personal y muy inserto en lo colectivo a la vez.

No es menor el esfuerzo de participar en un Congreso de casi tres jornadas en Montevideo para quien viene desde el interior del país. Ni hablar si viene de Artigas, Rivera, Salto, pero no es tampoco menor para el que viene desde Rocha, el departamento casi siempre identificado con la espuma y el Iodo de las olas del litoral atlántico, pero que excede largamente a esa imagen tan bella y estival desde Lascano, Castillos, San Luis, 18 de Julio, 19 de abril, Cebollatí, etc. En este Congreso, fuimos 21 rochenses los que participamos, pero, dato no menor, no todos desde la capital Rocha o la no muy lejana La Paloma, sino también, por ejemplo, desde Lascano, donde el traslado suma un buen tiempo más al ir y volver, y complejidades logísticas obvias, tanto como tener o no un ómnibus a una hora más o menos razonable. Dato no menor, la mayoría por primera vez en su vida participaba de un tal evento, con todo lo que ello implica, en ansiedad y expectativa.

Desde ese lugar, y sin pretenderse más ni menos que nadie, intentamos honrar la roja construcción centenaria y su proyección desde el ayer y el hoy al futuro.

Hablamos más bien poco, porque había mucho y muchos para escuchar. Dormimos poco, porque no había mucho tiempo, ni para soñar. Pensamos mucho, porque había mucho que considerar, no como rochenses, sino como parte del único y gran colectivo que nos convocaba para una construcción tarea de todos y que debía pensarse en tal plano. Para común y único beneficio de todos.

Aprendimos mucho, de todas y todos quienes participaron, porque siempre hay mucho más para aprender que todo lo que se cree saber. No nos gustó ni nos convenció todo, no nos agradó ni satisfizo todo y eso da cuenta que fue una cita humana, donde lo perfecto es imposible y el mero hecho de pretenderlo. es claro ejercicio de complacencia. Nos conmovieron varias cosas, actitudes, dichos y gestos, nueva prueba de que era humanidad a pleno la que se desplegaba allí, de muy pura carne y hueso.

Nos hicieron vibrar los veteranos, los que con alguna que otra herida estaban más atentos que nadie, los que hicieron de la palabra un abrazo tendido, propio del que ha vivido mucho y sabe lo que cuesta y vale que a la unidad se le agregue un toque de afecto, de empatía, de abrazos nunca postergables.

Nos hicieron vibrar los jóvenes, los que, siendo fruto del viejo árbol, le dan su color, su perfume, su impronta, al volver a empezar cada día y en cada acto, que no otra cosa puede ser una construcción que se pretenda revolucionaria.

Nos encontramos en la búsqueda con muchos centenares.

Nos buscamos en el encuentro de algunas cuantas tesis compartidas.

Nos identificamos en la lucha, en su análisis y proyección, en su evaluación y perspectiva.

Nos sentimos y fuimos parte misma de una Historia centenaria y de la historia de vida de miles. Fuimos por un rato los nombres venerados que no están, los que sabemos por qué y desde cuándo nos faltan y lo que aún no sabemos dónde están, ni desde cuándo ni cómo, y que, aunque intuyamos el por qué, seguiremos haciendo todas y cada una de las preguntas imprescindibles cada mayo, cada día, cada instante.

Nos emocionamos, nos reímos, nos sentimos dolidos, nos sentimos satisfechos, nos sentimos profundamente iguales y muy singulares a la vez. Dialéctica, que le llaman.

No vimos, sino que fuimos, muchas mujeres reclamando el lugar que les corresponde.

No vimos, sino que fuimos, muchos “canarios” del interior intentando hacer notar que ni el interior es “afuera”, ni,  para el caso concreto, Rocha son sus playas, ni mucho menos tan sólo es palmar.

No vimos, sino que fuimos, muchos seguidores del maestro de Tréveris, de Rodney y Julia, de los mártires de la 20, en nuestra especificidad histórica, territorial y vivencial, unidos a las y los camaradas de cada rincón del país, de Argentina, Brasil, Paraguay, de la indómita Cuba y del mundo entero.

No vimos, sino que fuimos y somos, una hojita más del frondoso árbol en permanente crecimiento,  pero con raíces hundidas en los más profundo del pueblo uruguayo,

No vimos, sino que fuimos y somos, la consecuencia de los titanes que osaron ser mirados de reojo, vilipendiados, sospechados de todo y acusados por nada, en cada pueblito del país, por el coraje monumental de izar banderas rojas, en las narices del oligarca y casi señor feudal en muchos casos.

No vimos, sino que fuimos, Congreso y Partido en acción, discutiendo y decidiendo, lo evidente y lo complejo, lo placentero y lo penoso, lo general y lo particular.

No vimos, sino que fuimos, somos y seremos, un colectivo que nos abarca, que nos contiene en todas nuestras especificidades, pero que nos supera en la síntesis de todas nuestras luchas y, sobre todo, en los anhelos más profundos del pueblo uruguayo, de su clase trabajadora, que sólo aspira a paz, pan, trabajo, educación, salud, dignidad y respeto. Que no puede ser mucho pedir, si somos seres realmente humanos.

Somos Partido, somos Frente Amplio, somos pueblo uruguayo, somos la bandera roja, la bandera de Otrorgués y el pabellón nacional. No por solemnes, que la patria no es un símbolo ni un discurso pomposo, sino la gente concreta, que no hay mejor “viva la patria” que un mediodía donde toda persona almuerce, y una noche donde toda persona cene, donde a nadie le falte techo, calor, contención, afecto, cuidado, respeto, alegría, música, algo para leer y mucho para pensar.

Somos los logros de quince años, y lo que nos quedó pendiente también, que nada de lo que se hizo o dejó de hacer nos es ajeno.

Somos la resistencia, al fascismo antes, cuando Franco, Hitler, Mussolini, el Plan Cóndor y ahora, cuando se reaviva la teoría de los dos demonios. Somos la pesadilla del facho, su odio, su obsesión no correspondida, porque no odiamos a nadie y eso, quizás es lo que más les duele, que nuca nos arrancarán la sonrisa, la esperanza y el afán de justicia, pero sin rabias ciegas y alienantes. Porque somos distintos, y no sabemos odiar, ni queremos aprender a hacerlo.

Somos murga y fútbol, sindicato y academia, diversidad y memoria, verdad y justicia. Somos lo que quisieron borrar, exterminar, erradicar, los malditos por los fascistas, los amparados por lo más puro del pueblo, por esas parroquias donde el Nazareno estaba tan presente, por clubes sociales y deportivos, por hogares donde nada de lo humano era ajeno.

Somos lo que fuimos y seremos: Partido Comunista de Uruguay.

Gonzalo Perera

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