20230319 / Mauricio Zina - adhocFOTOS/ URUGUAY/ MONTEVIDEO/ CULTURA/ Festival "Acá Estamos" en la rambla de Montevideo. En la foto: Lali Esposito durante el festival "Acá Estamos" en la rambla de Montevideo. Foto: Mauricio Zina/ adhocFOTOS

“Esas ganas de no querernos callar”

En un mundo en el que todo es comerciable, el arte se niega a estar a la venta 

En este mundo del capitalismo salvaje todo es un producto comerciable, todo está a merced del mercado, se puede comprar y vender, y el arte no es la excepción. O al menos es lo que algunos pretenden. Los autoproclamados libertarios que gritan “Viva la libertad carajo” mientras el gobierno argentino busca concentrar los poderes en el presidente, quita subsidios y protección a los trabajadores, reprime las movilizaciones y pretende rematar los recursos naturales del país vecino, patalean en las redes sociales cuando un artista (peor si es UNA artista) utiliza su voz para discrepar públicamente. 

“Que peligroso. Que triste”, tuiteó Lali cuando Milei ganó las PASO. Esas cuatro palabras alcanzaron para que la artista se convirtiera en un blanco para los trolls libertarios en las redes, pero también desde figuras que ya hoy están en el gobierno. Además del hate y el acoso constante en redes sociales que recibe desde ese día, la cantante fue víctima de una campaña de fake news, de la que participó Javier Milei ya siendo presidente de Argentina, en la que se le cuestionaba su participación en festivales públicos (che, esto suena familiar), y se la acusó de “vivir de la plata de los argentinos”. Además de reafirmar su posición en redes sociales, de defender su derecho a expresarse, y de profundizar su análisis en cada entrevista, el fin de semana en el Cosquín Rock de Argentina, Lali modificó la letra de su icónica canción contra los haters “Quienes son?”, agregando “que si vivo del Estado”, demostrando una vez más que no lograrán hacerla callar, y revivió olas de hate, pero también de apoyo. 

El constante hate y acoso que recibe Lali en las redes sociales no solo busca amedrentarla, es una violencia aleccionadora, amenazante, que busca generar la autocensura de todos quienes piensen en expresarse. El amor a la libertad se termina cuando los artistas la usan para denunciar las políticas de un gobierno neoliberal y conservador. 

Cierran filas 

Si bien es evidente que si algún artista se expresara a favor de Milei lo aplaudirían, lo que está detrás del grito histérico contra artistas pronunciándose políticamente es el rechazo a un arte que no está dispuesto a venderse. Les molesta que sea una forma de expresión y no solo un producto, que haya artistas que no resignen posicionarse públicamente solo por miedo a no vender entradas. Lo que parece que no previeron fue la respuesta casi unánime de los artistas. 

La estrategia es simple, atacar a los artistas y el valor de la cultura para justificar su desfinanciamiento. Sin embargo, la cultura argentina cierra filas para defenderse. El señalamiento y la acusación de “peronistas” y “zurdos”, se les agota rápidamente cuando figuras abiertamente de derecha se expresan contra las políticas de Milei, ¿acaso alguien pensaba estar de acuerdo con Mirtha Legrand?. 

El Cosquín Rock es un festival privado financiado por una veintena de marcas, sin embargo en los días previos a esta edición fue cuestionado por figuras del gobierno, al punto de que uno de los empresarios salió al cruce de Milei en redes sociales: “Acá los artistas están en libertad”, le respondió. Seguro nadie vio venir que atacar el festival iba a hacer que sea el

escenario para denunciar al gobierno. Incluso la banda mexicana Molotov aprovechó el escenario para expresar que “la patria no se vende”. 

