Gonzalo Perera
La Divina Comedia es una obra mayor de la literatura mundial, debida al talento de Dante Alighieri, a comienzos del siglo XIV. En su primer tercio, el poeta recorre el Infierno, descrito en nueve círculos graduados de acuerdo con la gravedad de los pecados de sus ocupantes. Con simbolismo muy rico y fina agudeza de observación sobre las conductas humanas, este recorrido, al menos para mi gusto, es el medular de la obra, mucho más impactante que los del Purgatorio y el Paraíso. De hecho, lo primero que me viene a la cabeza al pensar en este tesoro cultural, es el “Lasciate ogni speranza” que advierte, en el comienzo del recorrido del Infierno, que quien allí se interne, debe abandonar toda esperanza.
Nunca pensé que debería reconocer al gobierno, o lo que sea que esté instalado en la Torre Ejecutiva, fomentar la difusión del Dante y su Comedia, pero la realidad es siempre más creativa que la más frondosa imaginación.
Lacalle Pou llegó al gobierno rodeado de una coalición atada con alambre, con centro de gravedad fuertemente volcado a la derecha y con ribetes indisimulablemente fascistas. Llegó en base a la crítica al barrer a los gobiernos del Frente Amplio (FA), a la machacona cantinela de los medios hegemónicos de que “había que cambiar”, aunque no estuviera claro por qué y hacia dónde. Llegó prometiendo la felicidad instantánea, un país de maravillas, los mejores cinco años de nuestras vidas, no subir tarifas ni impuestos que, según sus reiterados discursos, eran una herramienta recaudadora con la que el FA había esmirriado el bolsillo de los uruguayos. Uno estaba seguro de que era mentira, sabía que era demagogia, sabía que eran promesas que se las llevaba el viento, pero honestamente, uno jamás imagino que, a la mitad del período del gobierno, íbamos a estar en la situación catastrófica en la que estamos.
La primera advertencia, cual Dante del siglo XXI, Lacalle Pou la mandó de entrada. Apenas asumió el gobierno, al que llegó prometiendo terminar el aumento de tarifas pública y que se bajarían cargas tributarias, el gobierno de la derecha aumentó las tarifas de los servicios básicos, pretendiendo además que las subiera el FA durante la transición, cuando se suponía que eso era lo que hacía mal, vaya uno a entender esa lógica… Además, reduciendo descuentos en impuestos a los pagos electrónicos, aumentó la carga tributaria. Apenas unos días en funciones y ya la primera y más gritada promesa de campaña se hizo humo. Confieso que al ver ese accionar presidencial, me pareció ver ante mis ojos un “Lasciate ogni speranza”. Si estaba convencido que las promesas electorales eran más falsas que moneda de tres pesos, ver semejante desparpajo para traicionar todo lo anunciado, obviamente ahuyentaba la menor expectativa de que el país no entrara en caída libre. Y entró en una caída vertiginosa, que ha superado todo lo imaginable, realmente.
Como en los círculos del infierno de Dante, hemos ido pasando etapa tras etapa de destrucción y despojo de los trabajadores, y siempre parece que el círculo en que estamos hoy no es nada frente al que se está por abrir.
Porque pasamos por la carestía, por el crecimiento de la pobreza y del hambre, por el ataque inmundo a las respuestas solidarias frente a las angustias populares a través de las ollas populares, por el engendro de la LUC, por una Educación Pública que reniega de sus mejores tradiciones, prescinde de los docentes, sus opiniones y se gerencia como si una institución educativa fuera un banco. Porque nos prometieron terminar con la inseguridad, y estamos con niveles récord de violencia, muy particularmente homicidios, al punto que el propio gobierno ha debido admitir la gravedad del problema y mejor ni hablar de la violencia de género y feminicidios. Porque se pierden empleos, se “flexibilizan” (se precarizan e informalizan) los empleos de muchos, se inhiben las herramientas básicas para la defensa de los derechos de los trabajadores mientras se mima al gran agroexportador, al sector financiero y a las familias del oligopolio mediático, se regala el puerto y se pone las empresas públicas al servicio de multinacionales. Porque con falta de empleo y de formalidad laboral, se intenta postergar la edad mínima jubilatoria, reduciendo además el monto de jubilaciones y pensiones para las grandes mayorías. Porque no hay remedios en salud pública, porque se pretende introducir la teoría de los dos demonios en la Educación, porque se anula el cogobierno en la UTEC, porque Uruguay es sancionado en el MERCOSUR por su transgresión de las normas del bloque respecto a negociaciones con terceros ¿Hasta dónde hay que seguir con la enumeración de la debacle en la que nos está sumiendo este gobierno?
Pero en estos días parece que ni los últimos círculos del infierno de Dante (destinados a quienes practican el fraude y la traición) son suficientes para albergar lo que estamos viviendo.
Porque en estas mismas páginas comentábamos el nivel de escándalo que suponía el incidente de “El Fibra” Astesiano y que el jefe de la seguridad presidencial dirigiera desde el piso 4 de la Torre Ejecutiva una organización netamente mafiosa.
Pero las revelaciones surgidas en estos días hablan de una democracia jaqueada y hacen preguntar si el presidente está pintado (no al óleo, sino con fibra), o si al inmenso fraude que ha llevado adelante con las políticas antes descritas, que nada tienen que ver con sus promesas electorales, hay que sumarle la traición a su compromiso máximo: de respetar y hacer respetar la Constitución de la República. Ha llegado el momento de preguntarse si el presidente es parte de algo que a esta altura es una conspiración en las tinieblas para amenazar, amedrentar, extorsionar a opositores o personas que no son de su agrado.
Porque en estos días nos hemos enterado de que esta mafia ha hecho investigaciones ilícitas sobre legisladores frenteamplistas con, en al menos un caso, una sorprendente sincronicidad con operaciones públicas en su contra. Nos hemos enterado de que al manifestarse públicamente Mario Layera contra la LUC, recibieron ofertas de “información” sobre el exjerarca, a la que habría respondido Astesiano a nombre de “Luis”, aceptándola y pidiendo reserva. Porque nos enteramos de declaraciones de odio francamente nazi de jerarcas policiales y de fuerzas de seguridad del Estado.
Porque nos importa poco si Lacalle Pou gusta consumir pescado con escamas, pero nos parece gravísimo que debamos preguntarle: ¿presidente, Ud. de qué lado está? ¿Del lado de la ley que juró respetar, o del lado de esta banda de fascinerosos que parece en estos momentos tener el timón del país?
Porque Lacalle Pou prometió “ir hasta el hueso” en el affaire Astesiano y ahora nos enteramos de que la fiscal a cargo del caso no tiene acceso al chat entre ambos ¿A qué hueso se refería entonces Lacalle Pou en su drástica afirmación? ¿Al del dedo meñique, acaso?
Si el tema de la mafia en Torre Ejecutiva siempre fue realmente espeso, en estos momentos parece haberse ido total y completamente de madre y poner en cuestión los pilares mismos de la democracia. Un gobierno que amontonó injusticia sembró desempleo, inseguridad, hambre, prepotencia, destrucción de derechos, ahora pone en riesgo las mínimas certezas esenciales para el funcionamiento de la República.
Iban a terminar el recreo, nos dijeron. Pero no nos avisaron que se venía la Comedia, la del Dante. Ampliada con nuevos círculos infernales, porque ya nueve no alcanzan para semejante descalabro.
Foto de portada:
Alejandro Astesiano, durante acto de Luis Lacalle Pou, en la sede de la FOEB en Montevideo. Foto: Javier Calvelo / adhocFOTOS.