La conmemoración del 50 aniversario del asesinato de ocho obreros en la Seccional 20 del Partido Comunista de Uruguay fue un gran acto; estuvo a la altura de la historia, en un triple sentido: de construcción colectiva de memoria histórica, compromiso y respuesta con el presente y perspectiva.
Fue un gran acto por la concurrencia; porque expresó emoción, compromiso, espíritu de lucha y por el contenido de los discursos. Por todo eso fue un gran acto. Y en este mundo acelerado, donde todo es efímero, a lo que se une la intención de los sectores del poder por invisibilizarlo, hay que hablar del acto de la 20. Acumular fuerzas, aspecto central del actual momento político en nuestro país desde una perspectiva popular, implica, también, atesorar lo que se logra, valorarlo en su justo término.
Realizar un gran acto de la 20 era necesario por varios motivos. Por la 20 en sí, por su historia, porque se cumplían 50 años de unos de uno de los peores crímenes políticos de la historia nacional. Porque había que dar una primera respuesta de masas a la ofensiva del bloque de poder y de sus sectores más reaccionarios para defender a la impunidad y los impunes. Porque era el primer acto político luego del referéndum y había que demostrar en los hechos que a pesar de que no logramos la derogación de los 135 artículos de la Ley de Urgente Consideración, el movimiento popular sigue fuerte, movilizado, con capacidad iniciativa. Porque había que enfrentar a la tomadura de pelo del gobierno que respondió con operaciones de marketing al aumento de la pobreza, la caída de los salarios y jubilaciones y la carestía.
Era un desafío grande, porque era el primero luego de la pandemia, porque veníamos de un desgaste enorme de la militancia, la hazaña de las 800 mil firmas, las elecciones universitarias, las elecciones en el BPS, las elecciones al CODICEN y al Consejo de Formación en Educación, las elecciones internas del Frente Amplio, el referéndum, más la lucha cotidiana en las ollas populares, en defensa del trabajo y el salario, más el impacto de la crisis económica y social, colectivo e individual.
Lo era, además, porque había quedado muy poco tiempo para su preparación. Es que vale recordar y recordarnos que un acto es mucho más que el acto en sí. Implica el esfuerzo por difundirlo y organizarlo, pintar muros, colgar pasacalles, repartir volantes, en este caso incluso pintar de nuevo y dejar bonita a la plazoleta que lleva el nombre de los ocho mártires, confirmar ómnibus, asegurar la participación. Miles de militantes hicieron todo eso y mucho más.
Pero, haciendo todo eso, que es imprescindible y recoge un método, una concepción política, que resumimos diciendo: un acto de cara al pueblo, por múltiples factores y hechos que se dan en la sociedad, a veces no se logra que la convocatoria tenga la respuesta por la que se trabajó.
Esta vez sí se logró y con creces. El acto del sábado tuvo una de las mayores concurrencias de los últimos años. Hubo una gran presencia de la militancia del PCU y la UJC, por dar solo un dato vinieron 31 ómnibus, de Montevideo, Canelones y de todo el país. Estuvo presente, muy emocionada, la intendenta de Montevideo, Carolina Cosse. Estuvieron legisladores, dirigentes y militantes de todos los sectores del Frente Amplio. Decenas de Comités de Base del Frente Amplio concurrieron de manera organizada y colectiva. Estuvieron militantes y dirigentes de las principales organizaciones del movimiento popular. Estuvieron también, porque se sintieron convocados, vecinas y vecinos del barrio. Fue un acto de miles y de una enorme amplitud. Y como si todo esto fuera poco, hay que sumar los miles que vieron el acto por las redes del PCU o lo escucharon en las transmisiones solidarias de varias radios, en nuestro país y en el exterior.
