Por Rony Corbo
Hace dos siglos, un 19 de junio de 1819, el “Protector de los Pueblo Libres” José Gervasio Artigas enviaba una carta al Libertador Simón Bolívar donde expresaba: “Excelentísimo señor General Don Simón Bolívar. Unidos íntimamente por vínculos de naturaleza y de intereses recíprocos, luchamos contra tiranos que intentan profanar nuestros más sagrados derechos…La variedad en los acontecimientos de la revolución y la inmensa distancia que nos separa, me ha privado de la dulce satisfacción de impartirle tan feliz anuncio. Hoy lo demanda la oportunidad y la importancia de que los corsarios de esta república tengan la mejor acogida bajo su protección. Ellos cruzan los mares y hostilizan fuertemente a los buques españoles y portugueses, nuestros invasores. Ruego a vuestra excelencia que ellos y sus presas tengan el mayor asilo en los puertos y entre la escuadra de su mando; que su pabellón sea respetado como el signo de la grandeza oriental por su libertad patria…”.
Esta carta de pedido de ayuda del Jefe de los Orientales a Bolívar, era contra el enemigo común, los imperialismos español y portugués, quienes pretendían derrotar los ejércitos de los pueblos latinoamericanos que luchaban por su independencia.
Hoy, como hace dos siglos, nuevamente el pueblo colombiano se levanta en lucha contra el imperialismo de turno, el norteamericano, y nos toca a nosotros los orientales desplegar toda nuestra solidaridad en la lucha común por la soberanía de la “Patria Grande”.
Por ello este jueves una delegación del PIT-CNT se trasladó a la embajada de Colombia para expresar su solidaridad de clase con los hermanos colombianos en su lucha y pedir el fin de la represión y exigir el respeto a los Derechos Humanos al gobierno de Iván Duque.
Dos semanas de movilizaciones
El pueblo colombiano sigue, tras dos semanas de movilizaciones, en lucha, y no va a parar. Este miércoles 13 se realizó un nuevo paro nacional que impactó en toda Colombia tras la negativa del gobierno de Duque de aceptar el diálogo con el Comité Nacional de Paro.
El Paro Nacional del miércoles se realizó con un clima festivo, música, color, alegría y múltiples manifestaciones artísticas como las marionetas gigantes, que desafiaron de manera inteligente el despliegue militar del gobierno de Iván Duque preparado para generar una masacre. En toda Colombia reinó la vida en las plazas, avenidas parque y hasta en los puentes, donde desplegaron telas multicolores para que los artistas callejeros treparan y bailaran al paso de los manifestantes.
Los jóvenes marcan la pauta en las movilizaciones, contagiando con su entusiasmo a las organizaciones sociales históricas como los trabajadores, indígenas, campesinos, a los partidos de izquierda que acompañan y al pueblo colombiano. Las movilizaciones generan una enorme simpatía y el apoyo mayoritario del pueblo colombiano.
Los portavoces del Comité de huelga cuestionaron la falta de respuesta del presidente Duque. “El Gobierno en los dos temas centrales que se plantearon sobre las garantías de las protestas y sobre el cese a la actuación desmedida de la fuerza pública contra la gente (…) no dijo nada en concreto”, manifestó el secretario general de la Central Unitaria de Trabajadores de Colombia (CUT), Diógenes Orjuela.
Los delegados estudiantiles que pelean por la educación pública y ya tienen varios mártires en esta lucha dijeron que Duque “no solo no atendió las demandas estudiantiles de una matrícula universitaria gratuita, sino además fue complaciente con el uso excesivo de la fuerza pública” y llamaron a redoblar las movilizaciones por el derecho a estudiar.
Si bien Duque quiso desactivar la movilización retirando la neoliberal reforma tributaria y cambiando al Ministro de Hacienda, la situación en Colombia es insostenible.
