Bruno Giometti (*)
En los últimos días, el tema de la desigualdad estuvo presente en el debate en varios medios de comunicación. El Doctor en Economía Mauricio De Rosa, unos de los principales expertos en materia de pobreza y desigualdad que tenemos en nuestro país, afirmó que Uruguay es un país terriblemente desigual (tanto en la forma en que está distribuida tanto la riqueza como los ingresos) y que es posible y deseable plantearse un programa integral para la reducción simultánea de la pobreza y la desigualdad. El Senador Oscar Andrade caracterizó la política económica del actual gobierno como el modelo de la desigualdad, criticando que en años de récord de exportaciones y acumulación financiera cayera el poder adquisitivo de los salarios y aumentara la pobreza infantil.
Según De Rosa, los uruguayos tenemos cierta autopercepción de que nuestra sociedad es igualitaria. Eso se explica por varios factores, como por ejemplo la comparación con otros países de la región latinoamericana que están peor o por la constatación real de que la desigualdad en Uruguay disminuyó entre 2007 y 2013 durante los gobiernos del Frente Amplio. No obstante, para el economista, los datos confirman que nuestro país es terriblemente desigual. El 1% de mayores ingresos concentra el 15% del total de ingresos, lo mismo que la mitad de la población más pobre considerada en su conjunto. El porcentaje de ingresos que concentra el llamado top 1% sería todavía mayor, hasta del 25% del total, si se consideran los ingresos de propietarios que quedan en las empresas. En la riqueza la desigualdad es aún más dramática: el 1% más rico de los uruguayos concentra entre el 37% y 40% del patrimonio total, mientras que el 50% más pobre tiene apenas el 5% del total.
La reducción de la desigualdad es una tarea muy difícil, requiere de acciones de política pública “en toda la línea de frente” para contrarrestar las tendencias concentradoras que surgen del funcionamiento del mercado. Para De Rosa, se debe apelar a una batería de acciones, como ser el incremento de las transferencias monetarias a los hogares ubicados bajo la línea de pobreza, una política salarial que asegure un incremento más potente a las remuneraciones más bajas, políticas de empleo de calidad para los sectores más desfavorecidos, una política tributaria que grave la concentración de riqueza y permita moderar el crecimiento de los ingresos más altos.
Otro aspecto destacado por De Rosa es que si bien la pobreza y la desigualdad son fenómenos diferenciados, en la historia económica uruguaya resulta bastante claro que evolucionan de forma correlacionada. Hay personas que ven en la pobreza un problema, una anomalía del sistema económico que debe ser atacada mediante políticas focalizadas, pero ven a la desigualdad como algo natural y hasta deseable, porque estaría relacionado con las diferencias en los talentos y grados de esfuerzo de las personas. Pues bien, la evidencia empírica muestra que no son fenómenos independientes y que la mejor manera de reducir la pobreza es también reduciendo la desigualdad (y viceversa).
En esta etapa es necesario colocar el tema de la desigualdad en el centro del debate. Algo que diferencia a las derechas de las izquierdas es la preocupación por la desigualdad. La alta desigualdad genera perjuicios económicos, sociales y democráticos. Combatir la desigualdad es también poner en cuestión al sistema capitalista y su lógica. Reducir la desigualdad es una tarea compleja que requiere de múltiples medidas potentes y que a largo plazo es sostenible si se articula con un programa de transformación productiva. Instalar estos debates en año de definiciones electorales es una tarea estratégica.
(*) Economista.
Foto de portada:
Riqueza y Desigualdad: «El 1% más rico de los uruguayos concentra entre el 37% y 40% del patrimonio total, mientras queel 50% más pobre tiene apenas el 5% del total. .Foto: Exposición Rural del Prado. Ricardo Antúnez, adhocFOTOS.