Desde las filas de quienes atentaron contra la vida de Cristina Fernandez, quienes instalaron guillotinas en la plaza de mayo, y pusieron el nombre de Estela de Carlotto en bolsas de consorcio, se horrorizan en redes porque el trapero Dillom cantó Sr. Cobranza (de la banda Las Manos de Filippi) y cambió la letra para decir “a Caputo en la plaza lo tienen que matar” (haciendo referencia a Luis Caputo, actual ministro de economía de la Nación). La búsqueda por silenciar el arte llegó a la Justicia, con la denuncia al rapero por incitación al odio, mientras los artistas defienden su derecho a la libertad de expresión, y son cada vez más las voces que se suman en la defensa del arte. 

Lo que la estrategia del gobierno y sus seguidores no parece tener en cuenta, es que con cada artista que atacan más se suman en la defensa. La solidaridad teje una red cada vez mayor en la que el arte es un lugar de resistencia a la violencia, y ya no solo de parte de los artistas. La gente le demanda a sus ídolos que se expresen y se posicionen, quieren que el arte sea el reflejo del sentir popular. 

No la ven 

Lo que resulta más increíble de esta situación es que los libertarios, que justifican cada medida anti pueblo del gobierno y niegan que Milei esté favoreciendo a la casta, parecen no entender el arte que ellos mismos consumen. “Arruinan la experiencia” dicen cuando un artista abiertamente peronista, como es el cantante del Kuelgue, se expresa contra la política de Milei. Para ellos el arte tiene que ser un producto, por eso reniegan cuando es una forma de expresión. Para ellos el arte no es un derecho, por eso atacan a los eventos que democratizan su acceso. Esa es la concepción que está en disputa. 

Si consideran que el arte es un producto entonces solo quienes tienen plata deberían acceder a él. La visión elitista de la cultura atraviesa esta polémica por todos lados. Lali usa su música para hablar de su sexualidad con libertad, expresa abiertamente su pensamiento político, se para en un escenario y defiende sus derechos. La música de Lali es grasa, ella es grasa, y solo a los pobres que no saben de cultura le puede gustar su música. 

En este caso no tuvieron la excusa de la financiación pública, pero eso no importa porque siempre encuentran la forma de atacar aquello que le traiga disfrute a la gente. Al final del día, lo que le molesta a la derecha es la alegría popular. El odio a los pobres es tan grande que se amargan y se enojan con la sola posibilidad de que exista algo que nos haga felices. En el mundo del capitalismo salvaje, solo quienes pueden pagar pueden disfrutar, y todo lo que atente contra esa idea está mal. 

Se termina la libertad y la oda al libre mercado cuando esas mismas reglas son las que permiten que el pueblo tenga alegría. 

Las políticas de los gobiernos de derecha (en Argentina, acá y en todos lados) atacan los derechos de las grandes mayorías, pero no les alcanza con robarle a los trabajadores en pos de sostener a las élites privilegiadas, no solo hacen que la gente tenga peores condiciones de vida, quieren que la gente sobreviva. Es que claro, cómo se le ocurre a un pobre hacer el esfuerzo de ir a un festival de música, cómo te vas a quejar de que sube el transporte y las tarifas cuando bien que el fin de semana salís a divertirte con amigos. No quieren que la gente viva su vida, quieren que la sobreviva, que la padezca. No solo quieren a la gente más pobre, la quieren más triste y amargada, por eso cuando no nos resignamos son ellos quienes se amargan. Nuestra felicidad les molesta. 

El pueblo argentino hace cacerolazos espontáneos, convoca a movilizaciones masivas en todo el país contra las principales medidas del gobierno y resiste la represión. Buscan nuevos artistas que sean su voz en esta nueva crisis, demandan más de sus figuras públicas, también de sus dirigentes políticos. Y mientras tanto, Milei decidió que la principal enemiga de su gobierno ya no es la casta a la que tanto criticó, sino una cantante pop que mide metro y medio; pero no se puede decir “Viva la libertad” sin decir “Viva Lali”.

Foto de portada

Lali Esposito durante el festival «Acá Estamos» en la rambla de Montevideo. Foto: Mauricio Zina/ adhocFOTOS.

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