Pablo Da Rocha (*)
El cierre de la empresa Yazaki en Uruguay no solo representa un impacto significativo para los trabajadores y sus familias, sino que también pone en evidencia las debilidades estructurales del sector automotriz en el país. Esta industria, altamente transnacionalizada y dependiente del comercio regional, enfrenta desafíos que requieren respuestas integrales y de largo plazo.
Yazaki, una multinacional japonesa dedicada a la producción de autopartes, operaba en Uruguay con plantas en Colonia y Canelones, abasteciendo principalmente a terminales automotrices en Argentina. Su retiro genera incertidumbre para cientos de trabajadores y expone las fragilidades de un modelo basado en la inversión extranjera sin un desarrollo nacional consolidado.
El sector automotriz en Uruguay ha evolucionado desde un esquema de sustitución de importaciones hasta una apertura comercial con la creación del Mercosur en los años 90. Sin embargo, ha mantenido una baja integración local y una fuerte dependencia de empresas extranjeras.
La producción uruguaya está sujeta a acuerdos comerciales como el Acuerdo de Complementación Económica Nº 57 (ACE 57) con Argentina y el ACE 2 con Brasil, que permiten exportaciones con aranceles preferenciales. No obstante, estos acuerdos no garantizan estabilidad, ya que las decisiones estratégicas se toman fuera del país y responden a lógicas globales del capital transnacional.
El cierre de Yazaki responde a diversos factores. La crisis económica en Argentina, que redujo significativamente la demanda de autopartes, impactó directamente en la empresa y su viabilidad en Uruguay. A esto se suma la estrategia de optimización de costos de las multinacionales, que buscan maximizar sus ganancias trasladando la producción a mercados más rentables y con menores costos laborales. Además, la industria automotriz atraviesa una transición profunda con la electromovilidad, lo que modifica la demanda de ciertos componentes y obliga a las empresas a reorganizar su producción globalmente.
Las consecuencias de este cierre son inmediatas. La pérdida de empleos afecta a cientos de trabajadores y sus familias, debilitando el tejido productivo y generando mayor incertidumbre en un sector con dificultades estructurales. Esto pone de relieve la necesidad de políticas que fortalezcan la producción nacional y reduzcan la dependencia de decisiones empresariales extranjeras.
Para el movimiento sindical, este cierre debe impulsar el debate sobre el futuro de la industria automotriz en Uruguay. Es fundamental exigir políticas de Estado que trasciendan la atracción de inversiones extranjeras y fomenten el desarrollo tecnológico y productivo local.
Diversificar los mercados de exportación es clave para reducir la dependencia de Argentina y Brasil, estableciendo acuerdos con otros países. La promoción de la electromovilidad puede ser una vía estratégica para atraer inversiones en la producción de componentes para vehículos eléctricos, un sector en expansión a nivel global. También es crucial lograr una mayor integración local en los procesos productivos, asegurando que las empresas que operan en el país incorporen mayor valor agregado nacional. Además, la defensa del empleo debe ser prioritaria, garantizando mecanismos de protección y reconversión laboral para los trabajadores afectados.
El caso de Yazaki no es un hecho aislado, sino un síntoma de un modelo industrial que requiere revisión. La industria manufacturera uruguaya, que representa aproximadamente el 12,6% del PIB, ha mostrado un crecimiento modesto en la última década, con una tasa promedio de 1,5% entre 2008 y 2018. Este crecimiento limitado refleja una falta de dinamismo en el sector.
Históricamente, la industria uruguaya tuvo un período de auge entre 1930 y 1973, seguido de un proceso de desindustrialización desde la década de 1970, influenciado por políticas de apertura comercial y reestructuración productiva. Esto resultó en una menor participación de la industria en el PIB y el empleo.
Además, la dinámica empresarial en Uruguay presenta desafíos en cuanto al nacimiento y supervivencia de empresas. Según un informe de la Agencia Nacional de Desarrollo (ANDE), entre 2008 y 2021 se observó una alta tasa de mortalidad empresarial, particularmente en micro y pequeñas empresas. Esta inestabilidad limita la capacidad del país para consolidar un sector industrial robusto y sostenible.
Para revertir esta tendencia y fortalecer el sector industrial, es esencial implementar políticas que promuevan la diversificación productiva, la innovación y la integración en cadenas de valor regionales y globales. Es necesario que el Ministerio de Industria desarrolle estrategias focalizadas y fondos específicos para áreas como electrónica, robótica, biotecnología y vinculación tecnológica, fomentando la modernización y competitividad de la industria nacional.
Sin embargo, estas políticas deben complementarse con estrategias que impulsen la capacitación de la mano de obra, el desarrollo de infraestructura adecuada y el apoyo a las pequeñas y medianas empresas, que representan más del 95% del sector industrial en Uruguay. Solo a través de un enfoque integral se podrá construir un modelo industrial más resiliente y menos dependiente de factores externos, evitando así cierres de empresas clave en el país.
En síntesis, el caso de Yazaki pone de manifiesto la urgencia de replantear el modelo industrial uruguayo, orientándolo hacia una mayor diversificación, innovación y sostenibilidad para garantizar un desarrollo económico inclusivo y sostenible a largo plazo. La integración regional debe servir para fortalecer la producción y el empleo nacional, no para generar vulnerabilidad. El desafío es claro: promover políticas que aseguren una industria con empleo de calidad y sostenible en el tiempo.
(*) Economista.