Industria automotriz en Montevideo, imagen genérica. Foto: Javier Calvelo / adhocFOTOS.

¿Crisis u oportunidad?

La salida de Yazaki y el desafío industrial de Uruguay.

Damián Rodríguez Díaz

La empresa autopartista japonesa Yazaki Uruguay S.A, decidió cerrar su filial en el país y trasladar la producción a sus otras fábricas de Argentina y Paraguay. Este anuncio se produjo en un momento inoportuno, en plena transición de gobierno en Uruguay, tomando por sorpresa tanto a las autoridades salientes como a las entrantes, y especialmente a los trabajadores y trabajadoras. 

Alrededor de 1100 familias son las principales damnificadas por esta decisión, afectando particularmente a las mujeres, ya que, según datos del Instituto Nacional de Estadística, el 67 % del empleo autopartista corresponde a trabajadoras. 

Yazaki llegó al país en 2007 y se consolidó como una de las principales autopartistas transnacionales, abasteciendo a terminales como Toyota, VW, Renault, entre otras, así como a empresas “sistemistas”, que operan en proximidad de las terminales. La empresa acumulaba 4 años de incremento sostenido en su producción y exportaciones. En general, autopartistas como Yazaki exportan casi la totalidad de su producción a la región. 

Los datos disponibles indican que el cierre de la empresa no se debe a una falta de garantías para la producción en Uruguay, sino a una estrategia para maximizar beneficios, lo que implicaría concentrar la producción en otro país con el objetivo de alcanzar una mayor escala y reducir costos. 

La industria automotriz es altamente competitiva, y las empresas que componen el complejo buscan constantemente reducir costos y optimizar sus cadenas de suministro. En este sentido, la ubicación de las plantas de producción es un factor clave para las estrategias empresariales globales.

La producción autopartista en la región sigue la lógica del just intime y follow source, lo que permite a las empresas elegir entre Uruguay, Brasil, Argentina o Paraguay para instalarse. Brasil y Argentina tienen ventaja al contar con ensambladoras locales, evitando aduanas y costos cambiarios, sumado que los costos laborales en Uruguay suelen ser más elevados en comparación con sus pares de la región.

El cierre de la autopartista nipona profundiza la crisis del complejo automotriz-autopartista, exacerbando un problema estructural de larga data: la desindustrialización que atraviesan el país y la región. En 2020, cerró la empresa francesa Faurecia, en 2022 Cinter Aperam y en 2024 Fanacif, evidenciando la gravedad de este fenómeno. 

Los factores que explican la decisión de Yazaki de cerrar su filial en Uruguay son varios y operan 

en tres niveles: nacional, regional y global:

En primer lugar, tanto el sector autopartista como el automotriz atraviesan un conjunto de transformaciones estructurales, un “cambio disruptivo” orientado hacia la producción de vehículos eléctricos, autónomos y más sostenibles. Este proceso está liderado por China, que está reconfigurando la industria automotriz en regiones como el Mercosur. 

En segundo lugar, lo sucedido en Uruguay no puede entenderse sin considerar el contexto regional. El complejo automotriz-autopartista del país se beneficia de los acuerdos comerciales dentro del Mercosur, que permiten la exportación de vehículos y autopartes sin aranceles, siempre que se cumplan ciertos criterios de contenido regional. 

Por último, el diseño institucional del país en materia de inversión extranjera directa (IED) -incluyendo regímenes de Zonas Francas, la Admisión Temporaria, los reintegros de IVA en insumos, o la Ley N.º 16.906, que garantiza igualdad de trato a la IED, sumado a la ausencia de una estrategia nacional de desarrollo, fortalece al capital transnacional sin generar garantías, permitiendo que   empresas como Yazaki trasladen su producción a otro país en busca de mayores beneficios. 

La salida de Yazaki Uruguay S.A. es un llamado de atención sobre la necesidad de evaluar las políticas industriales y laborales del país. 

El sector autopartista enfrenta dos problemas clave: la falta de nuevos contratos y un tipo de cambio regional desfavorable. La baja competitividad, sumada a la presencia de filiales en otros países, lleva a las empresas a revaluar sus lugares de producción, impactando negativamente en la industria local. 

Asimismo, hay indicios de que la industria automotriz regional, que demanda la producción de Yazaki, está atravesando un proceso de retracción. Un ejemplo de ello es la situación de la filial de Toyota en Argentina, lo que podría ser un factor determinante en la decisión del grupo japonés. 

En este contexto, es importante analizar qué medidas se pueden mitigar los efectos negativos del cierre. Una de las opciones que se ha planteado es la implementación de políticas de reconversión laboral para los trabajadores afectados. Esto podría incluir programas de capacitación en nuevas tecnologías y sectores emergentes, así como incentivos para la reinserción en el mercado laboral. 

También se podrían explorar mecanismos de apoyo financiero para las empresas proveedoras que se vean impactadas, con el objetivo de evitar un mayor deterioro del tejido productivo nacional.

Otro punto clave es la necesidad de diversificar la matriz productiva del país. Uruguay ha dependido históricamente de ciertos sectores industriales y agrícolas, lo que lo hace vulnerable a cambios en la demanda global. Apostar por una mayor diversificación económica podría reducir la dependencia de IED en industrias específicas y brindar mayor estabilidad en el largo plazo. Esto implicaría fomentar el desarrollo de nuevas áreas de producción, invertir en infraestructura y promover la innovación tecnológica en diferentes sectores.

Asimismo, el cierre de Yazaki debe ser visto como una oportunidad para revisar el esquema de integración económica y comercial del país. Uruguay ha tenido dificultades para consolidar una estrategia común en materia de comercio e industria con el Mercosur. La posibilidad de revisar los acuerdos comerciales, explorar nuevas alianzas estratégicas y fortalecer los lazos con otros países podría abrir nuevas oportunidades para la industria local. En este sentido, una política industrial más activa y coordinada con el resto de los países del bloque podría contribuir a una mayor estabilidad.

La industria automotriz enfrenta cambios constantes, por lo que es fundamental que Uruguay diseñe políticas que le permitan adaptarse a las transformaciones contemporáneas. La crisis del complejo automotriz-autopartista es un problema estructural que exige soluciones a mediano y largo plazo. Para ello, la planificación estatal, la coordinación regional y la colaboración entre los actores del sector son elementos clave para superar los desafíos actuales. 

Solo a través de un enfoque integral se podrá asegurar un desarrollo sostenible y equitativo para todos los uruguayos y uruguayas. 

En suma, en el contexto global del retorno de la política industrial, resulta imprescindible replantear el desarrollo de sectores estratégicos como el automotriz-autopartista. De lo contrario, la inserción internacional del país (y la región) continuará sustentándose en el patrón centro-periferia.

Compartí este artículo
Temas