Homicidios: un plan (?) y las muertes dudosas

Transcurriendo ya el cuarto año de gestión, el Gobierno sigue empeñado en mirar por el espejo retrovisor para compararse con el Frente Amplio. Una estrategia que bien pudo rendir en el primer año pero que hoy, y estando a lo manifestado por el propio Presidente de la República, ya no puede servir de excusa pues no tienen cómo atribuir responsabilidades por hechos que les son exclusivamente propios.

Sin embargo, hay algo que ha quedado de manifiesto en la gestión de la seguridad pública y es la persistente comparación de las cifras, donde las autoridades se esfuerzan en repetir la consolidación de una baja histórica de los delitos que no se corresponde con la realidad que vivimos los uruguayos. Es que los abruma la realidad que han dejado crecer sin  tomar acciones efectivas y apelan -tardíamente- al diálogo interpartidario como último recurso. Y mucho más los abruma la expectativa cierta de superar ampliamente el triste récord de homicidios del año 2018, esa frontera que se han impuesto no superar a como dé lugar.

En ese punto es que aparece el aumento exponencial de las muertes dudosas, lo que ha evitado que se les disparen las cifras de manera descontrolada. Pero la realidad es mucho más cruda que lo que pretenden y a pesar del ¿recurso?, las cifras siguen aumentando de forma sostenida sin que se aprecie solución alguna que les ponga freno.

Escoba nueva barre mejor

A poco de asumir el gobierno una inesperada pandemia se instaló sin pedir permiso y el mundo entero se aisló, como principal recurso sanitario, para evitar la propagación del temido virus. Las vacunas demoraron en aparecer y mientras todo eso transcurría, la vida social y comercial se frenó abruptamente marcando un antes y un después en todo el mundo.

A pesar que ello fue admitido y comprobado por estudios internacionales, la maquinaria propagandística del gobierno se las ingenió para atribuirse méritos que no le eran propios y así instalaron la idea de una exitosa gestión en seguridad con la baja de todos los guarismos criminales, sin excepción.

Mientras que la academia internacional atribuyó rápidamente  la baja de la criminalidad a los efectos de las medidas de restricción de la movilidad en todo el orbe, los iluminados gestores de la seguridad pública uruguaya hacían gárgaras de un éxito imaginario que duraría bien poco. Pues, efectivamente, una vez superada la pandemia y recuperado el ritmo habitual de movilidad social y comercial, los delitos comenzaron a retomar su anterior actividad e -incluso- superarlo. 

Entonces apareció «mágicamente» un dato interesante que, gracias a un pedido de acceso a información pública, empezó a revelar una realidad que rompía los ojos de todos menos de los encargados de «vender» ese mundo imaginario que pretendían imponer discursivamente. Ese dato es el de las muertes dudosas, aquellas muertes violentas de las que no se puede establecer primariamente la causa u origen y que se registra de ese modo a la espera de la resolución fiscal que ponga fin a toda duda.

Lo curioso y relevante del dato es que ese registro no es considerado por las estadísticas que difunde el Ministerio del Interior, pues una muerte dudosa no ingresa a los datos oficiales hasta tanto deje de ser tal, lo que puede insumir mucho tiempo.

Ante esta descontrolada aparición de muertes dudosas a partir de marzo de 2020, la respuesta no se hizo esperar diciendo que no era la Policía la que tipifica sino Fiscalía, pretendiendo -de ese modo- derivar la responsabilidad del dato… pero no. Los datos que tienen mayor difusión hoy día son los del Ministerio del Interior a través de su Observatorio, y esos datos responden al registro que hace la propia Policía en su Sistema de Gestión de Seguridad Pública. En definitiva, quien tipifica o califica primariamente es quien interviene, también primariamente, en un hecho violento como es una muerte, y ese protagonista no es otro que la Policía. Fiscalía tomará conocimiento y dependerá de muchos factores que esa muerte sea atendida con prioridad o no, según lo que asesore e instruya su auxiliar: la Policía.

Lo llamativo es que antes de 2020, el promedio de muertes dudosas no superaba las 70 u 80 anuales; pero luego de ese año ese número fue aumentando llegando a la friolera de superar las 200 en el año 2022, batiendo todo un récord de muertes violentas en el país si sumamos los homicidios comprobados más las muertes dudosas.

