A sesenta años de la llamada Crisis de los Misiles, también conocida como «Crisis de Octubre», una crisis que puso al mundo al borde la guerra, documentos desclasificados por el Archivo Nacional de Seguridad (NSA) de Estados Unidos demuestran como el presidente John F. Kennedy “tomó decisiones unilaterales para bloquear a Cuba y aprobar otras medidas militares”.
Para el entonces mandatario estadounidense una de las cuestiones fundamentales fue el asegurarse “el apoyo de los aliados europeos”, este posicionamiento de Kennedy quedó documentado en los “registros desclasificados de sesiones informativas” que solían prepararse para los miembros de la OTAN, algo que se realizaba incluso antes de que el propio Kennedy anunciara el descubrimiento de los misiles soviéticos instalados en Cuba.
Los documentos desclasificados muestran que “el primero en enterarse de los planes estadounidenses fue el embajador británico David Ormsby-Gore”, quien era considerado “un amigo cercano del presidente”.
En ese sentido “un telegrama desclasificado encontrado en los archivos británicos”, muestra cómo durante un almuerzo realizado el 21 de octubre de 1962, “Kennedy le habló a Ormsby-Gore de los misiles y de las dos opciones que vio: un bloqueo o un ataque aéreo”.
Consultado acerca de cuál estimaba era la “mejor opción, Ormsby-Gore” recomendó “un bloqueo”, ya que según su perspectiva “un ataque aéreo dañaría políticamente a Estados Unidos”. Como respuesta Kennedy le informó “que esa era la elección que había hecho” y le ratificó que su voluntad se basaba en la importancia que adjudicaba a la negociación que permitiera sacar los misiles fuera de Cuba”.
Según el mandatario estadounidense, no se tenía la intención, por parte de su gobierno “de que el actual curso de acción condujera a una invasión de Cuba”.
Con posterioridad a dicho encuentro con el embajador del Reino Unido, ese mismo día, Kennedy “alertó al primer ministro británico Harold Macmillan sobre el descubrimiento de los misiles y los peligros que vio”.
La información, se añade, no fue compartida de forma inmediata con otros aliados de la OTAN, quienes fueron avisados sobre la situación 24 horas antes que el presidente estadounidense informara en un discurso televisado lo que estaba aconteciendo.
Para Kennedy y sus asesores “compartir con los aliados la inteligencia fotográfica sensible” obtenida por Estados Unidos, sería suficiente para asegurar sus apoyos, sin embargo, la demora en proporcionar la información obtenida despertó el malestar de algunos de estos países miembros del bloque militar, quienes consideraron que no habían sido “consultados con anticipación sobre los movimientos de Estados Unidos”, no obstante dicha molestia, terminaron apoyando las acciones del gobierno estadounidense.
La información desclasificada que da cuenta de estos intercambios, emerge de una compilación de “los registros estadounidenses desclasificados” de “las sesiones informativas dadas a los aliados de la OTAN el 22 de octubre de 1962”, fecha en que se produjo el primer discurso público del presidente Kennedy sobre la crisis.
Los documentos dan cuenta de las sesiones informativas con “el presidente francés Charles De Gaulle, el primer ministro británico Macmillan, el canciller de Alemania Occidental Konrad Adenauer, el primer ministro canadiense John Diefenbaker”, así como con otros representantes de la OTAN.
La evidencia documental disponible muestra que “una semana antes de que Kennedy anunciara el bloqueo” y “mientras se debatía la posibilidad de un ataque aéreo”, se consideró “que Estados Unidos tenía que “alertar” e incluso “consultar”, a los aliados de la OTAN sobre cualquier decisión a tomarse.
Para Kennedy algunos aliados como De Gaulle y Macmillan tenían “derecho a alguna advertencia”, en primer término “debido al peligro de la situación”.
La posición del mandatario estadounidense fue apoyada por el entonces secretario de Estado Dean Rusk quien expresó que de no ser informados “los aliados estarían nerviosos por estar expuestos a «todos estos grandes peligros sin la más mínima consulta, advertencia o preparación». Para Rusk no atender a ello y emprender una acción militar rápida y sin previo aviso conduciría “a una desunión en la OTAN que los soviéticos podrían capitalizar con mucha fuerza”.
A pesar de estas apreciaciones, Kennedy descartó inicialmente informar a los aliados ya que consideraba que, al menos en el caso británico estos “simplemente se opondrían a la idea de una respuesta militar”.
En el fragor de la crisis el presidente estadounidense, se añade, “quería evitar los debates prolongados” ya que los mismos “aumentaban el riesgo de filtraciones a Moscú” y “que podían retrasar la acción hasta después de que los misiles en Cuba estuvieran operativos”.
No obstante, y a pesar de su reticencia, Kennedy consideró que habría que informar a los británicos, al menos “la noche anterior” a las acciones que adoptara su gobierno.
Para el gobernante era vital que cualquier decisión que se asumiera fuera “justificable”, sobre todo considerando que “los aliados tenían poco interés en Cuba” y sus preocupaciones fundamentales estaban localizadas “por las amenazas a Berlín Occidental” y a “la seguridad europea”.
La interrogante fundamental en ese sentido era que, si estallaba la guerra, “¿cómo podría Estados Unidos explicar a los aliados por qué había optado por un ataque aéreo o una invasión en lugar de medios o negociaciones menos violentos?”.
Para el mandatario estadounidense era claro y así lo expresó el 18 de octubre, durante una reunión del ExComm, “que los aliados de Estados Unidos ven a Cuba como una fijación de Estados Unidos y no como una amenaza militar seria”.
Para estos gobiernos aliados, agregó Kennedy, los Estados Unidos estaban “un poco locos con Cuba”, de modo que, agregó “si Estados Unidos invadiera o lanzara un ataque aéreo” (contra Cuba), no importaría “lo buenas que sean nuestras películas, mucha gente consideraría esto como una locura de los Estados Unidos”.
Finalmente, luego de la decisión de Kennedy respecto al bloqueo y su fecha, se realizaron los primeros contactos informativos con los aliados de la OTAN.
Los documentos desclasificados permiten realizar una cronología de los contactos, siendo el 21 de octubre, el día en que el subsecretario de Estado George Ball anunció el plan de contactos.
Los primeros pasos en ese sentido fueron dados por el embajador Walter Dowling quien se reunió con Adenauer; el embajador David KE Bruce encargado de hablar con Macmillan; y Dean Acheson quien informó a De Gaulle.
En todas las reuniones informativas se contó con la presencia de técnicos expertos de la CIA quienes debían responder las interrogantes que emergieran “sobre la inteligencia fotográfica” que revelaba los sitios donde habían sido colocados los misiles.
Los documentos desclasificados muestran que las reuniones mantenidas “con los jefes de Estado de Francia, el Reino Unido y Alemania Occidental, junto con funcionarios de la OTAN”, lograron su propósito básico, “Adenauer, De Gaulle y Macmillan expresaron su apoyo a los planes estadounidenses y quedaron fascinados por la inteligencia fotográfica” proporcionada por estados Unidos.
Los documentos muestran que la sesión informativa más crítica fue la mantenida con Diefenbaker, pero que, el punto se zanjó cuando el primer ministro canadiense finalmente se dio por vencido y ofreció todo el apoyo al estadounidense.
Un elemento que contribuyó a la aceptación europea de las medidas del gobierno de Kennedy, reseña la página web de la NSA, fue la publicación acelerada (…) de fotografías seleccionadas”, aparecidas “en los medios británicos y franceses”.