Si bien la caída de toda la plana mayor de la Policía Nacional fue un efecto indiscutible del caso Astesiano (por más que el Ministro lo niegue), los cambios producidos luego de ese quiebre institucional llevan a pensar en una revisión de las políticas de seguridad que constituye un reconocimiento a la gestión tan cuestionada del fallecido Eduardo Bonomi. Poco tiempo bastó para que se produjera una remoción cuasi automática de los cuadros más altos, habiéndose ido -en su mayoría- por la puerta de atrás y bajo sospechas, a pesar del reconocimiento por los “excelentes servicios prestados”. El Bicho ya no está con nosotros para verlo pero si algo queda demostrado es que, en los hechos, hay un implícito reconocimiento a su gestión apelando a profesionales que desempeñaron -en su administración- cargos de altísima responsabilidad. Es el regreso de los «Bonomi boys»…
Si algo cuenta con la unanimidad del ambiente político y académico, es la imperiosa necesidad de aplicar políticas de Estado en materia de seguridad. Sin embargo, muchos de los que hicieron gárgaras con ello una vez al mando deshicieron lo que venía aplicándose como tal desde gobiernos anteriores al Frente Amplio. Algo que quedó demostrado con una de las primeras medidas que tomó la nueva administración removiendo a la casi totalidad de los equipos de profesionales que venían acumulando experiencia en el combate al crimen organizado. El tiempo se encargó de demostrar lo equivocado de aquella medida.
No eran los nombres, tampoco los hombres, sino las políticas, las que debían sostenerse en el tiempo y nada de eso ocurrió. Impregnados de falsas consignas de terminar con el recreo o la orden de no aflojar, se creyeron el cuento de resolver la seguridad en base a relatos y se olvidaron que al cuento había que dotarlo de personajes creíbles e idóneos para el relato.
Pusieron a la vieja guardia y así les fue, incurriendo en un peligroso proceso de desprofesionalización de la Policía que tuvo consecuencias negativas. Alejados de las nuevas tecnologías apelaron al “olfato” y la ciencia perdió terreno con la consecuente afectación de los resultados. Solo la pandemia les dio un respiro, pero una vez superada se le vieron las verdaderas patas a la sota de la realidad que no pudieron ni supieron cambiar.
Tras el efecto dominó que generó el caso del ex Jefe de Seguridad Presidencial, la cúpula policial desnudó toda su debilidad y flaqueza profesional debiendo ser sustituida. La llegada del Crio. Gral. José Azambuya devolvió parte de la profesionalidad perdida y marcó el retorno a un rumbo discontinuado de manera increíble. Un viraje que se demoró mucho (demasiado) y que lo expone a no lograr los objetivos por falta de tiempo, precisamente.
Una designación que ya era todo un indicador del reconocimiento implícito (explícitamente no lo reconocerán nunca), a la gestión del tan duramente criticado Bonomi. Porque el novel Director de la Policía Nacional fue uno de los principales cuadros de la Nueva Policía de Bonomi, nada menos que el responsable máximo de la Policía Científica. Una marca registrada de la pasada administración que puso a la policía uruguaya a la par de cualquier policía del mundo.
Los Ministros pasan, los policías quedan
Un solo cambio puede ser un indicio pero no marca la tónica y mucho menos hace la diferencia. En cambio, si a ese giro se le suman otras medidas y nombres, ya no se puede hablar de otra cosa que de un manifiesto reconocimiento a un rumbo que nunca debió interrumpirse y que ahora se busca retomar.
Así lo demuestra -también- el acuerdo multipartidario donde se plasman muchas de las medidas de la anterior gestión frenteamplista. Medidas que pudiendo ser mantenidas se discontinuaron inexplicablemente por ignorancia y por pensar que todo lo que hizo Bonomi estaba mal. Un pensamiento tan burdo como mezquino para con los mismos policías que decían respaldar pues –a la postre- toda la gestión anterior fue hecha por la misma Policía de hoy.
Llegan refuerzos
Hablar de los altos mandos removidos es hurgar en una llaga que todavía duele a la actual administración. Sin embargo, no todos los cesados tienen el mismo rango para la opinión pública. Hay uno que vuelve reforzado, no solo por su acervo como profesional de la seguridad sino por las injustas circunstancias de su cese. Ese hombre es Erode Ruiz, otro de los «Bonomi boys» que vuelve a ocupar cargos de responsabilidad.
Por el simple –y razonable- hecho de reunirse con quien manejaba información relevante para su interés de mejorar la seguridad en zonas harto complicadas, (Gustavo Leal), fue cesado de manera inexplicable. Seguramente, al fallecido Larrañaga le “comieron la oreja” de forma mal intencionada y eso llevó a tomar una decisión absolutamente desconectada de la realidad. En concreto, a partir de ese momento, Montevideo entró en un espiral de violencia que hoy persiste y que en parte se corresponde con el alejamiento de la fuerza policial de un experiente profesional con ascendencia indiscutida entre los uniformados.
Hoy se acude a su figura para reforzar la seguridad en un departamento que alberga nuestra principal puerta turística como es Punta del Este. Antes que la sangre llegue al río, se matan dos pájaros de un solo tiro. Por un lado, se reivindica la figura de un veterano policía injustamente cesado y, por el otro, se previene un inicio de temporada que merecerá debida atención en un año electoral como el que se nos viene. Un dato no menor que abona a la idea del reconocimiento a la gestión anterior, es que se lo designa en el mismo departamento al que lo había destinado Bonomi. Otro punto que confirma la idea del implícito aludido.
Mientras los «Bonomi boys» toman la posta nuevamente, hay otros -que también hicieron parte de aquella gestión- como el actual subdirector de la Policía Nacional, Jhony Diego, quien con honestidad intelectual dio su parecer sobre la seguridad. Así reconoció que “hay delitos que no van a bajar” (El Observador, 28 de julio de 2023), sin que sus declaraciones provoquen los tsunamis de otrora, lo que confirma que son otros tiempos mediáticos, también.
Lo concreto es que hoy, el peor Ministro evaluado del Gabinete multicolor (según las encuestas de opinión), recurre a los profesionales que Bonomi supo imponer en la gestión. Esa decisión, en el momento que se produce y con los resultados acumulados en materia de delitos y muertes violentas, es un recurso in extremis de un jerarca que nunca quiso estar al frente de la seguridad y apela a la gente con experiencia; esa que no debió ser apartada.
Hoy se acude a la experiencia forjada y/o reforzada durante la gestión de Bonomi, el verdadero mentor de una reforma policial sin precedentes que ahora se intenta –desesperadamente- recomponer.
El tiempo es tirano, y en el cuarto año de gestión, resulta muy exiguo para recuperar el terreno perdido. Máxime cuando enfrenta a un crimen organizado que está un paso adelante y se beneficia de los errores cometidos por una administración que solo se preparó para cortar un ciclo sin medir las consecuencias.
Los «Bonomi boys» vuelven al ruedo, el tiempo dirá si les da alguna chance para cambiar el rumbo…
el hombre pedía revancha,
el perro esperaba ladrar algún gol…
Fernando Gil Díaz – «El Perro Gil»