Es plausible suponer que hay algo raro en ese incremento sostenido de muertes dudosas, cuando desde las autoridades se pone tanto celo en comparar gestiones haciendo de las cifras su principal razón de ser. Entonces, no superar la frontera del año 2018 bien pudo ser la estrategia dispuesta por quienes encontraron una forma de disimular el incremento «barriendo bajo la alfombra» de las muertes dudosas.

Vale la pena aclarar una vez más que esto no supone una maniobra del Observatorio, pues este procesa lo que registra la Policía, y las muertes dudosas no se ingresan como homicidio razón por la que cuando se tiran los totales no aparecen como homicidio pues no se registran como tal. Solo una vez que se actualice -si se actualiza- el registro, podrá aparecer el dato, no antes. Pero ante el dato descontrolado, es razonable suponer que de ese número un alto porcentaje pueda ser tipificado finalmente como un homicidio, ingresando así a las estadísticas. Pero claro, será un dato frío y extemporáneo pues la difusión de las cifras se habrá hecho mucho antes y solo el registro histórico dará cuenta de su existencia.

¿Los mejores 5 años de nuestras vidas?

Los homicidios siguen siendo una piedra en el zapato de un gobierno que nunca estuvo preparado para asumir semejante responsabilidad. Debieron producirse escandalosos episodios de corrupción para que se procesara la llegada de profesionales de reconocida trayectoria como los que ocupan hoy la Dirección de la Policía Nacional, pero es probable que no les alcance el tiempo para recuperar tanto tiempo perdido.

No solo los homicidios crecen, también lo hacen las rapiñas y los hurtos, en un aumento que supera la zona metropolitana para instalarse a lo largo y ancho del país. Datos que se traducen en las encuestas de opinión que reflejan su descontento con la gestión del Ministro del Interior, siendo el peor evaluado de todo el Poder Ejecutivo.

En los albores de una nueva interpelación, el plan para atender la problemática de los homicidios no parece haber dado resultado. Los uruguayos estamos transitando un triste periplo de naturalización de la violencia no ya por la difusión de los episodios (comparativamente con menos exposición que en las gestiones frenteamplistas) sino porque recurrentemente surgen nuevos hechos que dejan rápidamente atrás a otros y así van acumulándose en una espiral de violencia que tarde o temprano terminará afectando nuestros entornos.

Si no se atiende convenientemente, este problema irá permeando en todos los barrios sin excepciones. Hoy nuestro país hace parte de la ruta de la droga que sale de América Latina, y nuestro puerto de Montevideo adquirió el triste calificativo de puerta de salida de los alijos de droga.

Contrariamente a lo que vendieron durante un tiempo, un reciente estudio de Ceres (divulgado por el periodista Lucas Silva en su cuenta de twitter), determinó que Uruguay forma parte de la ruta del narcotráfico. El mismo informe reporta que la mayor cantidad de droga incautada se dio en el año 2019 (11 toneladas y media, contra las 4 y media del año 2022); lo que nos deja la impresión de una merma de incautaciones a contrario de lo que pregonan. Son muchos los cuestionamientos que se ha ganado esta administración, entre los que la entrega de un pasaporte a un narco muy peligroso y pesado como Marset, y mentir de forma descarada ante el Parlamento; o el caso Astesiano con los episodios de espionaje a legisladores de la oposición; son tan solo algunas de las razones por las que pasará a la historia como una de las peores sin duda. Sin olvidar los hechos de corrupción que han llevado a la destitución de los principales mandos policiales.

Lamentablemente han minado de credibilidad a las cifras oficiales, aquel intangible de veracidad ha quedado atrás y ya nadie cree en los datos que da la cartera. Mientras tanto, los homicidios siguen su tendencia creciente y la violencia se cobra la vida de muchos uruguayos. 

La escoba ya no barre como antes y la alfombra empieza a quedar corta…

el hombre estrenaba escoba,

el perro esperaba en su casilla…

Fernando Gil Díaz – «El Perro Gil»

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