La pobreza llegó a 42.5% en 2021. En su peor desempeño en medio siglo, el Producto Interno Bruto (PIB) de Colombia se hundió 6,8% en 2020 y el desempleo trepó al 16,8% en marzo. Casi la mitad la población trabaja en la informalidad
La pandemia del coronavirus ha dejado más de 75.000 fallecidos y tres millones de contagiados. Los CTI están desbordados con largas filas de enfermos esperando ingreso. Solo se ha conseguido inocular con una primera dosis de vacuna al 10% de la población, mientras la oligarquía pro yanqui colombiana, se traslada a sus casas de Miami donde se vacunan, tienen seguros de salud privados y vacacionan hasta que pase la crisis. Una historia repetida
Pero el pueblo colombiano está cansado del abuso. Las brechas y la desigualdad se distribuyen por todo el país, a través de las regiones, culturas, etnias y comunidades históricamente desplazadas y masacradas que dicen basta.
En estos quince días de multitudinarias protestas, la ciudadanía movilizada, en especial sus jóvenes, ha crecido en conciencia y confianza de su propio poder y voluntad de cambio. Jóvenes que no tienen nada que perder, porque no tienen trabajo, la educación es paga, sus derechos son vulnerados, estallan contra el sistema neoliberal, el paramilitarismo, la violencia cotidiana con arrolladora fuerza.
La respuesta gubernamental, es más represión. El Instituto de Estudios para la Paz (Indepaz) ha documentado 47 víctimas mortales (35 de ellas en Cali), 1.876 casos de uso abusivo de la fuerza, al menos 28 víctimas de agresión ocular, 278 heridos y 963 detenciones arbitrarias en contra de manifestantes.
Sesenta y siete personas de organismos internacionales y ONGs defensoras de los DDHH fueron agredidas en el marco de las movilizaciones. Seis misiones médicas fueron agredidas por la policía.
La internacionalización del conflicto
Las manifestaciones de apoyo a Colombia se extienden en todo el mundo. Múltiples acciones de solidaridad con la lucha del pueblo colombiano han hecho incluso a la Unión Europea pedir el cese de la violencia al gobierno de Iván Duque.
Mientras tanto la ONU ha pedido garantizar el derecho a la libertad de reunión pacífica y a la protesta. Su dependencia en Colombia insistió en un comunicado en que “toda acción de la fuerza pública debe observar plenamente la protección y el respeto por los derechos humanos”, además de recordar que el acuerdo de paz sellado a finales de 2016 con la extinta guerrilla de las FARC, del que Duque ha sido muy crítico, “ofrece elementos para reglamentar estas garantías y fortalecer la participación ciudadana”.
El resultado fue la inmediata agresión sobre la sede de las Naciones Unidas en Colombia por parte de partidarios del Centro Democrático de Alvaro Uribe y Duque.
En Estados Unidos, varios demócratas en el Congreso como Alejandra Ocasio Cortez, Jim McGovern o IIhan Omar han pedido una investigación “por la larga serie de abusos a los derechos humanos ejercidos por el Gobierno colombiano”, y solicitan a Joe Biden estudiar la cooperación estadounidense con Colombia, en particular el apoyo a las fuerzas de seguridad.
Esto llevó a que este jueves la canciller de Colombia, Claudia Blum, presentara su renuncia a Duque. «Quiero, de la manera más respetuosa, presentar a usted mi renuncia irrevocable al cargo de Ministra de Relaciones Exteriores, efectiva de manera inmediata», dice la carta que envió Blum.
“Resistir Revolución Molecular Disipada: impide normalidad, escala y copa”, escribió Álvaro Uribe en Twitter, tomando un concepto del pinochetista chileno Alexis López quien parafraseando a Felix Guattari y malinterpretándolo, manifiesta que las protestas ciudadanas pueden ser interpretadas como movimientos de guerrillas urbanas desarticuladas, que combaten “molecularmente al sistema para imponer su propia dominación”.
Sobre esta teoría y asesorado por López, Uribe construyó en Colombia “un sentido común” fascista y anticomunista, contra lo que denomina “castro-chavismo”. Con ello permeó a grandes sectores populares colombianos, justificando la desaparición y el asesinato de los líderes sociales y todo aquel que se le opusiera.
Las preferencias electorales hacia Gustavo Petro y el avance en la conciencia de la movilización popular, en particular de los sectores jóvenes parecen poner en jaque la construcción Uribista del estado narco y para-militar en Colombia.
A redoblar la solidaridad con el pueblo de Bolívar, porque, como hace dos siglos, “solidaridad con solidaridad” se paga.
La fuerza policial de Colombia es una de las pocas, si no la única, en las Américas que depende del Ministerio de Defensa, junto con el ejército