El acto en sí fue otro gran aporte. La actuación comprometida de Sociedad Anónima y el cierre conmovedor de Larbanois y Carrero, con el recitado especial para los ocho mártires de Mario Carrero. La presentación del proyecto para ampliar y reformular el histórico local como proyección hacia el futuro de ese símbolo de la lucha democrática de nuestro pueblo. El homenaje a la Comisión Nacional por el Sí, y en ella a las más de 100 organizaciones sociales y políticas que le plantaron cara a la ofensiva del poder, con un saludo vibrante de Gustavo González, secretario general de FUCVAM. La oratoria conmovida, reivindicando la memoria, la verdad, el nunca más dictadura ni terrorismo de Estado y respondiendo al hoy y sus desafíos, de la secretaria general del PIT-CNT, Elbia Pereira; el presidente del Frente Amplio, Fernando Pereira; el secretario general de la UJC, Claudio Arbesún y el secretario general del PCU, Juan Castillo, le dieron caladura política al acto.
Y hubo varios momentos que reflejaron la enorme importancia que tiene la 20 para las y los comunistas y para todo el movimiento popular. La entrada bulliciosa, colorida y como un torrente de la UJC no dejo a nadie indiferente, el aplauso unánime que saludó a esa abigarrada columna de muchachas y muchachos así lo demostró. La cola para visitar el local, de muchas y muchos que viniendo del interior del país era la primera vez que lo veían, pero también de militantes con varias batallas en la espalda que llevaban a sus hijas e hijos, nietas y nietos a que conocieran. Los abrazos y el cariño que recibieron a raudales José Machado, sobreviviente de la masacre de hace medio siglo y la familia de Justo Sena. Las decenas de afiliaciones al PCU y la UJC que se dieron durante el acto o en los viajes de retorno son otra muestra, nada menor, del impacto profundo de este.
No fue un acto más. Así lo demostró el calor y, por momentos, la furia de los aplausos. La emoción compartida al cantar el Himno Nacional y La Internacional. El canto a capella de a “Don José” o de ese himno a la lucha que es “Ocho letras”, con Larbanois y Carrero. No fueron pocos los ojos que se llenaron de lágrimas durante el acto. Y eso vale mucho. Porque la lucha política, y mucho más cuando se hace buscando la emancipación social, con una perspectiva revolucionaria, tiene un componente de emoción, de pasión. Y de eso hubo mucho en el acto de la 20 de este sábado.
Todo eso pasó. Todo eso vivimos. ¿Y vamos a dejar de hablar de eso para perdernos en el último tweet, con la última urgente tontería que a alguien se le ocurrió por ahí? ¿Vamos a caer en la trampa de dejarnos sumergir en la agenda hegemónica de los grandes medios y a olvidarnos de lo que construimos hace menos de una semana?
De ninguna manera. Que ellos hagan como que no pasó. Es que salió tan bien que no tienen por donde pegarle, entonces lo ignoran.
Pero están condenados al fracaso. El acto del sábado está en nuestras retinas, en nuestros cerebros y, lo que es más importante, en nuestros corazones. Y allí, a pesar de todo su poder, no pueden entrar, no mandan.
Fue un acto comunista de cara al pueblo, rodeado de pueblo, un acto de unidad, de compromiso, de memoria, de verdad y de perspectiva. Fue una contribución de las y los comunistas, con uno de sus símbolos más entrañables, a la lucha de todo el movimiento popular.
En esa ruta hay que seguir, hacia el 1° de Mayo, el 20 de Mayo y todas las luchas que nos esperan, para reconquistar el gobierno nacional para el pueblo, para elevar los niveles de unidad, organización y conciencia, para abrir un cauce más ancho y profundo para avanzar en democracia y construir una democracia avanzada, con rumbo al socialismo, a la conquista de la pública felicidad, como soñó y peleó Artigas.
Como dijo Juan Castillo: “Fruto maduro, del árbol del pueblo, eso eran nuestros ocho mártires. Fruto maduro, del árbol del pueblo, eso es nuestro Partido, eso quiere seguir siendo”.
Eso se expresó de manera formidable el sábado. Por eso fue un gran acto. A la altura de la historia.