“Los 135 artículos de la Ley de Urgente Consideración (LUC) destrozan la Educación Pública en todos sus niveles”
Cuando se piensa en la investigación científica, en ampliar el campo del conocimiento humano, en el desarrollo tecnológico, en la capacidad de comprender más profundamente los más diversos fenómenos, en general se le asocia de inmediato con la capacidad de desarrollo productivo de una comunidad.
Esto es, en la generación de un aparato productivo más diversificado y con mayor incorporación de valor agregado, un tema particularmente sensible para un país como el Uruguay, básicamente exportador de commodities ( materias primas, sin o con muy poca manufactura) agropecuarios (carne, lana, soja, madera, etc.). Obviamente no es lo mismo vender los troncos que vender muebles fabricados con dicha madera. De la materia prima madera al producto mueble hay un proceso de diseño, carpintería, pintura, decoración y un largo etc., que hace que, si un quilo de madera podía ser vendido a un precio X, ese mismo quilo, pero como parte del mueble puede ser vendido a un precio bastante mayor. Y todo el proceso de transformación de la madera al mueble emplea a una serie de trabajadores especializados, que potencian la generación de empleo.
Esta asociación de la Ciencia, la investigación y el conocimiento con el desarrollo productivo y la generación de más y mejor empleo es correcta, pues efectivamente para poder hacer más y mejores cosas a partir de las materias primas, y de manera ambientalmente responsable, hay que investigar, descubrir, innovar. Sin embargo, esta asociación es incompleta, puesto que el desarrollo del conocimiento a los niveles más profundos y novedosos aporta mucho más que el incentivo a una nueva matriz productiva.
Para empezar, aporta respuestas a los problemas emergentes en la sociedad, vengan del campo que vengan. Es cantada la alusión al rol de los diversos equipos de Virología, Epidemiología, Biología Molecular, Infectología, Nanotecnología, etc., para estudiar y comprender las características del desarrollo de la COVID 19 en nuestro país, porque nunca puede asumirse que un virus se comporta igual en dos lugares distintos.
Todo ese conocimiento se desplegó no por mera curiosidad, sino para tratar de ayudar a contener la difusión de la pandemia y, sobre todo, el sufrimiento de nuestra gente.
Si vamos rumbo a la friolera de 7 mil fallecidos por la COVID 19 en Uruguay (aproximadamente 1 cada 450 habitantes, contra el 1 cada 900 habitantes en Israel), no es porque los diversos equipos científicos no hayan hecho suficientes aportes, sino porque el futuro Premio Nobel de Medicina, con su doctrina epidemiológica de “la libertad responsable” y de “no tomar medidas es a veces la mejor medida”, decidió, tabla de surf en mano, cuando arreciaron las dos peores olas de contagios en el país, ignorar las advertencias de los científicos, cuyo asesoramiento solicitó y ensalzó cuando la pandemia se mantenía controlada.
Los equipos científicos uruguayos, más allá de matices u opiniones si habría que haber actuado de tal o cual manera de forma pública, en lo que tiene que ver con el estudio y el análisis del virus, su evolución y su posible contralor, hicieron un enorme aporte. Posiblemente, si no lo hubieran hecho, la frivolidad y franca irresponsabilidad presidencial hubieran dejado bastante más de 7 mil pérdidas irreparables por el camino.
Pero gracias al desarrollo alcanzado principalmente por la Universidad de la República (UdelaR), en diversas Facultades y en diversos laboratorios desplegados en el país, y por supuesto, gracias al Sistema Nacional Integrado de Salud, su cobertura universal, la calidad y el compromiso del cuerpo médico y de los trabajadores de la salud en general, se han podido evitar males aún mayores.
Creemos que en los tiempos que corren es claro que el desarrollo de investigación de calidad en el Uruguay, que en un 80% se gesta en la UdelaR, implica capacidades propias para encontrar las mejores soluciones para los problemas que emergen en nuestra sociedad. Ahora fue una pandemia, mañana serán los impactos del cambio climático o algo que aún no imaginamos. Pero, además de los problemas emergentes, están los estructurales permanentes, como la pobreza, la exclusión, la desigual distribución de la riqueza.
Si algo aportó el pasaje del asistencialismo místico por el MIDES encabezado por Pablo Bartol, es entender que la pobreza y la exclusión, no es una cuestión de arengas ni avemarías: es un problema social, económico y cultural complejo y que también debe entenderse a fondo e investigarse, para encontrar las respuestas adecuadas.
Pero hay un tercer nivel del impacto del desarrollo de la investigación en Ciencia en la sociedad que es cultural, en el campo del aporte a la dinámica de generación de ideas y visiones del mundo. Simplificando, pero sin apartarnos en lo esencial de la realidad, EEUU es un país cuyo sistema educativo básico es paupérrimo. Las grandes universidades importan investigadores brillantes formados en países pobres o de menor riqueza y de esa forma, sus equipos científicos alcanzan los niveles de potencia que tienen. Sin embargo, en ningún lugar como en EEUU es posible encontrar terraplanistas o personas que den por válida la teoría más absurda para explicar un fenómeno o que muestran el más franco desinterés por los problemas que los rodean (y los afectan), al punto de que muchísimos ni siquiera hacen uso del derecho al voto a lo largo de toda su vida.
No es coincidencia: un pueblo educado y formado en una cultura donde querer saber vale más que tener, donde hacerse buenas preguntas y buscar ordenadamente explicaciones plausibles es la forma de enfrentar los problemas, es muy difícil de dominar o distraer con tonterías.
El abordaje científico no es sólo para usar en un laboratorio, sirve para la vida, para contrastar explicaciones y hechos, analizar la calidad de la información, su consistencia, negarse a aceptar liviandades, etc.
Para que en un país prospere la cultura del querer saber y analizar científicamente la realidad, se necesita impulsar la educación básica en esa dirección y, obviamente, para mostrar claras referencias, fortalecer el sistema de investigación.
Los 135 artículos de la Ley de Urgente Consideración (LUC) destrozan la Educación Pública en todos sus niveles, con su visión gerentista, privatista, su concentración de decisiones en unos pocos, para lo cual hasta se excluyó a los representantes docentes en consejos donde estaban hace un siglo atrás.
Además de lacerar la formación ciudadana en general, esto impacta muy fuerte a nivel universitario. Es imposible que en una década la UdelaR pueda continuar desarrollando investigación de calidad si quienes hoy ingresan a Enseñanza Media son privados de la cantidad y calidad de recursos humanos y materiales que requiere una formación sólida.
Además, la UdelaR es ultrajada en el plano formal. Porque que se ponga a la UdelaR, generadora del 80% del conocimiento que se desarrolla en Uruguay, sentada a la misma mesa y en el mismo plano con las universidades privadas, e incluso a las Academias Militares, es una barbaridad
Investigación para producir, para comprender y buscar soluciones a las angustias de la sociedad y cultura científica, la cultura del cuestionarse y entender y no dejarse dominar ni adormilar, desde una visión crítica y analítica, todo eso se hunde, más temprano que tarde, bajo las 135 olas del Presidente surfista.
Hablando, escuchando, explicando, mano a mano, casa por casa, en cada rincón del país, construiremos paz, educación, cultura, conciencia. Cultura con Ciencia.
Gonzalo Perera